Fascinante Croacia (Split III)
EL JARDÍN DE LOS MONOS
El bosque Marjan cubre la península del mismo nombre y es el pulmón y lugar de esparcimiento de los splitenses
ESA noche soñé con Maximiano, aquél que fue emperador junto a Diocleciano en la primera tetrarquía, apodado el Hercúleo por éste, en recuerdo de la ayuda que el mitológico Hércules le prestó a su padre Júpiter en su lucha contra los gigantes. Y soñé con él porque hace años estuve viendo en la romana Corduba, en Cercadilla concretamente, las ruinas de un palacio romano supuestamente mandado construir por dicho emperador. En las ruinas, que se descubrieron al hacer la excavación de la estación ferroviaria del AVE, se podía apreciar la planta del palacio. Pero la estación tuvo prioridad y, lo poco que quedaba de aquellas ruinas del siglo II d.C., fueron terminadas de arruinar y posteriormente enterradas. ¡Qué hubiese dado la Córdoba de hoy porque ese palacio se hubiese conservado como el de Diocleciano en Split!
El desayuno, una tortilla de dos huevos, un mollete con queso y jamón, y unos muffins (especie de magdalenas o panqueques) de chocolate con un café cargado, como les gusta a los nativos (el café, supongo que por la influencia italiana, es realmente exquisito), nos predispuso a seguir disfrutando de esta animada y muy viva ciudad de Split. Siguiendo el paseo marítimo y dejada atrás la Novi Grad, dando frente a la bahía, nos encontramos con una gran plaza rectangular, cerrada por tres de sus lados y abierta al mar. Es la plaza de la República (Trg Republike). La cierran tres palacios porticados del siglo XIX neo-renacentistas y, frente a ellos, en un ensanche del paseo, se alza la sugestiva iglesia de San Francisco (Sv. Frane) del siglo XIII, remodelada en el XIX. Conserva el claustro románico-gótico que tiene unas columnas de preciosos capiteles. En esta iglesia se encuentra la tumba del escritor Marko Maruli. Perdiéndose por el auténtico laberinto de callejuelas que conforman el pintoresco barrio de Varos, el paseante va descubriendo que está sobrevolando el tiempo al compás de los estilos arquitectónicos que va encontrando. Vive el medievo admirando la prerrománica iglesia de San Nicolás (SV. Nikola) del siglo XI. Una iglesia que conserva su planta original. Su ábside es rectangular y en el transepto se eleva la cúpula que fue transformada en campanario en la misma época. La puerta presenta dos leones románicos y una inscripción con los nombres de un matrimonio, Ivan y Tiha. El interior, techado de bóvedas cilíndricas entrecruzadas, queda distribuido por los recios pilares que sostienen dichas bóvedas. Inmediatamente después da un salto al siglo XVII ante la barroca iglesia de la Santa Cruz (Sv. Kriz) que, aunque reformada casi totalmente en el siglo XIX, conserva el campanario original con su cúpula bulbiforme.
Por el paseo, de nombre inconstante, bordeando la bahía de Split, llegamos a una pequeña península llamada Sutjepan, donde se encuentran las ruinas de la antigua abadía de San Esteban (Sv. Stjepan) del siglo X y, junto a ellas, la nueva y homónima iglesia de estilo neoclásico. Muy cerca nos encontramos con el Museo Arqueológico Croata (Muzej Hrvatski Arheoloski Sopomenika), –no debemos confundirlo con el Arqueológico de Split– que nos ofrece una importante e interesantísima colección de arte paleo-croata y románico que, sin duda, es una de las más valiosas de Europa sobre la alta Edad Media. Es espectacular la colección de sarcófagos, pilas bautismales y bajorrelieves. Entre las piezas expuestas nos encontraremos con la fuente bautismal del príncipe Viseslav de Nin que data del siglo IX y que, según el historiador croata Ljubo Karaman, es de “suponer que esta misma pila bautismal fue utilizada para el bautismo de los gobernantes croatas”. Además de la riqueza de objetos de piedra esculpida, tales como pretiles, lajas de ambón (atril), baldaquinos, estelas funerarias, etc., es notable la colección de armas, espuelas y adornos de la época carolingia y, a destacar especialmente, la espléndida colección de numismática.
