Fascinante Croacia: Trogir

La historia de esta curiosa y preciosa ciudad, que llegó a ser república independiente, es más o menos similar a la del resto de Dalmacia

Fascinante Croacia (Split III)

Logia y torre del reloj, en Trogil.
Logia y torre del reloj, en Trogil. / M. H.

Málaga/TODO comenzó cuando a unos griegos de Siracusa, que dominaban la Magna Grecia, se les ocurrió, en el siglo IV a.C., establecer una colonia comercial en un pequeño islote cercano al asentamiento ilirio de Salona, germen de Split. La bautizaron Tragyrion y así se llamó hasta que, en el siglo I d.C., la conquistaron los romanos y le llamaron Tragurium (Taúr en lengua dálmata). La historia de esta curiosa y preciosa ciudad, que llegó a ser república independiente, es más o menos similar a la del resto de Dalmacia. Perteneció a Bizancio hasta que, en el siglo V, el general Odoacro, depuso al emperador Rómulo Augústulo y se coronó rey de Italia. A partir de ahí ostentó una independencia que siempre estuvo cobijada bajo el poder de algún vecino poderoso. Pero, como toda Dalmacia, su historia fue convulsa. Tras Bizancio pasaron a estar gobernados por los francos y, a finales del primer milenio, Trogir perteneció a los monarcas croatas aunque, dentro del reino Húngaro-Croata, mantuvo su independencia. En 1403 el rey Ladislao de Nápoles vendió Dalmacia a Venecia. Trogir se rebeló y luchó hasta que, en 1420, las tropas venecianas la tomaron. En esta rebelión, hasta las mujeres pelearon codo con codo junto a sus maridos. Y, aún después de caer en manos de La Serenísima, continuaron con sus costumbres y siguieron hablando su idioma croata. De nada les sirvió a los venecianos prohibirlo e imponerles hablar el italiano. Pese al permanente acoso de los turcos, durante el Renacimiento tuvo un gran auge y, a comienzos del siglo XIX, pasó a estar bajo la bota de Napoleón. A la caída del francés pasó a depender de Austria.

Trogir fue declarada en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, pero es tan fascinante que debería haber sido declarada “patrimonio de visita obligada por toda la humanidad”. También ha sido escenario de Juego de Tronos. Esta miniatura, a la que titulan “la isla de los 700 pasos” o “la ciudad de piedra”, contiene la mayor cantidad de tesoros paisajísticos y arquitectónicos por metro cuadrado de Europa. Y no creo exagerar. Con sus murallas del siglo XIII, adaptadas a su irregular topografía se nos aparece como una fortaleza que emergiese del mar. La mente vuela imaginando a Trogir en la Edad Media, cuando sus habitantes vivían encerrados entre las murallas y bastiones para protegerse de los continuos ataques del exterior, sumidos en las tinieblas de la noche y las sombras proyectadas por una escasa iluminación. Para aquella atemorizada población, los espíritus y duendes ensoñados pululaban por las calles. Adquirieron especial importancia los maracolcici que eran, en el imaginario popular, almas de niños muertos, de aspecto zoomorfo, avezados en perpetrar inquietantes y temibles travesuras.

Un puente de piedra, para salvar la Fosa (un estrecho canal), lleva a la isla y la Puerta de Tierra Firme, o Puerta de la Ciudad, nos adentra en la ciudad histórica. La puerta, en el dintel, muestra la imagen neogótica del Beato Ivan Orsini (Roma, 1032- Trogir 1111). Fue el primer obispo de Trogir en un tiempo de conflictos internos. “Da pacem filiis tuis” escribieron los feligreses en su relicario, ya que con su intervención consiguió “convertir la vieja discordia de los ciudadanos en paz y unidad”. Sus reliquias reposan en la capilla a él dedicada en la catedral. Nada más atravesar la Puerta de la Ciudad (Gradska vrata) la vista se centra en el palacio Garagnin Fanffogna, un edificio barroco que es Museo de la ciudad. Contiene una extraordinaria biblioteca, obras de arte y muebles de los siglos X al XV, pero sobre todo, tiene una colección notable de lápidas que van desde la época romana hasta el Barroco. Si paseamos la isla en sentido contrario a las agujas del reloj, nos iremos encontrando con edificios que son el testimonio vivo de una de las joyas más fascinantes de Europa. La barroca iglesia del Carmen nos muestra su campanario y la decoración del arquitrabe como presentación, más abajo, nos encontramos con la torre defensiva de San Marcos, de planta circular elevada sobre una base cónica truncada rematada de barbacanas. Al final de la isla se alza la Glorieta, edificio neoclásico de la época napoleónica. En la siguiente esquina, dando ya al Trogirski Kanal, se encuentra el Castillo del Camarlengo que formó parte de la muralla. Fue construido por los venecianos en el siglo XV. Su bastión poligonal guardaba las cadenas con las que se cerraba el paso por el canal. Hoy es uno de los escenarios de los festivales de teatro. Cerca, un campanario solitario llama la atención del visitante. Es lo que quedó en pie de la iglesia de San Miguel, del siglo XVI, tras la Segunda Guerra Mundial.

