El día que los zapatos de Yassim echaron a correr

Familias de acogida, el Materno y el Parque San Antonio colaboran en un programa para que menores de países pobres y con patologías graves sean operados en Málaga

Familias de acogida y niños que vienen a operarse a Málaga dentro del programa de la Fundación Tierra de Hombres.
Familias de acogida y niños que vienen a operarse a Málaga dentro del programa de la Fundación Tierra de Hombres.
Leonor García Málaga

19 de septiembre 2015 - 01:00

Yassim tenía cuatro años y nunca había podido correr. Una grave patología cardiaca le impedía casi hasta caminar porque se asfixiaba. La Fundación Tierra de Hombres trajo a Málaga a este niño marroquí, la familia de Teresa Guerrero lo acogió y los cirujanos del Materno lo operaron. Pocos días después de la intervención, el pequeño correteaba por los pasillos del hospital con sus zapatos nuevos.

"Decía que aquellos zapatos eran mágicos porque corrían. Fue increíble, le arreglaron el corazón y parecía que le habían puesto las piernas", recuerda Tere con emoción. Yassim se fue en junio pasado, curado, después de pasar siete meses en Málaga. Ahora, la familia espera la llegada en octubre de otro niño de Senegal que viene a ser operado también del corazón. "En la vida hay que moverse para que te pasen cosas. Yassim me ha dado muchas alegrías. Se ha ido y todavía sigo sonriendo cuando me acuerdo de él", comenta Tere.

La ONG lleva dos décadas trabajando para dar una oportunidad a niños de países pobres, con patologías graves. Los hospitales Materno y Parque San Antonio colaboran con el programa en el que también participan voluntarios y familias de acogida.

Fátima tiene 15 años y viene de Mauritania. Hace tres años, una infección destruyó su cadera. Desde entonces, necesita muletas para caminar. Todavía no ha entrado en quirófano porque le están haciendo los estudios previos. Dice que Remedios Morano, su madre de acogida, la cuida muy bien. "Y Paco [su marido] también", se apresura a aclarar.

Entre estas madres por solidaridad hay amas de casa, maestras, enfermeras, prejubiladas y pensionistas; unas más jóvenes y otras menos. Pero a todas les mueve el afán de poner su granito de arena. "Nuestros hijos biológicos han nacido de nuestra barriga. Estos niños han nacido del corazón. Son niños con dos madres, la de allí y la de aquí", reflexiona Reme.

La participación de las familias en el programa es completamente altruista. La Fundación corre con los costes del viaje y los hospitales, con los de la asistencia sanitaria. Las familias de acogida se hacen cargo de la manutención y los gastos escolares. "Son un hijo más", explica Reme.

Algunos menores llegan siendo bebés, pero otros recalan en Málaga cuando ya son adolescentes. Natalia Parra, responsable en la provincia de la Fundación, ha llegado a acoger a dos niños a la vez. Uno de ellos llegó con 5 años y se fue con 9. Unos procesos quirúrgicos son más largos y otros más cortos. A veces se solucionan con una sola intervención y otras necesitan muchas.

Las madres postizas cuentan que los niños generalmente aprenden rápido y bien el español. Donné, hijo de Rosario Gallego, es una prueba de ello. Mientras las madres desgranan sus historias, el pequeño va y viene al parque de bolas. Sorprende su perfecto andaluz.

Cuentan que apenas llegan, los más pequeños se tiran unos días llorando sin parar. Los que son más mayorcitos también lloran, "pero a escondidas". "Es que vienen a un mundo diferente. Les llama la atención la luz, el agua; no conocen a nadie...", comenta Natalia. Algunas de las intervenciones a las que son sometidos son vitales para su supervivencia; sobre todo, las de corazón. Otras les dan calidad de vida. Un niño, por ejemplo, logró recuperar el 60% de su visión. Otro, con incontinencia urinaria grave, pudo superar el problema.

Las familias de acogida respetan la identidad de los pequeños. Si son musulmanes, en su dieta no hay cerdo. Si es una adolescente que quiere llevar pañuelo, se lo pone. Todos se escolarizan; unos en guarderías y otros en centros educativos, en función de su edad. Reme explica que no es solo para que no pierdan su formación, sino también para que compartan vivencias con niños de su edad.

Aparte de las familias de acogida, la Fundación y los dos centros sanitarios que colaboran con la iniciativa, también están los cirujanos que ponen sus manos y sus conocimientos para ayudar a niños que de lo contrario estarían condenados a morir o a malvivir con su enfermedad. Enrique Ruiz, Carlos Ferrer, Ignacio Zabala, Lourdes Conejo, Beatriz Picazo, Victorio Cuenca, Antonio Recobedo, Antonio González, Esther Díaz y Moisés Mieles son algunos de ellos. La Fundación también resalta el apoyo de la Ortopedia Salas.

Detrás de cada niño hay una historia conmovedora. Cuenta Natalia que un día, Barry, uno de los pequeños que acogió, le preguntó por cuánto lo había vendido su madre biológica. Tuvo que explicarle que no, que lo estaba esperando en África, a que volviera curado. Por eso, las familias siempre piden que los menores traigan fotos de sus padres biológicos, para que no los olviden, para que tengan claro que no los han abandonado.

Lo más duro es la despedida, cuando los niños están recuperados y vuelven a sus países. "Es triste, como toda despedida", dice Rosario. Francisca Ruiz, que ha acogido a tres pequeños, acota: "Lo pasas mal, pero te queda la satisfacción de que lo has hecho por su bien". Porque, recuerdan, podrán notar una mejoría en su salud. Y, algunos, hasta descubrir la magia de unos zapatos que corren.

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