No hay que pasear mucho para encontrar la Galería Mestrovic, cuyo continente es el complejo conjunto de edificios que fueron la residencia del más famoso escultor spalatense del siglo XX: Ivan Mestrovic. Contiene una importante colección de pinturas y esculturas dálmatas. Lo más interesante es la obra expuesta de artistas modernos y contemporáneos, entre ellos, el mismo Mestrovic que es el más representado.
Y ya que andamos entre museos, antes de adentrarnos en el gran parque splitense del monte Marjan, aunque queda bastante más al norte, no podemos dejar de visitar el Museo Arqueológico de Split. Como es de suponer, la colección de arte romano es excepcional. Los sarcófagos sobrepasan cualquier expectativa, ¡acojonante! Citaré un solo mosaico por su extraordinaria belleza, el mito de Orfeo. También es excepcional la colección de monedas romanas y, tiene fama especialmente, la gran biblioteca del museo que contiene más de 30.000 volúmenes sobre arqueología y la historia de Croacia. Pero ahí lo dejo: hay que verlo. Casi todas las piezas son procedentes del yacimiento de Salona y el palacio de Diocleciano.
En los alrededores del Museo Arqueológico se encuentra la Galería de Bellas Artes (Galerija Umjetnosti) que nos muestra una muy interesante colección de pinturas de artistas croatas desde el siglo XIV. Alberga también una interesantísima colección de iconos, entre los que destacan (esto para los entendidos –que en España no son muchos–) los de la escuela de Bocche di Cáttaro que floreció en los siglos XVIII y XIX.
En esta zona de la ciudad se encuentra el barrio de Poljud donde está el Franjevacka samostan, un convento franciscano del siglo XV, que fue posteriormente fortificado para defenderlo de los ataques otomanos, y en el interior, la iglesia de la Virgen de la Gracia (Gospa od Poljuda) con una interesante colección de pinturas y esculturas como el políptico de la Virgen, de Girolamo de Santacroce, y el cuadro La Virgen con San Pedro y Santa Clara de su hijo Francesco.
El bosque Marjan cubre la península del mismo nombre y es el pulmón y lugar de esparcimiento de los splitenses. Este espacio parece encantado, sus vistas son estampas preciosas de Split y la costa con sus islas y, lo verdaderamente fascinante es que, todo él, está plagado de pequeñas ermitas, algunas prerrománicas, que parecen refugios de hadas y duendes de los bosques. Todos los sentidos se despiertan mientras se sube paseando hasta la cima del monte Marjan. Al otro lado de la ciudad, al este, está el barrio de Lucac, también sobre una colina en la que se alza la fortaleza de Gripe, construida por los venecianos a mediados del siglo XVII.
En los alrededores de Split, los venecianos construyeron doce fortalezas para protegerse de las incursiones otomanas. Todas ellas pertenecen a un solo ayuntamiento llamado Kastela. Puede ser divertido dedicarles una visita porque algunos son muy interesantes, como por ejemplo el Kastel Gomilica, que se alza en un islote donado por el rey croata Zvonimir a los benedictinos de Split. Está unido al continente por un puente de piedra. El castillo, que se conserva muy bien, se alzó sobre la iglesia y el monasterio románico, de los siglos XI-XII, que construyeron los benedictinos. O el Kastel Luksic, en perfecto estado, testigo de una triste leyenda de amor que, como la de Romeo y Julieta, tuvo un final de ópera. La leyenda cuenta el amor prohibido entre Miljenko Rusinic y Dobrila Vitturi, pertenecientes a dos familias enfrentadas a muerte. Amor furtivo que sufrió muchas vicisitudes. Huidas y encarcelamientos se sucedieron hasta el engaño final de los padres. Les hicieron creer a ambos enamorados que estaban de acuerdo con su boda y acabaron casándose, pero la boda duró (en palabras del relator al que he leído la leyenda, “lo que la vida de una mariposa”). El padre de Dobrila, por venganza y odio, mató a Miljenko con un fusil de chispa. Ésta, al enterarse de la muerte de su amado, se volvió loca y murió de tristeza, no sin antes dejar constancia de que su último deseo era ser enterrada junto a Miljenko. En la iglesia de San Juan de Rusinac hay una piedra sepulcral con una inscripción referente a los amantes. Y todos los años en Kastel Luksic se celebran unas jornadas de Miljenko y Dobrila en memoria de aquel amor prohibido.
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