Siguiendo con el Canal de Trogir a nuestra derecha, nos vamos a encontrar con la preciosa iglesia románica-gótica de Santo Domingo (Sv. Dominik), del siglo XIV. Es muy bonito el relieve del tímpano en la puerta principal y destacable su claustro renacentista. Llegados a la Puerta del Mar (Morska vrata), que da acceso a la ciudad desde el puente que une Trogir con la isla de Ciovo que, dicho sea de paso, no ofrece especial interés, nos encontramos con la Logia de los pescadores, edificio de principios del siglo XVI que funcionaba como aduana y control de extranjeros. Cerca veremos la columna del Estandarte de 1605 y, ya en el casco histórico, junto a la puerta, está la iglesia de San Nicolás (Sv. Nikola). Construida a caballo entre los siglos XV y XVI, tiene anejo un antiguo convento benedictino que alberga la Colección de Arte Kairós (Zbirka Unjetnina Kairos). Pinacoteca que expone obras de los siglos XV y XVI, pero sobre todo expone una pieza única, un fantástico bajorrelieve griego del siglo I a.C. que representa a Kairos, divinidad del “tiempo de Dios” o del “tiempo propicio”. En contraposición a Cronos, que era el dios del tiempo secuencial que nos arrebata la vida, Kairós es el tiempo consciente, el tiempo de calidad, el tiempo creativo… un tiempo de plenitud, el carpe diem romano, o sea –pensé mientras lo contemplaba– el momento adecuado, oportuno e idóneo para gozar de la fascinación de Trogir. 

La plaza de Juan Pablo II es el detonante de una explosión de belleza, auténtica orgía arquitectónica, que nos ofrece el corazón de la pequeña república El gótico palacio Cippico (mitad del siglo XV), que en realidad son dos palacios separados por una calle: el Grande, con preciosas ventanas góticas-venecianas y un mascarón de proa, con forma de gallo, arrebatado a los otomanos en la batalla de Lepanto y, el Pequeño, con un precioso patio gótico-renacentista. La Logia pública de 1308. Seis columnas de capiteles romanos la sustentan; en el pórtico, un gran mural en relieve de 1471, con la imagen de la Justicia, San Lorenzo y el Beato Ivan Orsini, patrón de la ciudad. Junto a ella la torre del Reloj, del siglo XV, y adosada, la capilla de San Sebastián con su imagen en la fachada. El palacio del Ayuntamiento del siglo XV; la iglesia de Santa Bárbara (Sv. Barbara), una basílica muy pequeña paleo-croata (siglos IX-X); la iglesia de San Juan Bautista (Sv. Ivan Krstitelj), románica del siglo XIII, hoy la Pinakoteka, con una colección extraordinaria de arte sacro. Y, enfrente, la Catedral de San Lorenzo (Sv. Lovre). Admirando este conjunto se puede entrar en éxtasis y quedar con el mismo rostro que Santa Teresa en la escultura de Bernini.

La catedral de San Lorenzo es el ejemplo de la pura armonía de esos tres, a cual más subyugante, estilos arquitectónicos: románico, gótico y renacentista. El adusto románico junto al florido gótico veneciano y a la elegancia y distinción del renacentista culminan en una belleza fascinante. Desde su campanario florido hasta su portada románica, obra maestra del croata Radovan, en la que cuenta la historia del ser humano desde Adán y Eva, nos invade la admiración. Es imposible no sentir el síndrome de Stendhal. El embeleso continúa con el Baptisterio, de 1464, obra del renacentista Andrea Alessi, y con el púlpito del siglo XII, y con el baldaquino del presbiterio y la sillería gótica-veneciana, obra de 1440. Y, para terminar, admiremos contemplando la capilla de Juan Orsini (Beato Ivan de Trogir), la obra cumbre del renacimiento dálmata, de Alessi y Fiorentino. En esta capilla está el sarcófago de quién fue un patricio romano que llegó a ser el primero en vestir la mitra obispal de Trogir. Le guardan dos ángeles barrocos de mármol. Un canto a la armonía.

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