Desescalada Málaga: El paciente que sopló las velas en la UCI

El último enfermo con Covid que salió del hospital HLA El Ángel confiesa que llegó a pensar que se moría

Francisco con su mujer, Socorro. / Javier Albiñana

Málaga/Sorprende su voz; vital, enérgica. Nadie diría que ha pasado 39 días en la UCI y que estuvo tres veces a punto de morir en las últimas semanas. Francisco Espada todavía camina con lentitud debido a la atrofia muscular provocada por la falta de movilidad durante los 81 días que permaneció ingresado en el Hospital HLAEl Ángel a cuentas del coronavirus. Y también, a causa de la medicación necesaria para que no rechazara el respirador.

A sus 62 años, Paco estaba sanísimo. Hacía ejercicio a diario y trabajaba como docente en el colegio Las Flores, de la capital. Pero a mediados de marzo empezó a sentirse “griposillo”. El día 17 de ese mes acudió al hospital El Ángel. Quedó ingresado. Un par de jornadas después, se ahogaba. Los facultativos que lo atendían decidieron llevarlo a la UCI.

Allí permaneció 39 días. Fue sedado, intubado y tuvieron que hacerle una traqueotomía. “Mis recuerdos son como una nebulosa. Hubo momentos en que pensé que me moría. Es algo raro y extraño, como una pesadilla”, describe. Enseguida alaba la labor realizada por todos los trabajadores del hospital. “No tengo palabras para agradecer la profesionalidad y el cariño de todo el personal. Los médicos son increíbles; estaré agradecido toda la vida”, comenta.

Destaca que la plantilla no sólo se preocupó por su salud física, sino también por apuntalarlo emocionalmente. De hecho, el 28 de abril cumplió los 63 en la UCI, unos días después de ser extubado. Ya estaba consciente, aunque debido al aislamiento no podía recibir visitas. Pero el personal se encargó de celebrarle el cumpleaños. “Prepararon pancartas; una auxiliar me trajo un dulce con una vela y desde detrás de una ventana, el resto me cantaba el cumpleaños feliz”, relata emocionado. Cuenta que también le entregaron dibujos hechos por sus nietos. Recuerdos todos que atesora “como oro en paño”.

Amigos y familiares de Paco a las puertas del hospital el día que le dieron el alta. / M. H.

Ahora que todo ha pasado, ya sabe que le dio “tres sustos a los médicos”. El tiempo que estuvo en la UCIlo pasó sedado; por lo tanto, inconsciente y ajeno a su delicado estado de salud. “Yo soy la que ha pasado todas las penas”, ríe ahora su mujer, María Socorro Fernández. “Me dijeron que se moría. Somos creyentes, así que empecé a rezar y rezar”, señala Socorro. Después de tantos momentos difíciles compartidos, ambos coinciden en que el personal de la UCI del hospital son su “familia adoptiva”.

"No tengo palabras para agradecer la labor y el cariño del personal del hospital”, dice

Ella tiene grabada a fuego la fecha en que volvió a verlo y a abrazarlo. Fue el 5 de mayo. Dice que se dieron un beso apasionado, “de novios”, como aquellos que se daban cuando eran unos adolescentes y empezaban a caminar juntos la vida. “Tres veces me dijeron los médicos que se iba, así que los milagros existen”, enfatiza Socorro. Francisco no tiene ninguna sospecha de cómo contrajo el virus. Pero le han dicho que estuvo tan grave porque tenía “mucha carga viral”. Recibió el alta el 5 de junio. Fue el último paciente con coronavirus del hospital.

Paco con su mujer y sus hijas, cuando pasó a planta. / M. H.

A la puerta le esperaban casi un centenar de amigos y familiares. Querían celebrar con él que había vencido al Covid. Salió con andador. Aunque hizo rehabilitación mañana y tarde las últimas semanas que pasó en el hospital, al alta aún estaba demasiado débil. Ahora ya se anima a caminar cogido del brazo de Socorro y haciendo pequeñas paradas para descansar. Sale a andar hasta con terral. Porque sabe que es fundamental para su recuperación dado que perdió más de la mitad de su masa muscular.

Complementa esos paseos con fisioterapia muscular y pulmonar por las mañanas. Allí se encuentra con Luis, otro paciente a quien conoció en Cuidados Intensivos del hospital. “Somos hermanos de UCI”, bromea.

Paco explica que tiene el sueño perdido: “Antes me tumbaba y me quedaba frito. Ahora lo tengo que conseguir a base de pastillas”. Y que le ha quedado miedo a contagiarse enfermedades. “Tengo aprensión”, admite. Todavía está algo débil. No sabe si cuando se recupere se atreverá a volver al gimnasio en el que entrenaba casi a diario. O si, dada su edad, volverá a trabajar. De momento no hace planes. Sabe que la vida puede cambiar en cuestión de instantes. Así que disfruta de sus dos hijas, de sus nietos y pasea cuanto puede, incluso bajo el terral malagueño, para recuperarse cuanto antes.

A modo de despedida, ambos reiteran las gracias a todo el personal del hospital. Paco comenta que su médico, Gonzalo Bentabol, dijo que no hacía falta aquel detalle que le dio cuando se iba de alta. “Me dijo que su mayor satisfacción era verme bien”, recuerda. Y en eso, todos los trabajadores que pusieron su granito de arena en su recuperación pueden estar tranquilos: Paco está muy bien.

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