Denuncian con una concentración el aumento de casas de apuestas en los barrios de Málaga
Medio centenar de personas se han movilizado este sábado en Portada Alta, junto a un local situado frente a un colegio
Málaga/Alejandro Torre tiene 22 años y con 16 empezó a entrar en los salones de apuestas. "A los 18 ya tenía problemas con el juego, fue totalmente devastador tanto personalmente como en lo académico y laboral, en todos los sentidos, para mí y para el resto de mi familia", relata. Por eso, encabezaba este sábado la movilización ciudadana como portavoz de la Plataforma contra las Casas de Apuestas. Junto a él, medio centenar de personas han denunciado en la calle Cómpeta el aumento de estos locales en los barrios más humildes de Málaga.
"En ningún momento hacen nada beneficioso en los barrios este tipo de negocios, se instauran en las zonas con menos renta per cápita, donde existe una necesidad y se aprovechan de eso", considera Torres. También subraya que "estas casas están proliferando con la ayuda de la publicidad, tienen muchos medios, el sector del juego es enorme, en Andalucía recaudaron 150 millones de euros en impuestos".
Y esa promoción está muy enfocada en el público joven, lo que consideran aún más peligroso. "Cada vez son más jóvenes los que entran en las casas de apuestas, la publicidad está orientada a la gente joven, personajes públicos y deportistas publicitan este tipo de locales y los tenemos, además, cerca de los centros educativos", indica y agrega que en Málaga "no existe ninguna legislación que prohíba la implantación de estos locales junto a los colegios".
El portavoz de la plataforma reivindica la necesidad de pasar a la acción para erradicar conductas nocivas. "Lo más importante es que avisemos a la sociedad civil de que es un problema muy gordo, por cosas como esta uno se quita la vida".
Una adicción por la que llegó a deber más de 7.000 euros
Alejandro Márquez es un hombre nuevo desde que empezó la rehabilitación de su ludopatía. Ahora tiene 25 años, una hija y lleva tres años sin jugar. "Me inicié con mis colegas, cuando tenía 17 años empecé a jugar al póquer en casa, apostando 5 ó 10 euros", relata. Luego quiso ir a más, abandonó su grupo, empezó por su cuenta a entrar en estos locales aunque aún era menor de edad y las deudas se fueron acumulando.
"He estado siete años jugando sin poder salir, te vas metiendo en un pozo sin fondo, necesitando cada vez más dinero, le mientes a tu familia, a tu pareja, robas y haces miles de historias solo para jugar", confiesa y asegura que ha llegado a deber más de 6.000 y 7.000 euros.
Para Alejandro la ayuda de su familia fue crucial. "Si no es por ellos no salgo adelante", dice y apunta que ahora está luchando "para que no pongan los locales al lado de los colegios y que se elimine esa publicidad porque es un enganche total".
Las adicciones no tóxicas, al alza
Carlos Lobato es ex adicto a los videojuegos y comenta que "a partir del año 2000 se empezaron a generar muchas adicciones no tóxicas además del juego de azar, a las compras, a internet, al móvil, a los videojuegos…"
"Una adicción no tóxica te lleva a sentir lo mismo, no puedes dejar de jugar, no nos sentimos bien, llegan las depresiones. Yo me llegué a encontrar tan mal que me planteé quitarme la vida. Pensé que todo acababa porque no podía seguir viviendo de esa forma, toqué fondo pero reaccioné", indica este joven graduado en Ingeniería de Software.
Carlos se pasaba todo el día jugando. "Pero más que el tiempo lo peor era como me sentía, si no jugaba estaba pensaba en hacerlo, soñaba con ello, me afectó en todos los aspectos, era un estudiante de sobresaliente y en mis tres primeros años de carrera solo aprobé dos asignaturas", lamenta. Cuando lo dejó, se sacó las 38 materias restantes en tres años.
"No era yo el que no podía estudiar, sino que la adicción no me permitía hacerlo, dejé a todos mis amigos, a mi familia no quería ni verla, todo giraba en torno a la adicción", reconoce y ahora quiere apoyar al movimiento social contra las casas de apuestas en los barrios.
El movimiento demanda el cierre de los locales ubicados a menos de 500 metros de los centros educativos, la prohibición de publicidad en la vía pública y su restricción en medios de comunicación, así como el aumento de los controles e inspecciones, además de recursos públicos para la atención y rehabilitación de las personas que sufren esta adicción.
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