Familiares de la residencia de Málaga clausurada por su mal estado: "Un interno se me acercó y me dijo que me llevara a mi madre de allí"

La Junta de Andalucía no ha concretado si, además del cierre, aplicará otra sanción por las infracciones presuntamente cometidas por sus responsables

Este es el estado de la residencia de Málaga que tenía unas condiciones infames de habitabilidad

María Salud Sotorrio, dueña del inmueble, muestra el estado del mismo tras la clausura de la residencia.
María Salud Sotorrio, dueña del inmueble, muestra el estado del mismo tras la clausura de la residencia. / JAVIER ALBIÑANA

Situado en uno de los barrios de rentas más altas de Málaga capital, el chalet que acoge a la residencia de ancianos La Coracha, ahora cerrada por la Junta de Andalucía por carecer de licencia, no contar con las condiciones de habitabilidad ni salida de emergencias e incumplir las condiciones higiénico-sanitarias, da la bienvenida al visitante con plena apariencia de normalidad. Al menos de muros para afuera. Sin embargo, superado el umbral de la puerta la situación, tal como denuncia su propietaria, María Salud Sotorrio, que la tenía alquilada a las responsables de la misma, es radicalmente distinta.

"Cuando entré me caí desvanecida. Es una ruina. No es que esté sucio, eso se puede limpiar, es que está destrozado", lamenta. La lista de desperfectos, a todas luces, merece el calificativo: cristales rotos, una piscina semivacía con el agua verde, electrodomésticos oxidados, losetas hundidas, maleza descontrolada en los jardines, suciedad, humedades en las paredes... También, claro, multitud de vestigios de lo que un día (y durante diez años) fue en forma de bastones, sillas de ruedas, cajas de pañales y andadores; todo en los lugares más insospechados.

La propiedad descubrió las condiciones de la residencia el pasado 28 de marzo, fue entonces, a raíz de una llamada de una vecina que alertaba de que el portón estaba abierto, cuando decidieron personarse. "Vinimos con un equipo de seguridad y la empresa de alarma y entramos, vimos que no había nadie, está todo grabado; a partir de ahí descubrimos su estado", asegura Andrés Francisco Pérez, el abogado que representa a la propiedad, que ya ha interpuesto una denuncia en los Juzgados de Málaga por el estado del inmueble, así como por un impago del alquiler que asciende hasta los 84.458 euros, puesto que "dejaron de pagar a partir del covid".

"Hemos denunciado por daños dolosos, porque como se ve no han sido por el uso normal, sino por abandono", añade el letrado. La denuncia, asimismo, refleja un intento de "extorsión", tras la presunta petición de una suma de dinero por marcharse del lugar y una amenaza de destrozos, al solicitar la propiedad antes de que la Junta decretase el cierre de la residencia que precisaban vender la finca para poder subsistir. Igualmente, también ha podido conocer de primera mano que las dos inquilinas que la explotaban cuentan ya "con una villa alquilada en Torremolinos", al parecer, con el fin de abrir otra residencia de ancianos.

Muebles apilados en uno de los jardines.
Muebles apilados en uno de los jardines. / JAVIER ALBIÑANA

Por su lado, la Junta asegura a preguntas de este periódico que comprobó esas deficiencias a instancias de la Inspección de Servicios Sociales de la Delegación Territorial de Inclusión, y que pese a tratarse de una residencia de mayores privada sin plazas concertadas informó y asesoró a las familias para la reubicación de la treintena de residentes que tenía. Así, fuentes de la Junta andaluza indican que los titulares de la residencia cometieron “faltas graves y muy graves”. De momento, la administración autonómica no ha concretado si, además del cierre, aplicará otra sanción por las infracciones presuntamente cometidas por sus responsables.

Tras lo sucedido, varios familiares de ancianos que estuvieron internados en esta residencia en distintos momentos, y que prefieren mantenerse en el anonimato, han explicado cómo fue su situación allí dentro. "Para mí fue todo muy desagradable", asegura un hombre que tuvo a su madre, con demencia senil, interna allí ocho meses, hasta finales de 2019, después de recibir el ofrecimiento por parte de las propias mujeres responsables de la residencia, a las que conoce. "Aparentemente aquello estaba bien: parecía limpio, los ancianos estaban bien alimentados", sin embargo, la situación empezó a torcerse con el paso del tiempo.

"Somos varios hermanos, entonces nos turnábamos e íbamos mucho. Cuando ves a tu madre todos los días ves unas cosas que no se ven cuando vas una vez cada 15 días o cada mes. No solamente a nivel de cuidados, la trataban mal", asegura. De este modo, denuncia, fueron ellos los que se tuvieron que encargar de algunos cuidados cuando iban a hacerle una visita. "Olía a orina, nos tuvimos que encargar de asearla. El baño siempre estaba sucio, igual que un sofá en el que se sentaba y que pedimos que cambiasen, que también olía a orina". Aunque, matiza, "las fotos que he visto estos días no se corresponden con lo que yo vi allí.

