Coronavirus Málaga: Trabajadores sociales, la ayuda invisible y clave en la pandemia
Profesionales del Hospital Regional explican su labor para resolver problemas de los pacientes durante esta crisis sanitaria
Málaga/Los centros sanitarios no sólo curan cuerpos. También intentan resolver problemas sociales de sus pacientes. Personas mayores, sin hogar, en exclusión e incluso normalizadas sin una red de apoyo porque están solas encuentran en los trabajadores sociales de la sanidad un apoyo fundamental para afrontar su recuperación. Es una labor silenciosa, poco conocida y casi invisible de los centros sanitarios, pero que ha sido clave durante la pandemia.
Desde gestionar el enterramiento de fallecidos por Covid sin recursos (tres casos), buscar residencia para mayores que al alta no estaban en condiciones de volver solos a sus domicilios (ocho), repatriar a pacientes que salían el hospital (seis), tramitar bajas en la Seguridad Social o convencer a personas que vivían en la calle que dado el estado de alarma debían aceptar la plaza en el Centro de Acogida (12) hasta reconciliar a familias para que se hicieran cargo del abuelo convaleciente a fin de que no regresara solo a casa (19).
Estos datos corresponden al Hospital Regional. Son apenas algunos ejemplos de la labor imprescindible de los trabajadores sociales para complementar la faceta asistencial, ya que de nada sirve sacar adelante a una persona en la UCI si a su alta no tiene condiciones sociales ni vivienda para completar su recuperación.
“Nunca habíamos vivido una situación como la de esta pandemia. Es lo más duro que hemos pasado. Salimos con rasguños, pero con la satisfacción de haber ayudado a muchas personas”, se emociona María del Mar Sepúlveda, trabajadora social del Hospital Regional.
Y según precisa el coordinador de la Unidad de Trabajo Social, Juan Antonio Torres, no han sido pocas. Han ayudado a medio centenar de pacientes con coronavirus y a unos 200 de otras patologías. En síntesis, sólo en los pabellones A y B del Regional –sin contar el Materno y el Civil–, la unidad ha dado un apoyo invisible y fundamental a unos 250 enfermos cada mes.
El perfil de la mayoría de estos pacientes ha sido el de personas sin hogar o mayores sin redes familiares. Pero la trabajadora social destaca también el caso de enfermos jóvenes hospitalizados, normalizados, pero sin familia en Málaga a los que han tenido que tramitarle la baja. “Hubo un paciente joven que no dormía por la situación y que estaba angustiado porque no podía llevar su baja. No era una persona en exclusión, pero necesitaba nuestra ayuda”, agregaba la trabajadora social.
Ambos profesionales agradecen la colaboración con el hospital del personal de las oficinas de Empleo, del Ayuntamiento de Málaga, de la Inspección Médica y de muchas otras instituciones así como de los trabajadores sociales de los centros de salud durante la pandemia. Sepúlveda resalta la “colaboración tan estrecha y tan buena” del Servicio de Emergencia Social y Centro de Acogida del Consistorio malagueño. “Hemos trabajado codo con codo y gracias a ellos hemos dado una salida digna a muchas personas”, sostiene. Torres añade:“Llamábamos del hospital y hemos tenidos las puertas abiertas en las instituciones. Todos han intentado ayudar”.
En todo el complejo hospitalario –los pabellones A y B, el Materno y el Civil– hay 15 trabajadores sociales. Durante esta crisis sanitaria han tenido que dar respuesta a las situaciones sociales de pacientes afectados por el coronavirus sin desatender los problemas de los no Covid. “El trabajo social sanitario tiene mucho valor. Somos la parte menos visible del hospital, pero la Unidad hace una labor muy necesaria”, reflexiona Sepúlveda.
Aunque no son sanitarios, más de una vez estos profesionales también tuvieron que ponerse los monos de protección –los EPI– para hablar con pacientes infectados con coronavirus. Han hecho además de nexo de unión entre los enfermos –que estaban aislados– y sus familiares –que no podían entrar a verlos–. Facilitar una videollamada no era tan complicado como buscar una plaza en una residencia para un abuelo sin familia que no podía regresar convaleciente y solo a su casa, pero también era una forma de ayudar, de acompañar, de aliviar a las personas ingresadas y a sus seres queridos. Allí han estado los trabajadores sociales.
Durante el estado de alarma, cuando todos debían estar confinados, estos profesionales también le han buscado plaza en el Centro de Acogida a personas sin hogar que estuvieron ingresadas en el hospital. Y lo difícil no era eso, sino convencerlas –pese a su situación de exclusión o desestructuración– de que debían abandonar la calle y alojarse en el recurso que les estaban ofreciendo.
O la nada fácil tarea de intermediar entre familiares –casi siempre hijos o hermanos– para que se hicieran cargo de una persona que tras el Covid u otra patología, al alta, no tenía la misma autonomía que antes para seguir viviendo sola en su casa. Aseguran que la mayoría lo ha entendido y ha arrimado el hombro.
Sepúlveda y Torres son apenas dos trabajadores sociales de la sanidad pública malagueña. Antes, durante y después del Covid, este colectivo ha ayudado de forma silenciosa a cientos de personas. “Con las fronteras cerradas, la movilidad bloqueada y la gente confinada, los que estábamos en el hospital, teníamos que dar respuesta”, explica la trabajadora social. Y resalta que en estas circunstancias excepcionales ocasionadas por la pandemia era donde más se necesitaba y se ponía en valor el trabajo social sanitario.
Estas líneas pretenden poner el foco sobre esa labor y reconocer el compromiso del colectivo con los pacientes. Porque aunque su trabajo pase más desapercibido, es un engranaje más de la maquinaria asistencial que vela por la salud de todos.
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