"Esta generación de niños transexuales está cambiando el mundo"
juan gavilán. filósofo, escritor y profesor de antropología
La editorial Catarata acaba de publicar su libro 'Infancia y Transexualidad', una obra con la que el pensador da voz a los que afrontan con valentía la realidad que demandan sus hijos
LE llegaron las primeras historias sobre transexualidad en niños y la contundencia con la que los menores pedían ser reconocidos en el género que consideraban suyo le entusiasmó. A partir de ahí comenzó un estudio que se ha materializado en su último libro, que se presentará el próximo 20 de octubre.
-En tres semanas se publica su libro Infancia y Transexualidad, un tema que hasta ahora ha generado mucha controversia... ¿Qué luz arroja el libro?
-En este libro he intentado construir un marco teórico sobre la transexualidad infantil en el que se establecen categorías, conceptos, principios, elementos que puedan utilizar posteriormente médicos, psicólogos, profesores... Cuando me aproximé al tema vi que el discurso biomédico había colonizado esta realidad. Había delimitado muy claramente cuáles eran sus conceptos, sus categorías, cómo funcionaba, lo marcaba como trastorno, como disforia... y lo que quería era establecer una alternativa teórica que se desmarca de la medicalización.
-¿Cómo ha sido el proceso?
-La base del libro son las narraciones de las madres de estos niños, muchas de ellas contadas en la web de la asociación Chrysallis. La primera historia me llegó de forma personal y me entusiasmó. Una niña le pedía a su madre hasta la extenuación que le pusiera vestidos. Entonces decidieron hacer un viaje y vestirla según el género con el que se identificaba. Su hermana mayor era cómplice y cuando uno hombre les dijo "que guapas van las dos" la satisfacción de esta pequeña fue absoluta. Luego empecé a ver otros casos y me di cuenta de que hay una serie de patrones idénticos, que se están dando en todas las familias.
-¿Cuáles, las demandas de los propios niños de vivir el género con el que se sienten identificados?
-Sí. Los niños suelen captar esta realidad desde muy pronto, pero que lo hagan a mayor o menor edad va a depender también de la capacidad que tengan los padres para reaccionar y aceptar. Un niño puede estar cinco años hasta que los padres digan basta, te aceptamos, te acompañamos, vamos al colegio, iniciamos el tránsito social... Pero no todos reaccionan de la misma manera y en el mismo tiempo.
-¿El reconocimiento de la identidad de género tiene edad?
-Los psicólogos oficiales que trabajan en unidades de tratamiento de identidad de género la ponen muy tardía, en la pubertad, pero yo no me lo creo. Los razonamientos que dan es que los niños no tienen madurez a esta edad, aunque creo que sí la tienen para reconocerse a sí mismos. El cerebro se ha formado para el reconocimiento del cuerpo y el control de la identidad y eso se hace a muy corta edad. Y de no hacerlo, estos niños están sufriendo la opresión de su identidad por parte de la familia y del entorno. Un niño de 8 años sentó a su madre y le dijo, "mamá, yo tengo aquí en mi cabeza que soy un niño", y fue un punto de inflexión para esta familia.
-¿Estos niños necesitan que un psicólogo les diga cuál es su identidad?
-No, que va. Hay veces que los que necesitan el psicólogo son los padres porque han sufrido mucho, se han llevado un golpe muy fuerte, han visto que la tranquilidad de la familia se trastocaba, salen del estado de confort de una manera brutal. Es algo que no esperan nunca. La palabra transexual puede resultar terrorífica para los padres, porque lo ven con la figura que hay en el imaginario colectivo del mundo de la noche, la prostitución, personas que viven en una marginalidad absoluta...
-Pero ese concepto no se corresponde con la realidad...
-Las personas transexuales no tienen por qué tener disforia, ningún tipo de patología ni ser marginales, al menos no lo son por sí mismas. Pero si existe ese imaginario es porque se les ha segregado, se les ha condenado al ostracismo y con ello se ha construido una categoría especial de lo abyecto, de lo miserable. Y esta es la injusticia, primero te marginamos y luego te atribuimos la disforia y el trastorno de identidad que nosotros mismos te hemos creado. El malestar no va íntimamente unido a la transexualidad, lo crea el tratamiento que le da la sociedad. Los niños son absolutamente felices en el momento en que se les reconoce, se les acepta y acompaña tal como son.
