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Después de un aluvión de cifras sobre refugiados y de dos testimonios para que no se olvide que detrás de esos números hay personas y tragedias personales, Claus concluye con una frase que se repite en boca de la mayoría de los migrantes: “Nadie saldría de su país si estuviese bien en su tierra”.
Ella y Sidy Sarr relataron este martes ese momento tan difícil de sus vidas que fue salir de su país. Claus es de Guatemala. El esposo de su madre tuvo allí problemas políticos y castigaron a toda la familia extensa con el bloqueo de cuentas bancarias. Pese a que es chef y coach, se le hacía imposible subsistir con sus tres hijos. Así que se vino a Málaga con ellos. “Una amiga que vivía en esta ciudad me dijo que era bonita y segura”, cuenta. Así llegó aquí, como se dice, con una mano atrás y otra adelante.
La mujer que le alquilaba un cuarto por la zona de Capuchinos le habló de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Y allí se plantó con sus tres niños. Cuando llegó estaban a punto de cerrar. “Fue entonces cuando me quebré. Pero Fanny [una técnica de la ONG] me asesoró y pedí asilo en agosto de 2019”, recuerda.
Desde entonces, Claus limpió casas y creó un programa de alimentación on line “para ganar algo de dinero durante la pandemia”. Hoy tiene el estatuto de refugiada, dos pastelerías bajo el nombre de Claus Bakety y seis empleados.
El vuelco de su vida fue posible gracias al apoyo de CEAR, del Centro Andaluz de Emprendimiento y de la Caixa, que le concedió un préstamo de 25.000 euros para montar su negocio, que abrió en enero de 2022. “Agradezco con el corazón a España, a CEAR y a cada persona que se ha puesto en mi camino”, afirma.
Ahora se plantea el reto de franquiciar Claus Bakery a nivel nacional. Relata que sus hijos también tienen sueños que parecen imposibles –como jugar en el Real Madrid o hacerse sitio como actor en Hollywood–, aunque visto el recorrido de la madre, quizás puedan cumplirlos.
Su solicitud de protección internacional tardó cuatro años en resolverse. Un dato en el que pone el acento CEAR para denunciar la demora en estos trámites. Claus acota que la situación ahora es aún peor por la tardanza en acceder a la solicitud, ya que mientras esta petición no se puede cursar, no se generan los derechos recogidos para los refugiados. “Así que mucha gente se queda en el limbo”, resume.
Sidy Sarr es de Senegal. Él todavía está pendiente de que se resuelva su expediente. Tuvo que salir de su país por los conflictos sociopolíticos. “Me quemaron mi negocio de venta de ropa, me amenazaron de muerte y siguen buscándome para matarme”, relata. Escapó dejando allí a su esposa y sus cinco hijas. Primero se escondió en un país vecino. Luego volvió a Dakar, la capital senegalesa. De allí, tras una etapa política convulsa que incluyó un cambio de gobierno, optó por dejar atrás su país.
Llegó en patera a Canarias. De ahí a Cádiz y finalmente a Málaga. “Tuve que salir, si no me iban a matar. España es un país tranquilo. Aquí me siento seguro y tengo paz”, afirma.
Desde que llegó en octubre de 2023 han pasado muchas cosas en su familia. Su mujer falleció en abril pasado. Así que sus niñas se han tenido que ir a vivir con su abuela, “que ya es muy mayor”.
Sidy se defiende muy bien con el español. Y es que hace tiempo vivió seis años en Valencia. Entonces vino para reunir dinero y montar un negocio en Senegal. El que le quemaron en represalia por razones políticas. Afirma que no puede volver porque “nadie me va a pagar lo que he perdido y porque siguen buscándome”.
Con sus testimonios, Claus y Sidy pusieron cara a los más de 163.000 personas que pidieron protección internacional en España en 2023. Antes de la rueda de prensa, los fotógrafos llevaron a Claus y Sidy a un parquecito cercano, frente a una iglesia. Bajo un sol de justicia, ambos se dieron la mano. La imagen era un símbolo: un brazo de color, el de él; otro blanco, el de ella; dos historias diferentes, de dos continentes distintos. Pero un mismo problema:la necesidad de salir de sus países para sentirse seguros y simplemente poder seguir adelante.
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