"No sé cuántas ni si serán con un tercer hospital o sin él, pero hacen falta camas"
El jefe de Anestesia del Clínico cree que también habrá listas de espera dentro de 30 años porque los medios tecnológicos para pruebas diagnósticas o tratamientos cada vez son más caros y no se puede gastar sin freno
José Sarmiento lleva 38 años trabajando como facultativo. Con esa experiencia se ha convertido en una enciclopedia sobre los avances de la Medicina de las últimas décadas. Cuenta, por ejemplo, que cuando llegó al Hospital Civil allá por 1970, la anestesia la ponía un enfermo psiquiátrico ingresado en el pabellón 21 bajo las instrucciones del cirujano de turno. Así que no era ninguna osadía que a un médico con la carrera recién acabada le propusieran asumir esa labor. Fue así como llegó a la especialidad y se convirtió en unos de los primeros médicos anestesistas de Málaga. Hoy es el jefe del Servicio de Anestesia del Hospital Clínico.
-De que el anestesista fuera un loco a que sea un médico ha sido un gran cambio...
-Sí, parece increíble, pero a principios de los 70 era así en toda Europa. Yo llegué por accidente, pero hoy no entiendo la Medicina sin el prisma de la anestesia. Y me gusta fundamentalmente por el postoperatorio, porque no sólo es permitir que un cirujano haga una intervención, sino ver los resultados de esa intervención.
-¿No siente vértigo al dormir a un enfermo?
-Yo he llegado a tener una angina antes de dar una anestesia. Era un paciente de una gran dificultad, tuve que anestesiarlo por segunda vez y no se me quitó el dolor hasta que el enfermo no se despertó. Vértigo, no; pero angina sí.
-Es que estar bajo anestesia es un poco como estar muerto...
-Digamos que ponemos a los enfermos en una situación límite de la cual tenemos que garantizarle la salida. Hay una definición de anestesia que es provocar un coma dirigido y reversible para proteger de la agresión quirúrgica. Pero volviendo a lo del vértigo, hay veces que cuando uno ve al enfermo, le da un pálpito.
-¿Alguna vez no ha podido sacar a un paciente de la anestesia?
-A un enfermo, en un sanatorio, los medios eran antidiluvianos y el paciente era obeso, mayor... La operación era de cataratas. Yo me pegué una pechá de llorar. Se pasa muy mal.
-¿Y con los que salen bien?
-La satisfacción es tan íntima que casi nadie es capaz de entender. Ya son muchos años, pero todavía sigo alegrándome cuando una anestesia me ha salido bien. Digo me ha salido porque uno pone sus conocimientos y el enfermo pone sus circunstancias.
-¿No le da envidia de que el cirujano se lleve las medallas?
-En absoluto. No tengo ningún problema por eso. A veces tienes a un enfermo seis o siete horas dormido y sabes que puedes controlarlo, despertarlo cuando tú quieras...
-¿Eso que se ve en las películas de que operan a alguien sólo dándole whisky no es posible?
-(Se ríe) Bueno, te cuento algo que es real. El cirujano de Napoléon tenía una habilidad para amputar en un minuto una pierna y lo hacía con frío como anestésico. Lo del whisky es un poco peliculero, pero aunque parezca imposible hasta 1840 y tantos no se concebía quitar el dolor para una intervención.
-¿Si fuese mujer, pediría anestesia en el parto?
-¿Por qué no? No hay que olvidar que cualquier técnica anestésica supone una agresión, pero siempre que la técnica no comporte un riesgo, el dolor no tiene por qué existir.
-¿El dolor se acepta como antes?
-El concepto histórico y psicológico del dolor ha variado mucho. Cuando hay una aceptación del dolor, duele menos entre comillas. El dolor varía según las épocas. Ha habido épocas en que la aceptación del dolor como fenómeno natural hacía que su tolerancia fuera mayor. Antes el dolor se traducía menos en sufrimiento que actualmente. Ahora, por lo más mínimo te tomas una cantidad de pastillas... La sociedad actual hace que no se acepte el dolor de ninguna manera. En 1800 y pico era pecado quitar el dolor en el parto. La Reina Victoria fue la quinta o la sexta paciente que se durmió con cloroformo para parir. Que un ginecólogo decidiera usar esa técnica y que la reina aceptara ir a contracorriente de toda Europa fue un paso importante. Hoy nuestra sociedad es menos tolerante al sufrimiento. Todo lo que podamos hacer para aliviar el dolor es bueno siempre que no haya riesgos.
-¿Hace falta el tercer hospital?