--¿Y mientras no se les acepta?
-Pueden tener grandes problemas mientras que no se les acepta, trastornos del sueño, incontinencia urinaria, pueden ser irritables, airados, pero dan un cambio radical en el momento en el que se les acepta.
-Supongo que muchos padres se sentirán perdidos al abordar la transexualidad de sus hijos, ¿tapar e intentar que sea un juego de niños o afrontar la situación como una realidad?
-Creo que lo primero que tiene que hacer la familia es dejar que los niños vayan manifestándose de una manera libre, limpia, sencilla, sin coacciones, sin ningún tipo de presión. Lo peor que se puede hacer con estos niños es reprimir, castigar. Y luego aceptarla con normalidad. Los servicios oficiales piden espera, pero muchas veces estos niños no pueden esperar, porque esperar a qué, a que cambie la sociedad, como dice una madre, a que pierdan la infancia... Es más, estos psicólogos animan a que se acostumbre a su "nuevo hábito" en la casa pero no fuera, y esta especie de vida esquizofrénica es totalmente negativa.
-¿Qué pasa en el colegio con estos niños, hay acoso?
-Cuando desde pronto se avisa a la dirección, se habla con los orientadores, los tutores y están atentos, la vida puede resultar bastante benévola. Los niños se adaptan muy bien, hay veces que los compañeros de clase saben que la niña es una niña realmente mucho antes incluso de que lo sepa su familia. Generalmente ven la transexualidad como algo natural.
-¿Es el adulto el que lo convierte en algo negativo?
-Muchas veces son los padres de los compañeros los que lo ven como algo tremendo, terrorífico, algo que puede contaminar y contagiar a los demás.
-¿Haría falta más educación en los centros?
-Es absolutamente necesario y la ley tiene que reconocerlo una educación en la diversidad sexogenérica, esto es imprescindible. Los niños deben de saber que no sólo hay niños con pene y niñas con vagina. No aparece ni en los libros de texto ni en la ley, a pesar de lo necesario que es para que los niños crezcan de una manera distinta y se enriquezcan. Se respetará más si se conoce esta realidad.
-¿Está esta sociedad preparada para asumir la diferencia?
-Hay de todo. Pero creo que se está dando un desplazamiento, hasta cierto punto inconsciente, desde un modelo binario, intransigente, radical e irrespetuoso, que expulsa como norma a las personas diferentes, hacia un sistema de ordenación de la sexualidad plural y multidimensional. Manuel Castel escribía que sólo una cuarta parte de los niños estadounidense están viviendo en familias nucleares patriarcales, el resto lo hace en familias reconstruidas, monoparentales, homoparentales, o lo que sea. También se está borrando la contraposición entre hombre y mujer como elementos contrarios. Hoy a nadie se le ocurre pensar que una mujer no lo es porque haya asumido pautas o costumbres que se pudieran imaginar propias de lo masculino y a la inversa, que un hombre sea afeminado porque haga de comer, recoja a los niños del colegio o sea emocionalmente vivo. Se acepta hasta cierto punto la homosexualidad, se reconoce la paternidad o el matrimonio... independientemente de los brotes de homofobia o transfobia, que son posiblemente muchos y muy fuertes.
-En el ámbito médico, ¿cómo se considera la transexualidad?
-Estas generaciones de niños transexuales y sus familias están cambiando el mundo. Lo pienso humildemente. Algunos especialistas se preguntan qué hacer cuándo les llegan niños transexuales que ya han asumido sus roles hace años. El discurso biomédico oficial tiene que cambiar y de hecho lo está haciendo. Porque no es una enfermedad, ni una patología, esto no se puede pensar. Todavía uno de los requisitos para tratar con hormonas a personas transexuales necesita un proceso muy largo de diagnóstico y evaluación. Aunque ya hay médicos que lo hacen de manera abierta y sin problemas. Saben que han existido malas prácticas y que no se puede patologizar.
-¿Y en el judicial y legislativo?
