Construir una embarcación tradicional: una artesanía posible de mano de Astilleros Nereo

El Club de Remo del Instituto de El Palo alcanza un acuerdo para construir una jábega, como ellos, son muchos los que ya han hecho lo propio en este enclave

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Alfonso Sánchez-Guitard y Ricardo Domínguez empezando a construir la jábega. / M. G.

Málaga/No todos los días los amantes del mar tienen la oportunidad de construir una embarcación sirviéndose de sus propias manos y siguiendo las técnicas tradicionales. Es por esto que cuando marinos experimentados o recién echados a la mar (es indiferente) se enteran de que pueden hacerlo, no dudan en realizar los trámites necesarios para ponerse a ello. Eso sí: sin ninguna prisa y paladeando la experiencia. Al cabo, esa es la idea.

Uno de los sitios resilientes que mantiene viva esta práctica es Astilleros Nereo, que es a su vez una de las pocas carpinterías de ribera operativas en todo el territorio español, y que, además, permanece instalada en el mismo sitio en que se levantó en su día: a los pies de las olas, justo al término del paseo marítimo de Pedregalejo. El mismo que lleva años poniendo en entredicho, sobre el papel, parte de sus instalaciones; pero que después de tanta burocracia y tanta lucha administrativa ya no les quita el sueño.

De esta manera, lo que verdaderamente centra la labor de Nereo es la construcción naval, que tiene por objeto embarcaciones de distinto tipo, así como restauraciones de naves más o menos emblemáticas.

Y lo hace abriendo sus puertas a todo el que esté dispuesto a aprender. Ellos proporcionan las herramientas y enseñan la técnica (lo que oficialmente se llama formación no reglada), mientras que los interesados abonan una cuota de 900 euros por de todos los materiales necesarios y otra mensual de 50 hasta el término de los trabajos.

En cuanto a tipo de embarcaciones que ofrecen, los más recurrentes hasta el momento han sido los botes de vela latina, aunque han ampliado esta formación a las jábegas.

Precisamente, la nave por la que se ha decantado el Club de Remo del Instituto de El Palo, una de las últimas organizaciones en hacer efectivo su acuerdo con Astilleros Nereo, y que reafirma su compromiso con los valores marineros, tan característicos del barrio, ahora también manchándose las manos de serrín.

En este sentido, el secretario general del club, Ricardo Domínguez, explica que la causa principal de la decisión, aparte de "por interés por el remo de toda la vida", ha resultado ser utilitaria, toda vez que en estos momentos no disponen de ninguna embarcación de estas características que puedan utilizar sus casi 100 socios. Sí otras como, por ejemplo, dos llauts.

Por el momento, no cuentan con muchos detalles, puesto que el proyecto se encuentra en una fase incipiente, aunque sí estiman que tanto él como otro socio, aún por determinar y que irá rotando, se pondrán a ello "dos días por semana, tres o cuatro horas cada uno", lo que, calculan, les supondría "unos 10 u 11 meses" de labores.

Lo que sí saben bien, en Nereo, es que no son pocos los que llaman por teléfono o portan por allí para iniciarse en labores de este estilo. Tanto es así que su espacio físico, según indica Alfonso Sánchez-Guitard, propietario de este emplazamiento, se encuentra ya próximo a alcanzar su máxima capacidad, al menos en lo que a botes de formación se refiere.

Una tarea que, según explica Sánchez-Guitard, no se circunscribe solo a pegar maderos, sino que tiene en cuenta aspectos muy concretos como son "los valores etnológicos", de manera que se procura que todo esté perfectamente encuadrado en Málaga.

Los troncos, por ejemplo, salen directamente de los Montes de Málaga, para después pasar dos meses curándose en sus instalaciones (aunque, naturalmente, se alternan con otros de hornadas anteriores).

A continuación, llega la hora de dar forma a las embarcaciones con la creación del esqueleto, las inserción de las cuadernas o, no menos importante, el calafateado final. Una "técnica milenaria de la que se deja constancia ya en la biblia" y que consiste en impermeabilizar la superficie con una solución de cáñamo y brea.

El resto, habrá de descubrirse in situ, siguiendo las técnicas ancestrales, y con la mirada puesta en el mar.

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