Examen a la limpieza de Málaga
Los vecinos coinciden en que muchos puntos están más aseados y hay que mejorar en civismo, pero reclaman más baldeo o el lavado de contenedores con mayor frecuencia, así como la recogida de muebles
Teresa Porras vuelve a echar la culpa de la suciedad a los malagueños: "En el Covid no había ni que barrer"
Salir de casa y pensar que tu calle podría estar más limpia es una sensación que, seguramente, haya tenido alguna vez una gran parte de los malagueños y un debate que cada cierto tiempo vuelve a tomar fuerza en la ciudad. Este pasado lunes volvió a retomar fuerza cuando la concejala encargada de Servicios Operativos, Teresa Porras, afirmó que la suciedad en los barrios se debe a la "falta de colaboración de los malagueños". Este periódico ha visitado distintos barrios de Málaga para poner a examen la limpieza de los mismos.
Para ello, en la mayoría de casos, ha contado con la compañía de sus representantes vecinales, que conocen mejor que nadie dónde están los principales problemas del lugar en el que viven. Cuáles son las calles que necesitan un mayor paso de operarios públicos o, por el contrario, en cuáles se ha mejorado más. La voz de los mismos es casi unánime a la hora de hacer reclamaciones, pero también de ensalzar otras actuaciones.
La percepción, a pie de calle es que, por lo general, los barrenderos trabajan de manera eficiente, aunque en algunos puntos reclaman un mayor número. En el lado contrario, la limpieza en profundidad del acerado para eliminar manchas más persistentes, baldeos, poda de árboles, recogida de muebles o la limpieza del interior de los contenedores copan sus peticiones.
No por nada ocupó La Luz durante el año el primer puesto como barrio más densamente poblado de Europa. Ese título, que hoy deja ya a otras latitudes, tiene certeras reminiscencias sobre las aceras y junto a los contenedores del barrio; a veces de forma positiva, otras no tanto. En la Avenida de La Luz espera Juan Cortés, presidente de la asociación de vecinos del barrio, "esta calle está impoluta, ya la ves, aunque sea del paso continúo de gente", afirma, aunque no tarda en llegar zonas que han visto con menos asiduidad agua, cepillo y jabón: "Esto no es un papel que haya tirado nadie", señala una gran mancha oscura sobre las losas de colores blanco y rojo que han mutado el tono.
"Me da hasta vergüenza –afirma mientras pasa por otra calle, esta limpia–, pero aquí tuve que llamar hace dos semanas a un trabajador de Limasam para pedirles que vinieran a baldear, no era normal". En La Luz, asegura, hay tres barrenderos, "aunque hacen falta por lo menos seis", que se ocupan "en lo que pueden, trabajan mucho, pero llegan a donde llegan". No es ese el único problema, los muebles, se agolpan junto a los contenedores, algunos, incluso, están manchados a juego con la solería que los soporta del tiempo que llevan. "Debían haber pasado el lunes por ellos, es jueves y ahí siguen, muchos se tiran semanas", afirma Cortés.
El de la recogida de muebles es uno de los puntos en los que Porras pidió más colaboración a los ciudadanos a la hora de que el espacio común se mantenga, "tenemos doce camiones, pero si tiran casas enteras a la basura en vez de llevarlas al punto limpio, en la primera parada del camión se acabó la ruta". A lo que se suma otros que, a pesar de tener un día asignado para su zona, acaban bajando el colchón o la mesa de comedor otro completamente distinto, denunció.
En Puerta Blanca el camión debía haber pasado a recoger muebles el jueves, pero el viernes por la mañana no es difícil ver armarios por partes, sillas, restos de sofás degastados o cajoneras que han pasado a mejor vida. "Por aquí parece que no pasa el camión", dice Cristóbal Peña, presidente de la asociación de vecinos del barrio. Sin embargo, más que los muebles, que también, lo que reclama Peña es que eliminen la mugre de las baldosas en el barrio, controlen a los roedores que, asegura, campan por los jardines, que limpien en profundidad los cotenedores de basura –"a algunas calles no te puedes ni acercar del olor que echan los contenedores y ahora llega el calor"– o los múltiples excrementos de los perros en las jardineras.
