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Cada vez que llueve con mucha intensidad, la confluencia de las avenidas Velázquez y la Paloma es un río. Y otra vez se repetió. El entorno de la gasolinera Alaska, en Málaga capital, volvió a inundarse. Este miércoles por la tarde, aprovechando el respiro que dio el cielo, los vecinos achicaban agua y quitaban lodo.
"Aquí hay más agua que en los pantanos", bromeaba resignado Víctor Pérez mientras sacaba agua de un aparcamiento privado de la calle Cedrón en el que dejan sus coches casi 120 vecinos de la zona. Se alegraba de que la DANA, a ellos por lo menos, no les había dejado daños personales ni materiales. En comparación con Valencia, era consciente de que en este parking había pasado muy poca cosa y de que podían llorar con un ojo.
"Y sin llorar, p'alante y a achicar agua", afirmaba Víctor. De fondo, las bombas de la comunidad y otra que los vecinos habían puesto de refuerzo trabajaban sin cesar.
Casi todos los negocios de la zona habían cerrado, las calles estaban casi vacías y los restos de lodo daban fe de la riada que había pasado un rato antes. Algunos establecimientos tenían bolsas de arena u otros objetos en la puerta para atajar, no siempre con éxito, la entrada del agua.
La gasolinera Alaska estaba también cerrada. Nuevamente sufrió los efectos de la lluvia torrencial que descargó sobre la capital a primera hora de la tarde y se inundó la parte de los surtidores. A última hora de la tarde, el agua ya había desparecido, pero quedaba el barro, como por todas las calles del entorno.
A lo largo de la popularmente conocida como Carretera de Cádiz podía verse el fango. Esta vía, tradicionalmente muy transitada, estaba casi vacía. En parte por la suspensión del transporte público y también porque, haciendo caso a las recomendaciones, la mayor parte de la población se quedó en sus casas.
A pocos metros de allí, en la Iglesia Evangélica Ucraniana, Vladimir y otros hombres trataban de limpiar el local. Aunque tenían una tabla puesta en la puerta, la fuerza de la corriente acabó anegando las instalaciones. Otra vez se afanaban este miércoles en poner una chapa de más de medio metro para evitar futuros incidentes. Dentro, varias personas limpiaban e intentaban devolver la normalidad al lugar.
En la misma calle, Jerónimo de Bobadilla, dos parejas se esmeraban por recuperar sus coches, que se llenaron de agua hasta la altura de los asientos. Anastasia y Sergio no habían arrancado aún el vehículo. Ni se atrevían... Primero estaban quitando agua de dentro y los restos de ramas de la parte del radiador.
"Esperemos que funcione...", confiaba ella. Este martes llegó por la noche de trabajar y lo dejó en el único sitio que encontró. A primera hora de la tarde tenía casi medio metro de agua.
En la misma calle, un poco más allá, se repetía una escena idéntica. Cristina y Alejandro ya habían arrancado su coche. Funcionaba. Soltaba todavía un humo negro, pero parecía que no tenía daños.
Ambos son de Ciudad Real y se vinieron hace menos de un año a Málaga por trabajo. "Yo sabía que había alerta roja. Por eso lo aparqué donde había más vehículos, para que no me lo llevara el agua si llovía", comentaba ella. No se lo llevó, pero "le entró hasta por encima de los asientos".
Jesús Jurado también limpiaba barro. Previsor, puso una tabla de poco más de medio metro en la entrada de su local de trasteros. Algo de agua se le coló por la presión. Así que este miércoles por la tarde estaba fregona en mano, limpia que te limpia. Pero reconocía que otras veces había sido peor.
"A mí me ha entrado poca agua, pero por la tabla, que ha sido mi salvación", insistía. Añadía que "el Ayuntamiento ha hecho alguna alcantarilla" y estima que "no ha sido tanto esta vez". Decía que su padre recuerda cuando el arroyo de Las Cañas se desbordaba y en la zona el agua llegaba hasta la cintura.
Un poco más allá, muy cerca de la esquina de las avenidas Europa y La Paloma, Paulino Ortiz también trataba de que su depósito recuperara la normalidad.
Está en un sótano. Antes era un parking. El agua que bajaba hacia el mar, por las calles aledañas acabó entrando y anegando el local. Mediante bombas intentaban que el lugar volviera a estar en condiciones de uso.
En esta parte de Málaga capital, llueve sobre mojado. Por eso, un vecino de la calle Jerónimo de Bobadilla grababa este miércoles un vídeo cargado de ironía cuando el entorno de la gasolinera Alaska comenzaba a inundarse: "Ya ha empezado a entrar agua, ya vemos los contenedores flotando y la Carretera de Cádiz a tope [de agua]. Esto ya es un río".
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