Humedades y agujeros en una de las habitaciones.
Humedades y agujeros en una de las habitaciones. / JAVIER ALBIÑANA

La mejor opción para ellos finalmente fue que volviera a su casa, no sin antes hacer una obra para adaptarla a sus necesidades. Asimismo, este hombre asegura que su madre empeoró durante su estancia interna. "Entró andando y salió sin hacerlo y con la cabeza muy mal; cuando volvió a casa recuperó la cordura y empezó de nuevo a caminar, y así se mantuvo hasta que murió hace dos años", explica.

Habla ahora otra afectada. "Esta fue mi primera toma de contacto con las residencias. No sabía nada del tema. En mi caso, accedí a llevar a mi madre allí porque personas que conozco me la recomendaron. Desarrolló alzheimer y aunque tenía una cuidadora interna en casa se había escapado muchas veces, no estaba funcionando ", relata una mujer que optó por los servicios de La Coracha en 2018 y que se muestra "impactada" por las imágenes que han trascendido. "Con el paso de los años que la cosa no iba bien lo sabía todo el mundo en el Cerrado de Calderón, pero yo no vi nada parecido a lo que está saliendo ahora a la luz. Tampoco sabía que era un sitio sin licencia. De todas formas, no sé cómo nadie no se ha dado cuenta antes". Su madre, en total, permaneció en torno a un año en las instalaciones.

"Cuando ingresó me pareció una cosa modesta. Las habitaciones no nos las enseñaron, tampoco el patio de atrás, sólo un saloncito y el jardín delantero", explica a la par que asegura que desde el primer momento vio cosas que no le gustaron. "Estaban todos juntos: desde quienes tenían una demencia muy avanzada a los que estaban bien; tampoco me gustó cómo comían". Además asegura que durante los trámites de ingreso se le ofrecieron servicios y talleres que después no recibió. "Me desagradó, pero al final ves que ha conseguido adaptarse, te aguantas y piensas que mientras esté bien cuidada pues mejor no moverla".

Estado de la piscina de la residencia.
Estado de la piscina de la residencia. / JAVIER ALBIÑANA

No obstante, aquello acabó sucediendo y los hechos que la convencieron para ello e inscribirla en otra residencia no tuvieron que ver con la limpieza sino con el trato. "La primera vez fue por un empujón de un enfermero. Me dijeron que lo amonestaron, me pidió disculpas porque, dijo, perdió la paciencia. Después, un día llegué y mi madre tenía un moratón muy grande, casi desde el hombro hasta el codo, porque, por lo visto, el enfermero le dio un agarrón dado que quería sentarse en una silla. Y ahí ya no discutí", relata esta mujer, que narra que incluso una vez uno de los propios internos se acercó a ella durante una visita y le dijo que "me llevara a mi madre de allí" como acabó haciendo. "Al final me mandaron la maleta con la mitad de las cosas", apostilla. "No he denunciado porque no quiero tener nada que ver con la residencia".

S. M. tuvo allí a su madre -que tiene un alzheimer severo- durante casi un año; de principios de marzo de 2024 hasta finales de este pasado enero. La sacó unos días antes de que estallara todo. "Yo notaba a mi madre cada vez más delgada; pensé que era por la enfermedad", pero lo achaca a la falta de cuidados. "Fue mi culpa", se reprocha y añade que cuando se la llevó, tenía una escara a la altura del sacro. "Nos dijeron que hacían terapias cognitivas, pero era todo mentira; la ponían como un mueble en un rincón. Además, tenía la boca y la ropa sucias", acota. Incluso atribuye a la falta de higiene que su madre, I. G., cogiera dos bacterias durante su estancia en la residencia. "Allí había muchos contagios", asegura. Concreta que durante los casi 11 meses que permaneció en La Coracha, ingresó dos veces en el Hospital Regional. Una de ellas, con una neumonía bilateral. "Estaba asustada de que le pasara algo a mi madre. Ya no me fiaba y la saqué", comenta. Como otros familiares, afirma que nunca le dejaron ver las habitaciones. Tampoco tiene un contrato con la residencia por el ingreso de su progenitora porque "jamás me lo dieron". Afirma también que los baños estaban mal higienizados y que hasta una auxiliar dejó el empleo porque no soportó la situación.

Incluso denuncia que presuntamente "tenían amenazados a los trabajadores con que cerraran la boquita y no dijeran nada a los familiares". S. M. aporta un pantallazo en el que aparece esa frase. A continuación, en esa imagen, la jefa de la residencia supuestamente les advierte a los empleados que "uno de los motivos del cierre es por la mierda que hay, de la que vosotros sois responsables". Esta mujer no piensa denunciar por las condiciones de las instalaciones y lo que allí pasó su madre. Sin embargo, alerta de que las titulares del negocio planean abrir otra residencia en Torremolinos y pide que la Junta de Andalucía actúe para evitar que la situación se repita.

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