Codicia y negligencia en el ámbito turístico
Lo que pocas personas podían pensar hace solo 10 años es que la vorágine turística se iba a apoderar de los centros urbanos y causar la conmoción que está creando en ciudades como Málaga
La semana que Málaga por fin dijo 'basta ya' a la vivienda turística
Tribuna firmada por
Pedro Marín Cots, Julián Molina, Guillermo Busutil, Mariano Sidrach, José Damián Ruiz Sinoga, Sebastián González, Enrique Navarro, Tecla Lumbreras, María Eugenia Mérelo, María José Andrade y Damián Quero, miembros del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales (IEUS)
No hace mucho tiempo el presidente de la Diputación señalaba en la prensa local que “Málaga vive una etapa de esplendor que será estudiada en los libros de historia” Tamaña expresión contrasta con los datos que tenemos de la economía local con los mayores niveles de desempleo en España y los menores niveles salariales. Y gran parte de esta situación se debe a la enorme y casi única dependencia del turismo que tenemos en Málaga, mucho mayor que hace 40 años, cuando conocemos por la encuesta salarial del INE que los salarios vinculados a este sector son los menores de la economía (en la hostelería por ejemplo un 50% menores que en la industria), y su tasa de temporalidad, también de las más altas según la EPA.
Sabíamos que el turismo es al fin y al cabo la única actividad de importancia después del colapso de la industria, que todavía se mantenía en pie a finales de los ochenta, pese a su actitud nociva con el territorio y el paisaje del litoral costero, donde quedan pocos espacios libres de la tentación inmobiliaria. Pero lo que pocas personas podían pensar hace solo 10 años es que la vorágine turística se iba a apoderar de los centros urbanos y causar la conmoción que está creando en ciudades como Málaga donde una parte muy considerable de la población no puede acceder a una vivienda en venta o en alquiler, en este último caso por el efecto sustitución del alquiler habitual por el turístico. La devastación de la morfología urbana que se está produciendo en Málaga no solo afecta a su población, sino a la imagen milenaria de la ciudad convertida en el ya recurrente parque temático.
Y lo preocupante de este proceso urbano de consecuencias claramente negativas para Málaga es la pasividad y negligencia de las personas que se suponen deben gestionar las políticas urbanas con el objetivo de mejorar el interés general. Hace unos días la alcaldesa de Valencia, del mismo signo político que Málaga, anunció una moratoria para nuevas licencias turísticas, así como una prohibición de la entrada de Megacruceros en el puerto valenciano por no aportar beneficios a la ciudad.
Hace unos meses Sevilla modificó su Plan General (PGOU) para que su ordenanza de usos turísticos fuera como la de Málaga, y así poder limitar dichos usos, al tiempo que a través de otro plan regulaba la presión turística por barrios. Hace ya años que Barcelona, Valencia, San Sebastián o Bilbao regularon los usos turísticos, pero, del conjunto de ciudades de mayor población, Málaga ha sido la única que no ha regulado nada, ni ha utilizado el vigente PGOU para impedir la coexistencia de los usos turísticos con las viviendas tradicionales, a pesar de que el Plan lo permite.
Y sin embargo fue la primera ciudad que ya en 2010 hizo publicaciones sobre la necesidad de mantener el equilibrio urbano y preservar la capacidad de carga de la ciudad respecto al turismo. También fue la primera ciudad española que en 2017 georreferenció la ubicación de las actividades turísticas, hoteles, apartamentos y viviendas turísticas, y propuso la aplicación del PGOU por una parte, y la regulación de la presión turística diferenciando zonas saturadas de zonas de un crecimiento máximo del 10% del techo construido por tramas urbanas. Hasta el nuevo Coordinador General de Urbanismo y Vivienda reconoció recientemente en el Colegio de Abogados no entendía por qué el Ayuntamiento no regulaba los usos turísticos cuando había una propuesta del OMAU desde 7 años. La reciente Instrucción municipal, aunque bienvenida para coordinar Ayuntamiento y Junta de Andalucía, no aporta nada nuevo en la regulación urbanística que ya tenía el Plan General, y en todo caso ensombrece la cuestión de su falta de aplicación.
Siempre se debería hablar de usos turísticos genéricos, ya que la presión es global. Aunque el foco principal sean las viviendas turísticas, también debemos considerar hoteles y apartamentos. Los recientes datos del INE, solo para Airbnb, situaba a 5 barrios de Málaga entre los 10 con mayor densidad turística de España. Y los niveles de presión turística de La Merced, Carretería, Centro Histórico, cuadruplicaban los niveles de las ciudades históricas de Barcelona, Valencia o Santa Cruz en Sevilla, siendo algo menor las densidades en Lagunillas y Pedregalejo-El Palo.
El crecimiento de viviendas de uso turístico en Málaga (11.147 viviendas y 58.754 plazas) es de los más extremos de España (2.141% en los últimos 8 años). Ya hemos visto que teniendo una población tres veces más pequeña que Barcelona (9.411 viviendas y 56.745 plazas), tenemos más viviendas y plazas turísticas que la capital catalana. De la misma manera ocurre también comparativamente con Sevilla (8.905 viviendas y 43.590 plazas) o Valencia (5.794 viviendas y 34.935 plazas).
¿Cuánto tiempo más va a tener que soportar la ciudad esta situación de falta de atención de los intereses generales? Este proceso histórico sí que se estudiara en los libros de historia, de sociología o de planeamiento urbano, donde la negligencia municipal coincide con la codicia, no ya de los grandes tenedores o inversionistas, sino de los pequeños propietarios que en la búsqueda de una renta, se olvidan de sus vecinos y de los problemas de convivencia que puedan tener con los turistas.
Discrepar de este modelo turístico no es, como señalaba también recientemente el presidente de la Diputación, un sentimiento antimalagueño. Posiblemente la mayoría de la población está acostumbrada a vivir con y del turismo, pero no de este modo depredador con el medio natural, de salarios bajos y que además dificulta de manera extrema encontrar una vivienda asequible. No se alientan campañas contra el turismo, sino contra la política turística obsoleta e insostenible, que no distribuye la riqueza que genera. Se trata de escoger entre la ciudad habitada y compartida y la ciudad ocupada que nos niega el derecho de ciudadanía.
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