El goteo de narcolanchas en Málaga: nueva 'goma' abandonada en la playa de Guadalmar, la quinta en un mes

"La alerta de mal tiempo las está sacando de alta mar", señalan investigadores

Hallan una narcolancha con gasolina a bordo en una playa del Peñón del Cuervo en Málaga

La última narcolancha localizada en una playa de Guadalmar
La última narcolancha localizada en una playa de Guadalmar

El Peñón del Cuervo, Mijas, Estepona y, ahora, Guadalmar, que repite como escenario. Nueva narcolancha encontrada en la Costa del Sol, la quinta en el último mes en la Costa y la segunda en menos de una semana en la capital. La embarcación, abandonada, tenía cuatro motores. La Guardia Civil la tiene custodiada para su traslado al depósito judicial.

La hipótesis que manejan los investigadores es que, como en los casos anteriores, los narcos, ante las inclemencias meteorológicas, tuvieron que echar a tierra la goma, como se conoce a estos vehículos usados por los traficantes. “La alerta de mal tiempo los está sacando de alta mar”, afirman a este periódico fuentes conocedoras de estos casos. Pero también la presión policial en las zonas de refugio habitual está causando un serio quebranto a los criminales. "No he visto una situación así en mis más de 25 años de servicio", subrayan otros investigadores.

En Guadalmar es el segundo caso. El anterior se remonta a febrero, cuando otro vehículo cargado con petacas de gasolina fue incautado en una operación policial que se saldó con dos detenidos y la intervención de un camión tráiler. Paralelamente, dos narcos resultaron heridos tras el choque de dos narcolanchas en el Guadalquivir en el que cayeron al agua otros de sus tripulantes. El choque se produjo cuando una patrullera del servicio marítimo de la Guardia Civil perseguía a una narcolancha. En su huida, ésta chocó contra otra que estaba en el río en la zona de Caños de Jerónimo, en el término municipal de Lebrija (Sevilla) abarloada (amarrada por el costado) porque hacía un cambio de tripulación.

Hubo un caso anterior en la Costa del Sol ocurrido la semana pasada. El aviso procedía de la playa del Peñón del Cuervo. La embarcación, entonces, no tenía carga, pero sí llevaba gasolina a bordo. Tras detectarse a través de un radar, una patrulla de la Guardia Civil acudió hasta la zona de La Araña para localizarla. También la Policía Nacional fue alertada por el ruido de los motores, pero cuando los agentes llegaron la narcolancha ya había sido abandonada. Ni rastro de los tripulantes.

Desde la asociación Independientes de la Guardia Civil (IGC), en declaraciones a este periódico, mostraron su sorpresa tras el hallazgo, que no suele ser “habitual” en la capital malagueña, a diferencia de en otros puntos de la provincia. “No hay medios ni personal para luchar contra el narco. Ellos lo saben y cada vez se ven más fuertes. Les da igual pasar una narcolancha por Algeciras que traerla a Málaga”, advirtió un portavoz del colectivo.

El pasado fin de semana fue intervenida otra en la Cala de Mijas. Todavía mantenía los motores cuando los agentes llegaron hasta el lugar. La Guardia Civil investigaba si también había sido usada para labores de petaqueo (como se denomina en el argot de los narcos), es decir, si portaba gasolina para abastecer a otras lanchas destinadas a esta actividad delictiva.

La embarcación, custodiada ya por la Guardia Civil
La embarcación, custodiada ya por la Guardia Civil

Así funciona el negocio del petaqueo

El transporte ilegal de combustible en el mar, o petaqueo, se ha convertido en el nuevo gran negocio del narco, aunque ninguno se hará rico. Las organizaciones criminales, según el retrato de un experto de la Guardia Civil con dos décadas de experiencia en el Servicio Marítimo, están pagando hasta 300 euros por cada petaca de gasolina y han generado una novedosa figura de la economía ilícita española: el petaquero. Su papel, surtir de víveres y gasolina a los ocupantes de las gomas. Cobran entre 500 y 2.000 euros cada hora de trabajo. Es la nueva ocupación de los aprendices de narco en el Campo de Gibraltar, donde ya son parte del escenario marítimo.

En su caso, no son fardos de hachís lo que transportan, sino garrafas de combustible para suministrar a las narcolanchas que esperan en alta mar. Aunque la práctica ilegal es más habitual en el Campo de Gibraltar, también en los puertos de Marbella, Fuengirola y en el de la Duquesa, en Estepona, se ven embarcaciones pequeñas de recreo, de unos 6 metros de eslora, con petacas. Son más pequeñas que las que los traficantes manejan para mover los alijos de droga. Y también más baratas. “Hemos visto lanzar 40 o 50 petacas de gasolina a una embarcación semirígida. Pueden entrar hasta 1.500 kilos de combustible”, aseguran expertos consultados. El problema radica en la dificultad de conectar cada aprehensión de gasolina con una partida de hachís concreta.

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