La crisis nos trastorna

salud La incertidumbre laboral incrementa las consultas de psicología relacionadas con síntomas de estrés y ansiedad

La actual situación económica dispara los trastornos de ansiedad derivados de los problemas laborales · La dificultad para conciliar el sueño, los problemas de concentración y la falta de apetito, entre los síntomas más frecuentes

Pacientes en una terapia de grupo con psicólogos.
Pacientes en una terapia de grupo con psicólogos.
Celina Clavijo / Málaga

05 de agosto 2012 - 01:00

La inestabilidad en el empleo, las rebajas salariales, la desmotivación social e incluso el mobbing o acoso laboral se encuentran ya entre las principales causas que motivan alteraciones emocionales, como cuadros de ansiedad y depresión. El miedo a un horizonte incierto ha propiciado que las visitas a los psicólogos por estos trastornos se hayan incrementado desde que se recrudeciera la crisis. La dificultad para conciliar el sueño, los problemas de concentración y la falta de apetito son algunos de los síntomas que presentan los pacientes.

La vicedecana por Málaga del Colegio de Psicólogos de Andalucía Oriental, Francisca Ruiz, percibe, desde hace varios años, una mayor angustia entre los malagueños, que se origina, en la mayoría de los casos, por el estrés laboral que implica "asumir más funciones y responsabilidades de las que corresponden". Pero también resultan evidentes signos de "dejadez y apatía", ocasionados por la "presión", que remolcan hasta una "situación de indefensión aprendida". A su juicio, el psicólogo es, en tiempos de crisis, "más necesario que nunca", aunque se sigue considerando "un artículo de lujo".

A veces el problema se agudiza por el miedo a ser embargados o por la "deshonra" que les supone quedarse parados. "Hay un estigma del desempleado. Pierde su categoría y parece que ya no es válido, cuando realmente se trata de medidas de reducción de personal", indica la psicóloga y mediadora familiar Adela Casado, quien reconoce que algunos de sus pacientes han desarrollado incluso fobias sociales. "Uno empieza a sentirse mal por la sobrecarga laboral o la pérdida de nivel adquisitivo a raíz de los recortes. Evita el contacto con los compañeros que siguen trabajando, puesto que se siente diferente, y esto conlleva un riesgo de exclusión", matiza. En este sentido, la labor de los psicólogos pasa por mostrar recursos a los afectados, de forma que valoren sus capacidades y, profesionalmente, refuercen los aspectos más descuidados. El objetivo es conseguir "que tomen las riendas de su vida en el marco de la inestabilidad económica".

Las informaciones contradictorias sobre cuestiones como la evolución de los mercados hacen mella en aquellos que más se preocupan por su futuro laboral. "Los mensajes que nos llegan no son claros", critica la orientadora. Pero el repertorio de sinsabores que sigue arrojando la crisis repercute incluso en los niños, que, a juicio de los especialistas, constituyen termómetros emocionales, ya que son capaces de impregnarse por completo del ambiente que en su entorno familiar se respira. Las continuas noticias relacionadas con el paro, que no hacen sino rezumar negatividad, crean "abatimiento y sensación de fracaso", señala la orientadora profesional. Percepciones que, a veces de forma inevitable, los padres "transmiten a sus hijos", lo que deriva en la "desmotivación" a la hora de estudiar y en el "pesimismo" al buscar el primer empleo.

La psicóloga María del Mar Parra advierte que el trabajo "es una fuente de seguridad en la persona". Para muchos, el empleo "lo es todo", de manera que, al perderlo, "se desfondan y se quedan sin sostenimiento". Sin embargo, los que están "peor en la sociedad", añade, no recurren a los profesionales.

El panorama económico incide además en el aumento progresivo de consultas relacionadas con adicciones, que en ocasiones se convierten en el refugio de la crisis. En el caso de hombres, la dependencia suele referirse a bebidas alcohólicas, mientras que las mujeres se ven afectadas por el consumo desmedido de ansiolíticos y antidepresivos, como consecuencia de la tensión originada a partir de fenómenos como la pérdida del empleo o la reducción de ingresos. Desde los últimos cinco años, cada vez son más los jóvenes, que, desanimados, sobre todo, por no encontrar trabajo, buscan ayuda emocional. "Aprendemos que tomando una copa sentimos placer y nos activamos. Lo que ocurre es que el efecto pasa y necesitamos volver a tomar otra", comenta Casado.

Los trastornos obsesivos compulsivos, en su consulta, han experimentado un aumento desde 2008. Entre ellos destaca la obstinación "con mejorar la formación" o estar "continuamente" pendiente del móvil. "Detrás se esconde una inseguridad, ya que los pacientes no saben cómo reaccionar ante una circunstancia complicada y necesitan estar comunicados", afirma la psicóloga.

Otro ejemplo, aunque no necesariamente provocado por el impacto de la crisis, es la llamada tricotilomanía, un síndrome que obliga a arrancarse el pelo de forma compulsiva y que, con frecuencia, encuentra su desencadenante en situaciones que provocan estrés y angustia. Este trastorno del control de los impulsos se ceba en mayor medida con la cabeza, a la que pueden seguirle otras zonas, como las cejas y los genitales. "Los enfermos no son conscientes de que lo padecen. Cuando se dan cuenta se han quitado todas las cejas", afirma Rodolfo de Porras, psicoanalista del gabinete PsicoAbreu de Málaga. El 75% de sus pacientes acude a consulta privada por trastornos relacionados con la ansiedad.

Según la psicóloga Laura López, la tricotilomanía suele iniciarse en la pubertad, aunque lo normal es que pase desapercibida, dado que se considera una "manía". "Antes de la crisis, el hombre ya cursaba este trastorno. Ocurre que su sintomatología, ante un estado de angustia, se intensifica", asegura. A este respecto, existen también otros casos de parálisis funcionales que no responden a un origen orgánico, sino psíquico, y que resultan "inexplicables" desde el punto de vista médico.

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