"Sería un fracaso tener que volver al Cervantes con el Auditorio en pie"
La violinista, figura habitual en festivales y orquestas de Europa y Japón, repasa la historia de la primera formación musical de la ciudad, de la que forma parte desde su constitución, y apunta claves de futuro
Andrea Sestakova es una eslovaca simpática. Se trata de una de esas personas que sabe mucho pero no necesita ir demostrándolo a cada paso. Curriculum no le falta: tras estudiar violín en su Bratislava natal, perfeccionó su técnica en Moscú con el maestro L. Kogan y en Alemania, donde ganó en varias ediciones el prestigioso premio Beethoven. Desde entonces ha participado como solista en prácticamente todos los festivales europeos de primera línea, y continúa con una agenda internacional en su haber: de hecho, poco después de la realización de esta entrevista, le fue confirmado un nuevo ciclo de conciertos para agosto y septiembre del próximo año en Japón y Alemania con una formación de trío. Sestakova es concertino de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) desde su constitución en 1991. Conoce por tanto al dedillo a la institución y la vida cultural de la ciudad. Ahora anda empeñada en resucitar a la Orquesta de Cámara de Málaga.
-¿Cómo valora la evolución de la OFM desde los tiempos de la Orquesta Ciudad de Málaga?
-Cuando vinimos mis compañeros y yo éramos veinte años más jóvenes. La situación era distinta, entonces parecíamos una gran familia, pero ahora cada uno tiene a su familia en casa. Prácticamente se empezó desde cero y hubo que hacerlo todo poco a poco. Entonces no teníamos archivos y había que comprar o pedir prestadas las partituras, mientras que ahora ya tenemos un archivo bastante completo. También hubo que comprar instrumentos, diseñar los programas y buscar los directores. Más tarde comenzaron a llegar solistas de mayor categoría internacional, aunque algunos eran muy jóvenes, como es el caso de Jesús Reina ahora. Hemos tenido suerte de tener directores grandes, con mucho pasado, pero también de contar con directores jóvenes como invitados, como ocurre esta temporada. Sería interesante que vinieran a Málaga más directores jóvenes españoles.
-¿Acusará la orquesta la falta de un director titular este curso?
-Creo que hasta cierto punto es sano trabajar con distintos directores. Cuando la orquesta tiene titular se espera de él que imprima un sello, que lleve a la orquesta de su mano. Pero no sé si es mejor esto que cuando pasan varias manos. Todo depende de la capacidad que tenga el director de inspirarte, de darte energía, porque este trabajo depende mucho de la personalidad de quien se sube a la tarima. Yo he trabajado como solista con muchas orquestas de Europa y Japón, y esta oportunidad de trabajar con directores distintos me ha cargado mucho las pilas, porque cada vez tienes que ponerte en disposición de conocerlos, de establecer una buena relación artística con ellos para que el concierto salga bien. Eso sí, es evidente que cada orquesta debe tener un titular, porque su trabajo no es sólo dirigir en los conciertos sino conocer a los músicos, comprenderlos, saber sacar lo mejor de ellos. Los músicos podemos tener un mal día, bien por el estado de ánimo o porque un dolor físico te impida tocar bien el instrumento.
-¿En qué momento se atisbó una consolidación de la OFM?
-Personalmente, mi mejor etapa fueron los primeros años con Odón Alonso. Trajo una atmósfera muy especial y además programó mucha música española para la que logró una interpretación muy brillante, que aún recuerdo cuando tocamos aquellas mismas obras. Después, con Rahbari trabajamos muy duro, nos dio un sello que perduró años después de que se marchara. Logró darle fuerza a la orquesta.
-Se la ha echado de menos en los últimos conciertos dirigidos por Aldo Ceccato.
-Sobre Ceccato prefiero no hablar. En realidad no ocurrió nada, no sé por qué se provocó esa situación.
-Uno de los grandes caballos de batalla de la OFM desde sus inicios es la consolidación y ampliación del público. ¿Se han dado los pasos correctos?
-El público se ha ganado muy poco a poco, y así seguirá siendo. Un concierto de música sinfónica no es una ópera, ni un espectáculo dramático: es difícil convencer a la gente de que se pase dos horas sentado escuchando música. Pero ahí entra en juego el repertorio, porque es imposible diseñar un programa que guste a todos. Hay que asumir un compromiso. Tampoco resulta sencillo afinar en la programación conforme van pasando los años. Creo que es importante que las orquestas incluyan obras de compositores jóvenes, porque eso significa una oportunidad para muchos creadores, aunque sean pequeñas piezas de cinco o seis minutos. Si se hace de esta manera se evita que el público sufra, la gente está dispuesta a escuchar una partitura breve actual si sabe que luego va a tener una hora de Brahms o Mozart.
-¿Supondría ahora un varapalo una pérdida de abonados?
-No sería una sorpresa, dada la difícil situación económica. La cultura nunca ha sido la primera en el orden de necesidades a cubrir, y cuando en casa hay que hacer cuentas para llegar a fin de mes lo primero que se sacrifica es el cine o el teatro. En este contexto, no obstante, es cuando más duro hay que trabajar para traer nuevos públicos. Por eso, iniciativas como los programas didácticos y los conciertos en familia son muy interesantes.
