Unos gramos... de ingenio
Desde pañales, caramelos y sofisticados dobles fondos hasta falsos enchufes o prótesis, los métodos de camuflaje de la droga más sorprendentes
Escondida entre chopitos, sardinas, caramelos, motos de agua, dentro de biberones, camuflada en cartones de leche, en los genitales y hasta en el interior de la llave de un vehículo. La imaginación de los narcos no tiene techo para dar esquinazo a los policías y así mover sus mercancías en el mercado. Cualquier argucia es buena si se consigue introducir la droga en el país y, después, distribuirla por Europa, o simplemente traficar con ella a pequeña escala. A los sofisticados dobles fondos se suman ahora una amplia variedad de escondrijos insólitos.
Uno de los golpes más curiosos de la Policía Nacional al tráfico de estupefacientes en Málaga, llevado a cabo el pasado mes de mayo, tenía como protagonista pañales usados. En ellos se ocultaban 938 bellotas de hachís, proveniente del norte de África. Meses antes, en 2013, los agentes se incautaron de más de 55 kilos de esta misma droga, de los cuales diez se encontraban escondidos en la silla portabebés de un vehículo y, el resto, en las diferentes caletas de un coche que viajaba a Madrid.
Pese a que la capacidad de sorpresa de los investigadores ya ha quedado aniquilada, el ingenio de los traficantes ante la intensificación de los controles sigue siendo inagotable, casi tanto como el empeño por mantener vivo su negocio. En 2005, se hizo realidad la leyenda urbana de muchas abuelas durante siglos han alertado a sus nietos sobre la importancia de no aceptar nada de desconocidos. La Policía detuvo a un matrimonio que regentaba una tienda en el barrio de la Trinidad y a su dependiente por vender cocaína camuflada en envoltorios de caramelos. Los envases estaban sellados de un modo casi perfecto con calor.
Los hallazgos de cargamentos de droga en los alimentos son ya comunes entre los agentes. Recientemente, se desmanteló una organización que introducía hachís oculto en sardinas congeladas. El operativo se saldó entonces con 14 detenciones tanto en Marbella como en el Puerto de Santa María y la incautación de 900 kilos de esta droga. En otra ocasión, los narcos recurrieron a latas de extracto de tomate para distribuir la droga en España.
A nivel nacional, la picardía es aún más sorprendente. Los narcos usan pelucas, animales muertos, peluches y hasta prótesis. Ejemplo de ello fue el caso de un viajero, que, procedente de Panamá, intentó introducir el año pasado una pierna ortopédica con cocaína en el aeropuerto de Barajas. La creatividad y la astucia a la hora de enviar la droga a su destino complica cada vez más el trabajo a la Policía.
La última operación antidroga en la capital malagueña que ha trascendido se saldó con el arresto en el distrito de La Palmilla de tres personas que ocultaban 14 papelinas de cocaína en un bote de desodorante manipulado. El recipiente, cuyo tapón se desenroscaba, había sido acondicionado para que incluso liberara un poco de perfume cuando se pulsara el botón y así despistar a los policías que participaron en el dispositivo.
Al mismo ritmo que trabajan las organizaciones delictivas para buscar recovecos que dificulten el hallazgo de la droga, lo hacen también otros cuerpos de seguridad, como el de la Guardia Civil, en su afán por descubrir la mercancía. Según han comprobado los efectivos, en la Costa del Sol, por su proximidad con Marruecos, la droga más abundante es el hachís, aunque el volumen que ocupa dificulta su camuflaje. Sin embargo, el elevado coste de la cocaína adulterada, que permite escondrijos más creativos, hace que resulte rentable de esconder hasta en espacios tan reducidos como el tacón de un zapato. Otros de los clásicos se basan en impregnar éxtasis líquido en todo tipo de prendas de vestir o incluso ingerir la droga para evitar que sea decomisada. No son pocos los muleros que llegan a ser hospitalizados. En 2009, tres inmigrantes rumanos residentes en Málaga llegaron a tragar casi 600 bellotas de hachís, que arrojarían un peso aproximado de cinco kilos. Dos años después, la Benemérita arrestó a dos personas que portaban 160 bellotas adosadas a su abdomen.
También la Policía Local experimenta, en su lucha contra el menudeo, situaciones insólitas al destapar múltiples formas de camuflar la droga. La astucia de los más ingeniosos hace que sea sumamente necesaria la perspicacia de los investigadores, que han logrado distinguir cocaína en botes de harina, hallarla en huevos Kinder o en el hueco interior del palo de una escoba. Las costuras de las prendas de vestir, especialmente de la ropa interior de mujeres, destacan también entre los recónditos preferidos por los traficantes, que con sutileza colocan pequeñas barras en los aros de los sujetadores. Los orificios corporales, ya sean amplios o no, ocupan ahora un prestigioso lugar.
Otros casos también ponen de manifiesto la escrupulosidad de los policías locales en los registros domiciliarios. Sólo así puede descubrirse que lo que a simple vista parece un enchufe no es sino la tapadera de una caja fuerte, que los buzones almacenan, además de cartas, también sustancias nocivas, o que la zona trasera de un bidé sirve a veces para ocultar un alijo e incluso el dinero negro. Los estupefacientes pueden ir escondidos incluso en mecheros vacíos. Y es que la droga más sencilla de camuflar es, a su vez, la más pequeña, a diferencia de aquella a la que delata su olor, caso de la marihuana. Pero eso sí, en el mercado narcótico todavía no está todo inventado.
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