Francisco José Sánchez (Cáritas): “El crecimiento económico no siempre lleva aparejado el desarrollo”
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PREGUNTADO por la evolución de Málaga en los últimos veinte años, el director de Cáritas Diocesana en Málaga apunta la existencia de “luces y sombras” a la hora de abordar su análisis: “La evolución ha sido significativa, desde luego. Lo habitual es que cuando vas a cualquier otra ciudad, alguien te llame la atención sobre el hecho de que Málaga está de moda. Pero también hay algunas sombras. Y, en su mayoría, no son sombras que hayan aparecido en estos últimos años, sino que ya estaban, han perdurado y en muchas ocasiones se han acentuado”. Una de las sombras más notorias que Sánchez Heras encuentra en este recorrido tiene que ver con los Asperones: “Que en todo este tiempo Málaga haya sido incapaz de desmantelar esta realidad sangrante dice mucho de la ciudad. No ha habido entendimiento entre las administraciones ni la responsabilidad suficiente para que desparezca, se ha mirado para otro lado. Pero Málaga no puede crecer de espaldas a Los Asperones, como si no existiera, por más que eso precisamente lo que está haciendo. Málaga ha demostrado a menudo cómo, cuando hay voluntad política, se pueden solucionar los problemas. En este caso, sencillamente, esa voluntad no se ha dado. Y la situación difícilmente podría ser más injusta”.
Lamenta así Sánchez Heras que el crecimiento socioeconómico del que Málaga ha disfrutado “no ha llegado a todos. Al contrario, se ha dejado a mucha gente en la cuneta. Y, precisamente, son esos descartados a los que acoge Cáritas”. Sólo en el contexto de las dos últimas décadas, la organización ha podido dar cuenta en sus informes de las claves más importantes de esta desigualdad: “De entrada, la pobreza que ya estaba cronificada hace veinte años lo sigue estando. Es decir, se ha dado una transmisión intergeneracional de la pobreza. Por otra parte, resulta llamativo que Cáritas constituya para cada vez más gente la última puerta a la que llamar, el último recurso al que acudir después de sentirse absolutamente desprotegidos, sin hueco en el Estado del bienestar. Desde la crisis económica que acarreó el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 hemos venido encadenando crisis: la de 2014, la del Covid, la de la inflación, una montaña rusa en la que lo más desprotegidos son los más débiles. Y la desprotección se ha extendido de manera exponencial Antes asistíamos a los pobres, ahora asistimos a nuestros vecinos. Muchos acuden a nosotros en busca de ayuda llenos de vergüenza, entre otros motivos porque tienen trabajo, pero lo tienen en sectores tan precarizados, como el de la hostelería, que ante una catástrofe como la del Covid se quedan fuera de juego. Ahora, con la escalada de la inflación, hay familias que se han quedado en el más absoluto desamparo porque los ingresos que son capaces de reunir se han vuelto insuficientes”.
Admite Sánchez Heras que instrumentos desarrollados desde el Gobierno como el Ingreso Mínimo Vital y la Ley Dependencia “pueden ser efectivos para paliar esta situación, pero desde Cáritas entendemos que estas medidas nunca deberían funcionar como un parapeto contrario al derecho digno de todas las personas. Por otra parte, la marginalidad abarca coyunturas más amplias que la pobreza económica. Que una persona vea reducidas sus posibilidades de participar en la vida pública también es una forma de marginalidad”. En cualquier caso, “los más débiles en todo este sistema, los que acusan la exclusión de la exclusión de la exclusión, son las personas sin hogar, los primeros desprotegidos ante cualquier crisis. En Málaga, Cáritas gestiona desde hace más de veinte años el Hogar de Pozos Dulces, que ha terminado delimitando una zona de convivencia en pleno centro histórico, rodeada de apartamentos turísticos. Y, en los últimos años, hemos abierto el centro Color y Café para el acogimiento nocturno”. Apunta el director de Cáritas, eso sí, que habitualmente “nos centramos en la dificultad del acceso a un alquiler cuando hablamos del problema de la vivienda, pero en realidad el problema es mucho mayor. En Málaga tenemos que hablar también de infraviviendas, de camas calientes, de chabolismo, de situaciones absolutamente contrarias al derecho a una vivienda digna que conforma un paisaje ya tristemente cotidiano”.
Sostiene Sánchez Heras la necesidad de distinguir entre crecimiento y desarrollo: “Si algo hemos aprendido desde la crisis de 2007 es que el crecimiento económico no siempre lleva aparejado el desarrollo. Sería de esperar que, en una situación de crecimiento económico como la que corresponde a Málaga, la tasa de pobreza decreciera. Pero lo que sucede es justamente lo contrario”. En correspondencia, “las políticas sociales nunca deberían ser cortoplacistas. Por una parte, hacen falta consensos entre las administraciones; por otra, la sociedad civil también tiene algo que decir sobre todo esto en el espacio público. El problema es que faltan referentes éticos y la regeneración moral de la sociedad sigue siendo una tarea pendiente. Pero una política con líderes capaces pondrá a los más desprotegidos en el centro”.
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