-¿En qué medida las grandes orquestas europeas pueden servir de referencia a la OFM?
-Es una pregunta muy difícil. Nuestra orquesta tiene futuro, potencial, muy buen material humano, pero necesita una mano fuerte que la lleve a un buen puerto, que le permita ganar calidad. Históricamente, cuando una orquesta ha alcanzado un nivel alto se ha debido a la mano de una persona en concreto. Y eso es lo que falta aquí. Hemos tenido buenas manos, pero el hecho de empezar desde cero en una ciudad donde no había tradición de música sinfónica debe tenerse en cuenta a la hora de valorar el nivel de la orquesta, porque los objetivos tienen que ser necesariamente distintos. Hace falta más tiempo para ganar esa tradición. Y una vez que tengamos un director titular esta orquesta debería salir fuera, ofrecer más conciertos en otros países. La OFM se conoce ya algo más en Europa gracias a nuestras grabaciones, pero también hay que ir allí a tocar.
-¿Cómo ha cambiado Málaga culturalmente desde 1991?
-Málaga ha cambiado muchísimo. Cuando vinimos no había más conciertos además de los nuestros, había algunas representaciones de teatro muy pobres y como mucho hacíamos una ópera al año. Algunos años después hubo mucha más variedad en la oferta, incluso vinieron orquestas distintas gracias al ciclo Ciudad del Paraíso, que lamentablemente ha dejado de celebrarse. Hasta vino Rostropovich. Lo más interesante ahora es que están saliendo músicos jóvenes y muy valiosos gracias a que la posibilidad de formación se ha ampliado con cursos muy importantes, como los que ha organizado Unicaja este verano en la sala María Cristina. Quizá hace falta dar más publicidad a las actividades culturales que ya se hacen, que se note más en la calle.
-¿Qué necesidad real tiene la OFM del Auditorio?
-La orquesta necesita escucharse. Cada músico debe escucharse cuando toca. En el Cervantes, cuando tocan los metales a las cuerdas nos resulta difícil escucharnos. Sales a otro teatro y te das cuenta de la diferencia: te escuchas perfectamente, no tienes que apretar el arco, percibes el sonido completo y disfrutas. La satisfacción para el músico cuando se escucha es muy importante porque te incita a tocar mucho mejor, pero en Málaga eso es muy difícil. Por eso la calidad de la orquesta es muy distinta cuando toca fuera. La concha acústica que nos pusieron solucionó el problema muy parcialmente, hace falta una solución definitiva.
-¿No tiene la sensación de que el proyecto se está desarrollando con demasiada lentitud?
-No. Incluso al contrario, la lentitud en una infraestructura de esta envergadura es preferible. Construir un auditorio para música sinfónica no es fácil y las prisas pueden ser fatales. En Bratislava se convirtió recientemente un edificio antiguo en un auditorio para la Orquesta Filarmónica, pero resultó un desastre: sólo se pudo celebrar un concierto por culpa de la pésima calidad del sonido. Desde entonces lo emplean para conciertos de pop con el fin de rentabilizar el gasto. Se hizo una inversión muy grande que resultó inútil, y eso es un fracaso muy duro de asumir. Hay que cuidar cada detalle con esmero para que la acústica sea perfecta. Un cine se puede construir deprisa, pero en un auditorio los errores que se cometan serán muy difíciles de subsanar. Sería un fracaso que, con al Auditorio ya construido, la orquesta tuviera que volver al Cervantes.
-¿Cómo son las relaciones con las instituciones? ¿Reciben todos los apoyos que necesitan?
-Desde que empezamos a tocar en la orquesta hemos tenido el apoyo del Ayuntamiento y la Junta sin que se hayan producido problemas, y eso a los músicos nos da mucha tranquilidad. De hecho, al principio, cuando nos instalamos en esta ciudad músicos de otros países, esa confianza resultó decisiva para que pudiéramos sentirnos como en casa. En un proyecto artístico como el nuestro el apoyo institucional es importante, y la verdad es que sentimos que se interesan por nosotros, algunos como el alcalde vienen a nuestros conciertos y eso nos complace, nos da garantías .
-¿En qué otras iniciativas anda metida, más allá de la OFM?
-Seguiré con mis cursos, aquí en Málaga, en Eslovaquia y en Hungría. Voy a recuperar mi octeto y espero poder hacer una gira por Andalucía, tocaremos en la sala María Cristina. Y quiero recuperar la Orquesta de Cámara. Además, voy a escribir un libro de carácter biográfico desde una perspectiva de género. Para una mujer no es fácil buscarse la vida en un colectivo grande como una orquesta. Es más difícil que para un hombre, por más que en los últimos años se haya producido una incorporación importante al mundo del trabajo. Pero creo que en cualquier ámbito, si una mujer y un hombre tienen el mismo nivel, la mujer lo va a tener más difícil, va a tener que demostrar más.
-¿También en el de la música?
-Sí. Para una mujer es muy difícil convencer de que merece la misma confianza en una orquesta.
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