De Coín al espacio: una empresa cultiva el mismo alga que comen los astronautas
Alejandro Carrillo dirige una de las pocas compañías de toda España que produce alga espirulina, el superalimento que utiliza la NASA y consumen deportistas como Messi, Cristiano, Benzema o Djokovic
Cacao puro desde Ronda para Europa
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Es uno de los alimentos que toman los astronautas de la NASA durante sus misiones espaciales. Su primera referencia escrita, a cargo de los conquistadores españoles, relata que ya era consumida por los aztecas. Y, para colmo, una de las pocas empresas de todo el país que lo cultiva (a lo sumo habrá un par de decenas) está nada menos que en Coín. Puesta en marcha en tiempos de la pandemia, Revival Spirulina, especializada en la producción y comercialización de alga espirulina, está capitaneada por Alejandro Carrillo, de 36 años, quien se ha trazado como objetivo darle una vuelta de tuerca a la identidad de este producto, con una nutrida presencia en las herboristerías como suplemento por sus múltiples propiedades, pero todavía un gran desconocido para el público general y el universo gastronómico, donde su impulsor en tierras malacitanas le augura un largo recorrido.
El motivo de este ostracismo, cuenta Carrillo, se encuentra en que "el 98% de la producción mundial es industrial". Y ya se sabe que nada como lo artesanal para ganar en calidad y sabor. "El principal productor es China. El problema de la espirulina que viene de allí es su elaboración. La cosechan y secan a 180 grados. A esa temperatura se quema y se reduce a polvo. Eso le da un gusto muy fuerte y amargo. Sabe a rayos". Tanto es así que la forma más extendida de consumirla es en formato píldora para engañar al paladar. "Cualquiera que la haya probado de otra forma no va a querer repetir", expresa Carrillo con total franqueza. ¿Pero por qué si casi toda la espirulina tiene mal sabor iba a estar buena la que él produce? Tras unos minutos de conversación, lo cierto es que tiene pleno sentido.
Aunque incluso en sus variedades menos sabrosas, hay que reconocerlo, sigue manteniendo sus bondades. Figura, nada menos, que en la lista de superalimentos, tan vigente en esta era del culto al cuerpo. Futbolistas de alto nivel como Cristiano, Messi o Benzema, así como el astro serbio de la raqueta Djokovic, la han incluido en su dieta; atletas olímpicos cubanos la han probado para mejorar su rendimiento; y varias ONG las usan en sus campañas en África para luchar contra la malnutrición gracias a su alto contenido en proteínas, vitaminas como la B12, hierro, calcio, magnesio... y sus poderes antioxidantes, antiinflamatorios o antienvejecimiento. Toda una serie de aspectos positivos que ya reseñaron la ONU y la OMS hace años, designando la espirulina como uno de los alimentos del futuro.
Volviendo a la artesanía, cabe decir que esta alga microscópica (mide 100 micras, no es, hablando en plata, un alga convencional como las que se ven al bañarse en la playa, sino que hay que filtrarla) es cultivada por Carrillo usando el líquido elemento de la Sierra de las Nieves. Porque, en efecto, se trata de un alga de agua dulce (pese a que puede sobrevivir con otras condiciones), lo que no le suma sino un puntito de exotismo en estas latitudes con la mirada tan puesta en el mar, y tan poco en los recursos fluviales. "Uso agua del río Grande. Son muy duras, con muchos minerales. Al contrario de la que se recomienda para beber, esta concentración tan alta le viene genial. Otra cosa muy positiva es que necesita poca, y casi no genera desechos". Pero lo que de verdad marca la diferencia para conseguir la calidad es el secado.
Por eso mismo, además de por tener a mano las aguas del Grande, este joven marbellí eligió Coín para instalar su empresa. "Busqué por todo el Valle del Guadalhorce hasta que encontré esta finca. No tengo ninguna vinculación con el municipio. Es que necesitaba un sitio en el que hiciera calor". Estas algas se cultivan en balsas dentro de invernaderos donde en los meses de verano pueden llegar a superarse los 50 grados y hay que poder secarlas a temperatura ambiente a unos 30. Este detalle es de suma importancia: echando la vista atrás casi se puede decir que podría haber echado por tierra el proyecto.
"Toda esta idea empieza cuando trabajaba para otra empresa, especializada en marisco, en Latinoamérica e hice un viaje de mochilero por países como Nicaragua o Guatemala". Carrillo, acuicultor de formación, sabía ya y tenía interés por el mundo de las microalgas, pero llegó a pensar que este tipo no podía producirse en España, puesto que la espirulina necesita un calor tropical. "En Perú vi que crecía de manera natural en el lago Huacachina. Porque sólo lo hace por su cuenta en lagos volcánicos". Allí, en uno de los pocos puntos del planeta cuyas láminas de agua sulfurosas se llenan de una característica masa verde, podría decirse, tuvo una revelación. ¿Si se cultivaba en Francia por qué no en España?, se dijo. "Me cansé del otro trabajo y me lancé. Gasté mis pocos ahorros en montarlo todo". Acertó. "En Francia, la temporada de espirulina dura cinco o seis meses; en España, sube hasta siete u ocho".
A partir de entonces, tirando de la experiencia de sus estudios, pues hasta la fecha no la había tratado nunca, comenzaría una carrera por hacer la mejor espirulina, que su empresa comercializa ahora bajo distintas formas y el sello Sabor a Málaga. Los tradicionales comprimidos, mezclada con miel o levantamuertos, y en tiras crujientes. Esta última es la joya de la corona. Y la que tiene más posibilidades. "Son hebras o fideos. Los asiáticos no la hacen así. Es ideal para echarle a otros productos como una mermelada, un queso, un yogur, una tostada con aguacate, una ensalada, una crema de verduras...". Las combinaciones son casi infinitas. Sobre su sabor, lo medita unos segundos antes de responder, asegura que es complicado compararla. No se asemeja demasiado a otros alimentos. "Si acaso, cuando se come deshidratada, lo más parecido son las pipas de calabaza tostadas". Pero para saberlo lo mejor es probarla. Y no hace falta ir al espacio para ello.
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