-Pues tienen que cambiar las leyes. Hay varias autonómicas pero aún no tenemos una nacional. Es absolutamente necesaria una ley que reconozca los derechos que ya tienen y los reafirme. Hace falta una ley en el Parlamento y los protocolos consiguientes, que todos los trámites sean sencillos, simples, cambio de nombre, de sexo, tratamiento médico...
-¿Falta en los centros educativos formación sexual para que los jóvenes se conviertan en adultos con una vida sexual saludable? ¿Aún hay tabúes?
-Todo lo que significa educación sexual no está demasiado bien visto en los centros escolares, hay muchos tabúes. Siempre he pensado que sería absolutamente necesario que existieran en los institutos y colegios equipos de orientación con pedagogos, sexólogos, educadores sociales y que los chavales tuvieran orientación en cuanto a sus prácticas, enamoramientos... Porque al final a quien recurren es a sus amigos y puede que tampoco tengan los conocimientos. Que tengan orientación adecuada por especialistas sería fundamental, pero lo no hay.
-¿Las generaciones actuales han subido el yo a su enésima potencia? ¿Es bueno buscar la felicidad de uno mismo, ser menos sacrificados, o se va por mal camino?
-Por una parte es importante que tengan autoestima, pero por otra también lo es que conozcan los beneficios de la disciplina, el sacrificio, el trabajo, el esfuerzo, conceptos que se han visto absolutamente desprestigiados. No todo forma parte de un juego, el esfuerzo es necesario para aprender Física, Matemáticas o Inglés.
-¿Qué opina de la Lomce? ¿Maltrata a conciencia a la Filosofía?
-A mi me coge fuera de juego, pero está claro que la Filosofía está a punto de desaparecer. Del Bachillerato y de las universidades. La Historia de la Filosofía queda reducida a una optativa y es un handicap muy importante. La educación tiene que ser siempre crítica y aquello que puede aportar la Filosofía es precisamente su carácter crítico, la capacidad de análisis, la capacidad crítica de la razón.
-¿Cuál es la salud actual de la enseñanza?
-Se está desprestigiando a los profesores. Pueden tener prestigio los cantantes, los artistas, los futbolistas pero los profesores no tienen prestigio. Y es difícil que alguien logre transmitir algo si las personas que tiene enfrente no sienten algún tipo de atracción e, incluso, admiración. También está totalmente desprestigiada la cultura. La literatura, el arte, la filosofía, la biología, el pensamiento en general, no tienen ningún tipo de valor.
-Una ciudadanía se refleja también en su cultura, ¿cuál es el espejo en el que se mira Málaga?
-Veo una cultura popular viva, agradable con sus defectos. Lo que no percibo es la cultura "culta", como yo la llamo. Tampoco hay estructuras institucionales y físicas para el encuentro y la comunicación de las personas que se dedican a la creación. Y, por otra parte, creo que la única estructura cultural que posiblemente existe en Málaga es la del amiguismo. Es casi escandaloso. Hay personas relevantes que son los "jefes" de la cultura y te tienes que llevar bien con ellos, ser amigo, porque si no no funciona.
-La ciudad ha cambiado mucho en los últimos años, ¿qué opina?
-Málaga ha mejorado muchísimo, se convierte en una ciudad turística relevante a nivel europeo, tiene muchas posibilidades. La recuperación del puerto creo que es un acierto. Málaga ha quedado bonita y se ha abierto al mar y ha ganado mucho. La parte negativa es la servidumbre del turismo. Es importante que explotemos este recurso porque mucha gente vive de ello, pero no a toda costa. La ciudad está cambiando su personalidad. La calle Larios, por ejemplo, es preciosa pero está llena de comercios multinacionales.
-¿Qué le parece el futuro hotel de 35 plantas en el puerto?
-El proyecto del hotel me parece una aberración, esa especie de monumento a la barbarie que será una pantalla enorme, el edificio más alto de Málaga, es tremendo porque cambia radicalmente la configuración del puerto. Y me planteo si los puestos de trabajo que va a crear el hotel son suficientes para que nos planten esa especie de mamotreto ahí, por bello que sea. Dan como argumento que se convertirá en un símbolo pero, ¿por qué? ¿No tenemos ya símbolos en Málaga, no sería preferible seguir con Gibralfaro, La Farola o la torre de la Catedral?
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