Un escenario ideal para la música

El coro joven del Cármina Nova.
El coro joven del Cármina Nova.
A. Recio Málaga

31 de diciembre 2015 - 01:00

La espectacular sala María Cristina acoge a lo largo del año numerosos conciertos que cumplen las expectativas de los más exigentes. En este escenario, por tanto, la música no podía faltar, aunque fuera en la entrega de los premios de un diario. Y hubo para todos los gustos, desde la clásica hasta el son cubano mezclado con unos sentimentales Ojos verdes que pusieron los vellos de punta al respetable que abarrotó la estancia.

Diana Navarro ya fue Malagueña del Año en ediciones anteriores y el pasado lunes no quiso perder la oportunidad de arropar con su presencia a los galardonados este año. Aprovechando su visita y su especial simpatía, cogió el guante lanzado por el director de Málaga hoy, Antonio Méndez, y no dudó en cantar a capella la mítica Ojos Verdes que popularizara Concha Piquer y que en su voz no tiene nada que envidiarle. Al contrario, derramó pasión pese al atraco y a que era mediodía.

Unos minutos después, las voces angelicales del coro joven Cármina Nova, lideradas por su director, Diego González Ávila, no dejaron a nadie indiferente. El escenario era idílico y su interpretación de Et incarnatus est, una pieza anónima del siglo XVII, y La Virgen de Belén, una versión popular de Lécera, deleitaron al público asistente pese a la juventud de sus miembros. Entre ellos, curiosamente, se encontraban los hijos del barítono Carlos Álvarez, por lo que se pudo comprobar que el arte también puede transmitirse a través de la genética. Álvarez grabó un video para felicitar a este diario desde Génova, donde está interpretando Tosca, así como Pasión Vega o el actor Antonio de la Torre.

El broche final estaba en manos de Javier Ojeda y el acto se convirtió en una fiesta. Cantó tres canciones, una de ellas un son cubano, que levantaron al público de sus asientos y concluyó con Sabor de amor, un clásico de su anterior grupo, Danza Invisible, que dejó, valga la redundancia, un buen sabor de boca en todos los presentes ya que Ojeda les contagió con su vitalidad y entusiasmo sobre las tablas y hasta en el patio de butacas.

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