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Motos, retratos y paisajes: la exposición de Alberto García-Alix Expresionismo feroz llega a La Térmica
Las 52 imágenes, seis de las cuales son de nueva producción para este espacio, suponen un repaso por los últimos años del artista
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Málaga/Entre los largos pasillos de La Térmica la sala 17 acoge en su interior la exposición Expresionismo feroz del fotógrafo Alberto García-Alix, Premio Nacional de Fotografía en 1999 y Premio PhotoEspaña en 2012. Entre las paredes que han acogido decenas de historias, la suya cobra vida a través de 52 fotografías, seis de ellas de nueva producción para La Térmica. Estas imágenes en blanco y negro escriben los últimos años del artista y de su mirada, que comparte por primera vez con este conjunto expositivo en España, moviéndose entre distintas temáticas y técnicas que resultan especialmente curiosas por su distancia con la fotografía digital, como ha destacado el presidente de la Diputación, Francisco Salado, en la inauguración.
Entre motos, retratos y paisajes, las pasiones del fotógrafo han acompañado a sus palabras en la inauguración, que permanecerá abierta hasta el hasta 17 de septiembre con entrada gratuita. Con decenas de cámaras apuntando a él, García habló de sus inicios, de cuando no era fotógrafo pero sí hacía fotos y de que la movida madrileña se acercó a él, no al contrario: "Las primeras datan de finales de los 80, las previas no se conoces", ha destacado el artista mientras señalaba alguna de sus obras. Entre el tiempo paralizado a través de su objetivo, ha remarcado algunos detalles haciendo una autocrítica constante sin perder la sonrisa: “Los fracasos son los que empujan a seguir buscando. Si acertara siempre, no me lo creería”.
Los tatuajes de su cuerpo contrastan con la figura girada con la cabeza rapada y piel tersa encerrada en un marco. Los ojos del fotógrafo se han vuelto de vidrio por unos segundos al hablar de ella, que permanece inmóvil ante el título Gema frente a su horizonte: "Fotografié a una amiga que tenía cáncer terminal. Ella me pidió que la retratara. Fue muy duro", ha aclarado no sin señalar que ahí está el objetivo de su trabajo: "La foto siempre será una forma de denuncia. Las grandes pulsiones de la creación son el sexo y la muerte". Moviéndose con agilidad por la sala entre sombras y luces llega a su autorretrato, a una mirada cara a cara consigo mismo como la que van a tener quienes visiten su exposición durante los próximos meses, a quienes invita a mirar a través de sus fotografías un pedazo de su vida, sus vivencias y su evolución.
A mitad del evento, apoyado en una pared, ha sacado de su bolsillo su teléfono móvil a la misma velocidad que lo haría un pistolero del oeste con su pistola. Ha disparado con la cámara a los fotógrafos que se agolpaban a su alrededor: "Es buena", susurró con una media sonrisa. "Si hace años me dicen que este aparato iba a hacer fotos no sería fotógrafo", ha bromeado mirando a los teléfonos de los periodistas y al suyo propio, añadiendo: "Acabo de empezar a hacer fotos con el móvil para guardar recuerdos. Si voy con la cámara es trabajo, es como si saliera de safari". Con la jungla capturada por él encerrada tras las puertas de la sala de La Térmica, la estancia quedó vacía, en silencio, con sus últimas palabras resumiendo su visión haciendo eco: "Una imagen no vale más que mil palabras. Al contrario, una imagen miente más que mil palabras".
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