Cómo contar el infierno
20 AÑOS DE 'MÁLAGA HOY'
Aún recuerdo, sin tener percepción de la gravedad, que sabía que aquella noche iba a ser muy larga
Málaga sin agua: retos y previsiones
Pablo Ráez, siempre fuerte
ERA media tarde del 30 de agosto de 2012 cuando comenzaba en el paraje conocido como Barranco Blanco (Coín) lo que parecía uno más de los típicos incendios de verano se convertiría en un verdadero infierno. Todo se complicó cuando se metió un levante especialmente fuerte mientras soplaba el terral al mismo tiempo, lo que hizo que se formara una especie de tornado en torno a la medianoche que levantó una columna de fuego que alcanzó los 5.000 metros. Fue un fenómeno muy extraño no conocido hasta ahora en España, que provocó una tormenta de pavesas de una enorme magnitud hasta el punto de que llegaron hasta el centro urbano de Marbella. Una auténtica tormenta perfecta de fuego que terminó en pesadilla.
Aún recuerdo, sin tener todavía en ese momento la percepción de la gravedad real del incendio, que sabía que la tarde-noche iba a ser larga. Cuando un incendio comienza por la tarde la posibilidad de que los medios aéreos controlen rápido las llamas antes del ocaso se reducen y eso ya hacía presagiar que debíamos esperar a la hora del cierre para tratar de escribir la información lo más actualizada posible acerca del incendio.
Las llamadas se sucedían en la redacción a medida que avanzaban las horas mientras el nerviosismo aumentaba con las noticias que llegaban. El pronóstico era grave y pronto descubrí que no iba a ser otro más de los incendios a los que en esa época estaba acostumbrada a cubrir.
Cuatro días y medio tardó en darse por extinguido aquel incendio. Cuatro días y medio en los que no hubo tregua para el descanso. Había que informar de la evolución de las llamas que obligaron a movilizar un dispositivo de extinción sin precedentes, formado por unas 1.100 personas, y que afectaron a 7.175 hectáreas forestales, más otras mil de superficie agrícola y urbana. Más de 5.000 personas fueron desalojadas de forma preventiva por el avance del fuego, que calcinó decenas de viviendas, vehículos, infraestructuras urbanas, parajes naturales, causó varios heridos y se saldó con dos fallecidos.
No, definitivamente aquel no fue un incendio normal. Fue un verdadero reto para las personas que se jugaron la vida para contener al infierno, para los que lo perdieron todo, para las administraciones que debieron dar respuesta a un fenómeno sin precedentes, para los periodistas que estuvimos en primera línea informando al minuto, para los cuerpos policiales encargados de investigar lo ocurrido y para la Justicia que debía juzgar uno de los siniestros forestales más graves ocurridos en España.
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