Fascinante Croacia: Croatas propiamente dichos
El Jardín de los Monos
La monarquía croata había tenido una corta duración, pero dejó una huella tan profunda que mantuvo, casi otro milenio, el sentimiento de su identidad como pueblo
Fascinante Croacia: Ilirios propiamente dichos
Por el país de los cátaros VIII: Albí (I)
CON la entrada del primer milenio la historia de Croacia(Panonia y Dalmacia), que se había independizado del poder de Bizancio con el rey Kreŝimir IV (siglo XI), cambió al caer en manos de distintas potencias extranjeras, era la joya deseada por todos. La monarquía croata había tenido una corta duración, pero dejó una huella tan profunda que mantuvo, casi otro milenio, el sentimiento de su identidad como pueblo, esto es, el sentimiento nacionalista. A Kreŝimir le sucedió Zvonimir que fue quién recibió del papa Gregorio VII el título de rey de Croacia y Dalmacia. Según cuenta la leyenda, murió asesinado y, en su lecho de muerte, maldijo a sus asesinos deseándoles que fuesen por siempre gobernados por soberanos extranjeros. La maldición ha durado hasta finales del siglo XX, cuando nació la Croacia soberana e independiente. A Zvonimir le sucedió por tan solo dos años el rey Esteban II que fue el último rey de la dinastía reinante. En el año 1093, los croatas eligieron como rey a Pedro Svačić que murió en una batalla contra los húngaros en 1097.
Para simplificar más las cosas en esta enredada historia de los croatas, yo diría que eslava en general, a san Cirilo y san Metodio, que eran hermanos, macedonios del siglo IX, se les ocurrió inventar un alfabeto nuevo. La historia es que, a raíz de una carta del príncipe de la Gran Moravia, Rastav I, dirigida al patriarca de Constantinopla en el año 862, en la que le solicitaba maestros para la enseñanza de las sagradas Escrituras, ya que no entendían ni el latín ni el griego, ni sus caracteres escritos, aquél les envió a los dos hermanos y éstos, haciendo un refrito entre el griego, arameo, judío, samaritano, etc., inventaron para el eslavo eclesiástico, el alfabeto glagolítico que, simplificado después, se convirtió en el cirílico que usan más de cincuenta idiomas de la zona eurásica. Como curiosidad el documento escrito en glagolítico, en lengua croata, más antiguo que se conoce es la Tabla Baŝka. Una losa de piedra caliza blanca por la que sabemos que el rey Zvonimir donó unos terrenos con el fin de construir la iglesia y el convento de Santa Lucía en la isla de Krk; la piedra original se conserva en Zagreb, en la Academia de Ciencias y Artes.
La caída de la monarquía sumió a los croatas en un caos y, ya se sabe, a río revuelto ganancia de pescadores, así que los vecinos, en plan buitre, se apresuraron a coger su parte de botín. La Serenísima República de Venecia, ocupó varias ciudades de la costa dálmata, en tanto que los húngaros, bajo el reinado de Ladislao I, se hacían con la Croacia septentrional. Fue entonces cuando la nobleza croata decidió aliarse con los húngaros y, en 1102, el rey de Hungría, Koloman, apodado el Instruido o el Bibliofilo, fue coronado rey de Croacia y Dalmacia. Eso fue, como ya habíamos dicho, después de vencer y dar muerte al último rey nativo de Croacia, Svačić. El tal Koloman es una figura, cuando menos inquietante y, a la vez, muy interesante. Recibió una extraordinaria formación, fue sacerdote y obispo, estaba medio ciego y era jorobado y, según la Crónica Iluminada, escrita por el rey Luis I de Hungría, fue un rey sanguinario y funesto que llegó, en represalia por haber participado en revueltas para derrocarlo, a dejar ciegos a su hermano Álmos y su sobrino Bela. Sin embargo, el cronista contemporáneo Gallus Anonymus, le consideró un buen gobernante, destacando que su legislación sobre asuntos como los impuestos, el comercio y las relaciones entre sus súbditos, tanto cristianos como de otras religiones, estuvo vigente más de un siglo y que, además, fue el primer rey húngaro que renunció a nombrar a los prelados católicos en su reino. También tuvo que gestionar, no sin problemas, el paso de las tropas de las Cruzadas a Tierra Santa.
