Código rojo: prevenir la sequía

Las reservas hídricas se encuentran al 30% de su capacidad

El problema de escasez de agua asciende al plano estructural

El pantano de La Viñuela al 15% de su capacidad
El pantano de La Viñuela al 15% de su capacidad / Javier Albiñana
José Damián Ruiz Sinoga

11 de febrero 2022 - 06:00

Málaga/Conforme ha ido avanzando el año hidrológico se ha ido extendiendo la preocupación primero entre los agricultores, después entre los gestores y definitivamente ya en toda la ciudadanía. La sequía que inicialmente empezó a afectar algunas zonas concretas de la provincia se ha ido generalizando, y si una de sus características es su variabilidad espacial y temporal, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que una gran parte de España está en sequía. Andalucía, como territorio meridional, sufre ya especialmente sus consecuencias y las principales reservas hídricas están frisando el 30% de lo que debieran. La dependencia de los recursos pluviométricos es absoluta, y lo peor puede ser que estemos ante los pródromos de una enfermedad estructural.

La provincia de Málaga, especialmente compleja por padecer una excesiva demanda de recursos hídricos, fue precisamente por eso pionera en mostrar serios indicadores de déficit hídrico a los que se ha sumado ya una sequía generalizada. En Marbella, si en la actualidad se han recogido 122 litros, hace justo un año eran 340 litros, es decir, la mitad de las precipitaciones que se recogen anualmente allí. En Málaga llevamos un acumulado de 37, cuando hace un año era de 243, esto es casi la mitad de los 451 que se recogen de media anualmente. En el entorno de los embalses del Guadalhorce, se han recogido 81 cuando hace un año eran 286, siendo la media anual de 449. Pero es en la Axarquía donde la situación es más preocupante, puesto que en lo que va de año apenas si se ha acopiado el 20% de la precipitación respecto a la misma fecha del año pasado. Mas alarmante aún respecto a la media pluviométrica anual, en donde estos valores apenas si supondrían el 10%. Es indudable que estamos ante una sequía meteorológica, derivada de una escasez continuada de las precipitaciones, y sobre una situación que ya empezaba a ser estructural en cuanto a escasez de recursos. El anticiclón que se instaló nada más pasar la Navidad al oeste de la Península no ha dejado entrar prácticamente ningún frente y en algunos puntos llevan más de 25 días sin precipitación por encima de 1 mm. Una situación de bloqueo anticiclónico más propia de verano y que en nuestro caso impide que pueda entrar cualquier masa de aire húmedo procedente del suroeste, que es la que más precipitaciones puede generar.

Pero el principal problema es que esta sequía meteorológica está dando origen a otros tipos de sequía y ya afecta a áreas más extensas. En los dos grandes complejos de acopio de agua en la provincia, los embalses de la Viñuela y Guadalhorce, el nivel de reserva del agua es la mitad que el que había hace exactamente un año, y no llega al 30% de la media de los últimos 10 años. Empezamos ya a hablar seriamente de sequía hidrológica, puesto que está relacionada con periodos de caudales circulantes por los cursos de agua o de volúmenes embalsados por debajo de lo normal. Una importante reducción en la disponibilidad de agua superficial y subterránea, respecto a los valores medios, que ya impide cubrir las demandas de agua al cien por cien. Y es ahí cuando comenzamos a transitar peligrosamente hacia lo estructural, es decir, la relación entre recursos disponibles en función de una desbordada demanda. Como dato, una hectárea de aguacate consume con el actual sistema de riego el equivalente a la precipitación que se produce en 1,34 hectáreas. Es decir, aunque toda la precipitación estuviese destinada exclusivamente al riego de aguacates, no solo haría falta mas agua para cubrir la superficie actual de aguacates, sino que no se cubrirían otras demandas.

La sequía meteorológica es previa a la sequía agrícola, puesto que la escasez de agua en el suelo genera un déficit de humedad en la zona radicular de los cultivos para satisfacer sus necesidades hídricas en un lugar y en una época determinada, no es posible establecer umbrales de sequía agrícola válidos ni tan siquiera para un área geográfica. Esto, que en ámbitos de cultivos en secano va ligado a la sequía meteorológica con un pequeño desfase temporal dependiente de la capacidad de retención de humedad del suelo edáfico, en cultivos de regadío, está indisociablemente unido a la sequía hidrológica. Y tras ella, a la sequía socioeconómica, puesto que este sector ya está padeciendo restricciones del suministro de agua, con consecuencias económicas, laborales y sociales desfavorables.

En Málaga, la creciente presión de la actividad humana sobre el recurso agua hace que cada vez sea mayor la incidencia de la sequía socioeconómica, con pérdidas económicas crecientes. Y ya para esta, dado que apenas se han aplicado estrategias preventivas, solo son posibles las soluciones curativas y de emergencia. Estamos ante una seria y critica situación estructural, de tal intensidad que, aunque volviese a llover con valores normales y se recuperasen los registros estadísticos, el consumo, y la demanda de agua seguirá siendo excesivo, con lo que difícilmente los grandes reservorios de agua, los embalses, volverán a llenarse, y así la vulnerabilidad territorial de cara al riesgo de sequía seguirá siendo muy alta. Ni hay ni habrá agua suficiente para regar subtropicales sin limite, agua para la agricultura, agua para una actividad turística creciente, agua para la población en crecimiento…Los fondos de resiliencia y recuperación pueden jugar un importante papel en este sector, pero sin un plan de ordenación de recursos hídricos previo que marque los limites del actual crecimiento incontrolado, que lo regule, y optimice los recursos hídricos, será muy difícilmente financiable por las autoridades europeas. Hemos de hacer estos deberes, empezando por prevenir la siguiente sequía, pero no parece que la reciente decisión del Parlamento Andaluz respecto a los regadíos del entorno Doñana vaya en esa línea. Confiemos que la Comisión Europea y la Unesco pongan orden en semejante desatino. Ellos a lo suyo, mientras estamos en código rojo.

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