Falsificaciones en Málaga: así funciona el negocio millonario que amenaza a las marcas de lujo
Una sospechosa transacción de bolsos falsificados entre dos ciudadanos senegaleses y uno asiático a las puertas de una nave en el corazón del polígono industrial Guadalhorce hace saltar las alarmas. Es el punto de partida de un operativo que se mantiene hasta dar, a la postre, con el premio gordo: ocho toneladas de mercancía distribuida en distintas tiendas y unos 25.000 artículos de ropa deportiva, bolsos de reconocidas marcas, monederos y gafas de sol, con los que los vendedores habrían obtenido un beneficio de en torno a 750.000 euros. Todo, aparentemente, de imitación, atentando contra la propiedad industrial de acuerdo con el Código Penal. Así se gestó el mayor golpe contra las falsificaciones en Málaga que ha permitido sacar del mercado tal volumen de réplicas y la detención de una treintena de personas, entre ellas gerentes y administradores, pero también indios que formaban parte del núcleo esencial.
Los investigadores del Grupo II de Delitos Económicos de la Policía Nacional no tardaron en enfrentar el primer escollo: la nave matriz que debían inspeccionar era, a su vez, la vivienda de un trabajador, lo que les impedía una intervención directa sin una orden judicial. El segundo, la muerte por causas naturales de este ciudadano chino. “Nos dimos cuenta de que no solo era un proveedor para vendedores finales, sino un centro de distribución intermedio”, explica en una entrevista con Málaga Hoy el inspector jefe del grupo, Isidro Almendros. Más tarde, los policías serían testigos de la llegada diaria de camiones atestados de artículos falsos, que luego se repartían a otras tiendas del polígono. El asunto “pintaba bien”.
Cada una de las 20 naves del polígono que fueron inspeccionadas operaba en función de la mercancía a la que debía dar salida. Muchas distribuían después “al top manta de los paseos marítimos de Torremolinos, Fuengirola o Marbella”. Los registros llevaron a descubrir una cueva de Alí Babá en uno de los comercios, con un suculento botín: 300 equipaciones de deporte que solo los más avezados podrían distinguir de las auténticas. Y aquí, el responsable de Delitos Económicos, hace una pausa. Porque el mundo del fútbol lucha contra una amenaza que pone en riesgo no solo la integridad de las marcas deportivas, sino también la salud y los derechos de los consumidores. Es el negocio de las camisetas falsificadas, imitaciones fidedignas ideales para quienes quieren lucir las elásticas de sus equipos sin pagar hasta tres cifras por una original. “Una camiseta oficial cuesta unos 60 euros en la calle, pero se consiguen por un precio extensiblemente menor. Hasta un tercio. Por 20 o 30 euros se puede tener una muy conseguida”, denuncia el jefe policial.
"Encontramos incluso productos con su caja y su libro de registro oficial como marca original”
Hay clubes que, no en vano, ya han declarado la guerra a la piratería. Y con ese propósito los hay que han prohibido, con dudoso éxito, a los aficionados entrar al estadio con prendas deportivas falsas. Su control, admite el investigador, es “inviable”. “A simple vista no se puede comprobar cuál es la original. Algunas tienen incluso bordes o planchadas las insignias. Las hay que son tan buenas que cuesta considerar si son o no falsificadas”, atestigua. Se antoja así un panorama “complicado” difícil de erradicar, porque se trata de una actividad muy lucrativa que, pese al daño y la evasión de impuestos, se castiga con penas insuficientes. Pero la Policía persiste. “Tenemos que seguir luchando por el perjuicio económico que también genera a la sociedad y al Estado”, remacha. Así las cosas, advierte que el patrón de distribución “está perfectamente identificado”.
La mercancía incautada por la Policía Nacional, en la que también ha colaborado la Policía Local, estaba distribuida en varios comercios del polígono, lo que hizo que hubiera que diseñar un dispositivo de intervención a gran escala. En las inspecciones, localizaron etiquetas falsificadas, que se almacenaban por separado para así evitar su detección. “Este tipo de distribución permite eludir los controles, ya que los productos y las etiquetas se distribuyen por separado. Todo junto supone una infracción”, comenta el inspector. Después llegaron las identificaciones de los presuntos responsables. Y los arrestos de 31 personas.
–¿Cuántas de ellas han ingresado en prisión?
–”Ninguna”.
El reto de los investigadores, dice, siempre es llegar hasta los niveles superiores de distribución de los productos falsificados para tratar de poner coto al negocio de lo fake, que en España se ha multiplicado. Desde botas que emulan un modelo de Prada por 23 euros, cinturones de Gucci por 7,24 euros hasta zapatos de Versace por 60. Son, a veces, imitaciones de baja calidad, otras, réplicas casi idénticas al original. En el caso de la trama del Guadalhorce, “había de todo, hasta bolsos que costaban 4.000 euros”. “Encontramos incluso productos que traían su caja y su libro de registro oficial como marca original y su sello”, recalca el responsable policial. Y no solo lujo. El mercado de la moda falsa se ha amplificado hasta poder encontrar casi cualquier cosa. “Perfumes, champús, abalorios, relojes...Absolutamente todo es susceptible de falsificación”, advierte el investigador, con prudencia al opinar sobre su posible auge: “Las falsificaciones se mantienen constantes a lo largo del tiempo”. Y la mayoría de ellas llevan al mismo terreno. “Se producen en China, Vietnam, Tailandia y Bangladesh, que son los grandes productores originales de estos artículos”, sostiene. Y llegan a través de puertos como el de Algeciras, Valencia o Barcelona, aunque también en tren.
Las tramas de falsificaciones funcionan como una red comercial organizada, con importadores, proveedores locales y vendedores finales. Son uno de los delitos que generan un mayor impacto económico y también un perjuicio que no solo atenta contra las marcas. Las falsificaciones dejan tras de sí un reguero de víctimas: las firmas que quedan fuera del tablero, las pequeñas que intentan abrirse paso en el mercado y los consumidores que arriesgan su salud. Pero también el escalafón más bajo de la fabricación de estas copias ilegales: los trabajadores asiáticos que operan “en condiciones de semiesclavitud”. “En este caso recibían muchísima mercancía. Todos los días llegaba un tráiler a la nave, incluso los sábados, y de madrugada. A las 4 o 5 ya cargaban para distribuir”, explica el inspector jefe. Ni tenían permiso de residencia en España ni un contrato de trabajo. “Para ellos es el peor de los agravios. El beneficio solo se lo queda la organización”, apostilla el jefe del grupo. La investigación sigue, todavía, su curso.
La lucha de las firmas
Las marcas de lujo recurren a la tecnología blockchain en busca de autenticidad y seguridad. Amazon, por ejemplo, puso en funcionamiento en 2020 la Unidad contra los Delitos de Falsificación (CCU) para perseguir a los falsificadores. El reto, evitar que una imitación aparezca en su tienda. Los numerosos programas frente a las copias que ha creado han garantizado que el 99,9% de todos los productos vistos por los clientes no hayan tenido ni una denuncia válida por falsificación. En 2019, ya invirtió más de 500 millones de dólares y empleó a más 8.000 trabajadores en la lucha contra el fraude, incluidas las falsificaciones. La compañía bloqueó más de 6.000 millones de listas de productos presuntamente delictivos en 2019 y paralizó 2,5 millones de cuentas de presuntos infractores. “Todos los falsificadores están advertidos de que se les exigirán las mayores responsabilidades que permita la ley, independientemente de dónde intenten vender sus falsificaciones o de dónde se encuentren”, apostillaban entonces desde Amazon.
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