Fernando Arcas, historiador y ex dirigente del PSOE de Málaga

Crisis de la democracia, extrema derecha y defensa de la ciudadanía

El socialismo ha asimilado mejor que los conservadores la restructuración política que ha seguido a la crisis de sus respectivos críticos, Podemos y Ciudadanos

Imagen del salón de plenos del Parlamento
Imagen del salón de plenos del Parlamento / M G

06 de septiembre 2024 - 13:28

El apego emocional profundo a la democracia como factor decisivo del voto, como actitud cívica, tan indiscutible en la primera etapa de la historia constitucional española, ha pasado a un plano secundario. O, al menos, no es ya un elemento trascendental en las nuevas generaciones. Salvo excepciones, quienes vivieron el tardofranquismo y la transición, son inasequibles al desaliento democrático, y por más que hayan presenciado los graves desengaños del sistema, su vinculación emocional, enraizada en la lucha antifranquista o, incluso, en la empresa representada por el suarismo, forjaron una consistencia democrática prácticamente indestructible, que sólo desaparecerá con esas generaciones irrepetibles.

El panorama actual es muy diferente, y hace por eso mismo tan difícil el análisis social del voto, y comprender los fenómenos de rechazo del sistema, su puesta en cuestión por las derechas extremas. La democracia, su defensa, en este proceso, ha perdido fuelle social, y consistencia participativa, reflejada en el abstencionismo político, electoral y asociativo, en especial los que se refieren precisamente a las clases populares, donde no se aprecian respuestas proporcionales a la amenaza de pérdida progresiva de derechos sociales y económicos fundamentales del Estado del bienestar.

Sin embargo, el socialismo ha asimilado mejor que los conservadores la restructuración política que ha seguido a la crisis de sus respectivos críticos, Podemos y Ciudadanos. El PSOE gobierna con apoyos parlamentarios complejos, pero gobierna y gestiona, mientras que el PP no acaba de encontrar una vía eficaz y productiva de oposición, al menos a escala nacional. Y para hacer más grave el asunto, los aliados del Partido Popular donde gobierna -la derecha extrema- forman parte privilegiada de esta contestación emocional y política del sistema democrático y de sus valores esenciales de derechos humanos, como está ocurriendo en el corazón de Europa. El anterior líder popular, Pablo Casado, fue forzado a dimitir precisamente por plantarse ante la extrema derecha -“hasta aquí hemos llegado”-, y por intentar un pulso a la representante de la línea dura de los conservadores en la Comunidad de Madrid.

La cultura histórica advierte del riesgo de los movimientos autoritarios y sus agendas políticas ocultas. La historia de los años 20 y 30 es la de un proceso “inevitable” de ascenso de los fascismos, electoral en unos casos, y por la fuerza en otros, como en España. Lo inquietante, lo que preocupa a los historiadores, es eso: que fue un movimiento inexorable ante el que fue imposible oponer una estrategia defensiva eficaz. Lo hicieron, sencillamente, porque pudieron. Y, en el caso de la Alemania de Hitler, con la participación decisiva de la derecha conservadora. Pensaron que a Hitler se le podía utilizar en su favor ante la amenaza de las izquierdas, simbolizada por las repercusiones de la revolución soviética de 1917.

Estas actitudes conservadoras y, especialmente, las de la derecha extrema, forman parte hoy de una coyuntura nueva, pues en historia partimos de la base de que ésta no se repite nunca de la misma manera. Pero, por otro lado, el pasado es la fuente más rica que tenemos para pensar mejor y afrontar los retos del presente. El pasado, como se dice en El Quijote, funciona como advertencia del futuro.

Culturalmente, la mejor defensa de la democracia no es otra que contar con una ciudadanía activa. Esta se forja inicialmente en la escuela y en la familia. Y en un estado democrático, debería ser obligación de los poderes públicos fomentar, además del acceso universal y la calidad de la educación, la transmisión de los valores democráticos a las nuevas generaciones mediante la educación en la ciudadanía. No se valorará nunca suficientemente la gravedad del error de haberse suprimido esta formación en la responsabilidad cívica por los gobiernos del Partido Popular: haber secuestrado del ámbito escolar la difusión de esta cultura del valor de la ciudadanía, ha contribuido a la deriva de las nuevas generaciones hacia el desapego democrático.

El otro pilar fundamental de la democracia española son los partidos políticos, y las instituciones que estos gestionan. Ha habido un proceso sistemático y largo de desprestigio social de ambos, en que han participado activamente grupos de presión interesados en debilitar la democracia, para que pierda su valor transformador. Los errores de los partidos, de sus dirigentes, y del funcionamiento institucional, han sido aprovechados no para resolverlos con los medios de la democracia, con más democracia, sino para utilizarlos en su desprestigio. Esa labor interesada, que ha llegado ahora a su culmen, ha perjudicado especialmente a los gobiernos de la izquierda, que necesitan el concurso de una activa ciudadanía, porque históricamente en España están alejados de la realidad del poder, como escribió Manuel Tuñón de Lara.

Desde el punto de vista de la historia, lo más preocupante hoy para nuestro país, y para Europa, es el ascenso de la derecha extrema. Lo que la caracteriza en España es su habitual y explícita reivindicación del franquismo. Es, pues, cultural y políticamente, una derecha franquista, sin los tapujos, ni las reticencias manifestadas aun en ocasiones por el Partido Popular, al que llaman “derechita cobarde”. Sería una variable fundamental a incluir en las agendas de todos los partidos democráticos, incluido el Partido Popular, que tiene ante sí el dilema del conservadurismo en tiempos autoritarios, como éste de ahora: decidir ser autónomos de la derecha extrema, o hacer de introductores de la misma eespacios de poder político. Esta es, como ya se plantea en el corazón de Europa, la gran cuestión política del momento

PD. Respondo al lector/ra que piense que el socialismo también ha introducido en ámbitos de poder fuerzas cuestionadoras del sistema. Hablo en términos de perspectiva histórica: la izquierda nunca ha destruido el sistema de libertades en España. La derecha, dos veces en el siglo XX, y lo ha intentado una tercera, en 1981.

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