-Yo no me pronuncio. Sí tengo la percepción de que faltan camas. No sé cuántas ni cómo se consiguen, si con un hospital o ampliando otro. No tengo datos para decir lo mejor es esto. La Administración tiene que ver esos datos, analizarlos y sacar una conclusión, de un tercer hospital o ampliar los que hay. Pero camas faltan y creo que es necesario, de la forma que sea, ampliarlas. No me pronuncio en qué forma tienen que hacerlo. Que lo hagan como sea, pero deben ponerse a trabajar en eso si no están trabajando ya. La sanidad es un ogro que es capaz de engullir todo lo que se ponga por delante y la tecnología está subiendo tanto que las posibilidades de aplicar distintas técnicas se incrementan y se puede gastar infinitamente.
-¿Se hace Medicina defensiva?
-Se hace algo de Medicina defensiva.
-Eso no es bueno, ¿no?
-Es la sociedad actual... Se puede exigir que se pongan los medios, que se haga una buena praxis, pero no creo que se pueda entrar nunca en un quirófano con un certificado de garantía.
-¿Qué le parecen los casos Astapa, Malaya, Hidalgo?
-La sociedad ha evolucionado hacia aprovecharse de las circunstancias... eso va implícito en el ser humano, pero la corrupción se extendido tanto, se ha hecho una costumbre para obtener beneficio. El bypass [cortar camino] de la corrupción para obtener beneficios me produce sensaciones muy negativas. No me parece ético y la Justicia ya se encargará de decir que no es legal. Es una absoluta inmoralidad.
-¿Se baña en el mar cuando ve natas?
-No me gusta la playa, pero por supuesto que no. La contaminación se está haciendo muy generalizada, tanto en la playa como en el ambiente. En el ambiente no vemos las natas, pero hay monóxidos, emanaciones de gases...
-¿Es el precio del turismo y del desarrollo? ¿O no hay que pagar ese precio?
-Ahora mismo nos interesa pagar el precio que sea porque es lo único que tenemos. Se deben arbitrar los medios para que esto ocurra lo menos posible, pero es una consecuencia de esta masificación. Esa masificación para mí es mala, pero para los que tienen un negocio de hostelería es buena.
-¿Salió a la calle a festejar el triunfo de la Selección?
-No, estaba en casa. Cuando las semifinales iba deambulando y digamos que participé.
-¿Pero no saca la bandera?
-No, hasta ahí podíamos llegar. Me gusta el fútbol, pero me aturdía un poco tanto jaleo. Creo que en eso estamos sobrepasados. No sé por qué tienen que ir a la Cibeles a destrozar aquello. Estamos necesitados de cualquier excusa para salir a la calle. Y yo, ya no estoy en edad de ir por la calle gritando.
-¿Se jubila en tres años?
-¿Te soy sincero? Descansaré un poco. Intentaré mantener alguna actividad profesional para no desconectarme. Pero 38 años de trabajo y la presión asistencial que cada vez es mayor me hacen desear ese momento.
-¿La hipoteca le quita el sueño?
-No, no me quita el sueño. Me importa más por mis hijos. Yo creo que podré hacer frente a lo que me queda.
-¿Cómo imagina la sanidad dentro de 30 años?
-Uf. Seguro que con la informatización llevaremos la historia clínica encima, en una tarjeta. Y dentro de 30 años no imagino que vaya a haber menos presión asistencial porque la población sigue creciendo y la demanda aumenta en progresión geométrica. Además, dado que los recursos cada vez son más caros, van a ser menores. Porque esto tiene un techo, no podemos gastar sin freno. La demanda va a seguir siendo muy alta y los recursos no van a ser suficientes nunca para que podamos tener tranquilidad o para acabar con las listas de espera. No lo veo.
-¿Cree que Málaga tiene suficiente infraestructura cultural?
-Yo la he conocido peor. Actualmente hay si no un florecimiento, un resurgir; el Teatro Cervantes, la Filarmónica, la lírica... Siempre está lleno, la gente responde. Me parece un gran acierto el Museo Picasso, no sólo por lo que hay sino por lo que trae [las exposiciones itinerantes]. El Centro de Arte Contemporáneo, la Casa Natal de Picasso... Las estatuas de Rodin [en la calle Larios] me parecieron asombrosas. Ahora ha estado Berrocal. Yo creo que hay movimiento. Nunca es suficiente, pero se hacen cosas alrededor de la cultura en Málaga. Pero uno se puede contentar con eso.
-¿Que le parece la propuesta de jornada laboral de 65 horas?
-Eso no creo que lo puedan poner. Son muchas horas. Nos olvidamos que estamos aquí no para trabajar, sino que trabajamos para vivir, aunque a veces uno se obsesione con el trabajo. Eso supondría entrar a las 8:00 y acabar a las 20:00 ¿Cuándo vives? Se puede tirar con menos. Yo perdí la infancia de mis hijos por tanto trabajo y eso no debe ser. Yo entonces no tenía otra alternativa. Pero aplicar eso ahora es absurdo, no creo que haya que trabajar tanto para vivir.
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