"Hace falta que el Ayuntamiento se ponga más serio con las sanciones con los perros", denuncia Paco Gaspar en Guadalmar. En el barrio más occidental de la capital y con una densidad de población muchísimo más baja que la de La Luz. Lejos de los altos pisos de ladrillo visto, el paisaje aquí se caracteriza por la pequeña casa con jardín y árboles, por lo que también aparece un nuevo contenedor que no se ve a pie de barrio: el de la recogida de poda. A esto se suman los árboles de hoja caduca cuyas hojas se acumulan a ambos lados de las carreteras y sobre las aceras. No es difícil, tampoco, toparse con malas hierbas que han crecido hasta cubrir parte de alguna acera o bolsas que dejan los propios operarios con los residuos que recogen tras haber barrido.
Pese a ello, en Guadalmar reconocen que en otros barrios más poblados la suciedad es mucho más evidente que a ese lado del Guadalhorce. En Huelin, Paco Moya, presidente de la Asociación de Vecinos, reconoce que hay puntos, como Héroe de Sostoa, que antes eran "los más sucios de toda Málaga sin lugar a dudas", pero que en los últimos años la diferencia es notable: ya no hay tanta mugre sobre sus aceras.
Los barrenderos, pasan más a menudo, y las pequeñas calles se mantienen también, en parte, gracias a las vecinas que se organizan para pasar el escobón a ratos. Sin embargo, hay tres calles que suponen un auténtico triángulo de la suciedad y que no ven un equipo de Limasam "hace años". Entre Eduardo Marquina, Salvador Espada Leal y La Caramba –junto con el parque y la plaza que les acompaña– es más fácil andar por la calzada que por muchos puntos de la acera si se quiere evitar pisar las múltiples manchas del suelo y los excremos de aves y otros animales que ya parecen perennes en el decorado habitual. A escasos metros, una barrendera, empuja su cubo para continuar recogiendo flores de tipuana que, junto a la jacaranda, supone el quebradero de cabeza de los equipos de limpieza, pero también de los vecinos que se ven incapaces de evitar la grasa y suciedad que dejan en las calles.
Porras afirmó en la misma comisión que para limpiar estos restos tienen a medio centenar de barrenderos en turnos de mañana y tarde haciendo extras, a lo que suma que ahora, después de las lluvias de Semana Santa que han dejado algo de agua en las reservas, están volviendo a baldear las calles. También podrán utilizar para estos efectos, en breve, el agua de los túneles del Metro, después de alcanzar un acuerdo con la gestora.
No son demasiados los metros que separan el corazón de Huelin de 25 años de Paz. Si acaso un paso de peatones en Abogado Federico Orellana Toledano. Allí no son tipuanas ni jacarandas lo que provoca las jaquecas de los vecinos, sino naranjos; naranjos enfermos. Diego Paniagua se acerca a uno de ellos y señala su envés: está completamente blanco, ocupado por completo por un ente extraño que, además, gotea un líquido viscoso que mantiene un cerco en el centenar de árboles que este vecino tiene contados entre los bloques de la vecindad. A esto se suma que desde Parques y Jardines le aseguran que no pueden podar los ejemplares, por lo que muchos están llegando ya la segunda planta de las casas.
No tienen ese problema en La Trinidad, donde un comerciante barre junto a su establecimiento las hojas que el viento ha traído hasta la acera. Unos metros más allá, una decena de bolsas esperan que la recojan fuera del contenedor junto a un inodoro y un microondas. Llegando al Convento que ahora la Junta pretende renovar, botellines, latas y excrementos se acumulan en jardineras que antes tenían vida. Más allá, la cornisa de una ventana soporta el polvo de media docena de botellines que llevan más tiempo del que sería aceptable.
Los males son comunes en este paseo por la Málaga menos próxima a calle Larios y las soluciones pasan, reconocen los propios vecinos, por arrimar un poco más el hombro, sí. Pero también por aumentar la limpieza del acerado con algo más que las escobas.
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