Aún bajo la misma corona, Croacia y Dalmacia siguieron siendo dos estados distintos, de forma que el primero mantenía su propio Parlamento, su régimen fiscal, su moneda y su ejército bajo el mando de un gobernador nombrado por el rey. No obstante la soberanía en la costa oeste del Adriático era objeto de disputa entre húngaros y venecianos. La República de Venecia, con ayuda de las tropas de la cuarta cruzada organizada por el papa Inocencio III para reconquistar Tierra Santa, se hizo con la ciudad de Zadar en 1202 y, en 1206 conquistó la península de Istria, al norte de Croacia y Dubrovnik al sur. Algo después, ya casi a mitad del siglo, las invasiones tártaras fueron minando el poderío magiar a la vez que fue creciendo el poder de los nobles croatas, cuyas ciudades fortificadas se convirtieron en auténticos bastiones defensivos.
A mitad del siglo XIII, Zagreb fue declarada ciudad real con lo que se consolidó el poder legislativo, administrativo y judicial del Parlamento croata. Pero las guerras por dominar la costa continuaron. Recién entrado el siglo XIV, desaparece la dinastía húngara de los Arpadi y es sustituida por la francesa de los Anjou. A principios del XV, el rey húngaro-croata, Ladislao de Nápoles, vende Dalmacia a la República de Venecia por cien mil ducados de oro. Este hecho vino a profundizar en la división de los croatas. La costa dálmata estuvo dominada por Venecia más de tres siglos. Solo se quedó fuera de su soberanía la ciudad de Dubrovnik, que fue la República de Ragusa. Pequeña pero rica y floreciente. Duró más de cuatrocientos años (1382-1808).
Los otomanos aparecieron en el horizonte croata y en 1526, en la batalla de Mohács (pequeña ciudad húngara junto al Danubio), los turcos derrotaron al ejército magiar y dieron muerte al rey Luis II. La nobleza croata decide cambiar de dinastía y eligen a Fernando I de Habsburgo, hermano de nuestro emperador Carlos V. Croacia pasa a estar bajo la influencia germánica, ya que Fernando sucedió a su hermano como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. En el siglo XVI Croacia quedó reducida al reliquiae reliquiarum olim incliti Regni Croatiae (el resto de restos de lo que fue el glorioso Reino de Croacia: Zagreb y Rijeka). La guerra con los turcos diezmó la población croata, en tanto que el absolutismo impuesto por los Habsburgos, que se habían quedado con todas las fortificaciones fronterizas de los nobles croatas, dio lugar al denominado «Confin Militar», esto es, una franja militar administrada desde Viena separada totalmente de la Croacia civil. Además, los Habsburgos, necesitados de hombres para combatir a los turcos, dejaron asentarse a otras poblaciones balcánicas y, para más inri, muchos croatas de los territorios ocupados por los turcos se convirtieron al islam para obtener beneficios sociales. El resto de restos croatas quedó habitado básicamente por serbios ortodoxos, lo que también ayudó a dividir aún más la nación croata.
Vencidos los otomanos, las fronteras fueron cambiando en función de la dominación de turno. Dalmacia siguió en manos venecianas que fijaron la frontera en un acuerdo con los turcos. El absolutismo austriaco favoreció que se reforzaran los lazos entre croatas y húngaros, con lo que Zagreb siguió bajo el gobierno húngaro. Tras la caída de Venecia la costa dálmata fue anexionada por Austria. Después, ya en el siglo XIX, pasó a manos de Napoleón que abolió la República de Ragusa y, cuando éste cayó, Austria volvió a hacerse con Dalmacia. Hasta 1918 que se acabaron los Habsburgos. Los croatas ya habían comenzado a despertar y a rebelarse, siempre bajo el sentimiento y el convencimiento de tener su propia identidad como nación. Hagamos aquí un recuerdo a quién lideró el renacimiento nacional croata: Ljudevit Gaj, con estos versos que forman parte del poema que se convirtió en un himno de la liberación croata promovido por el Movimiento Ilirio: «Croacia no está condenada mientras vivamos; / se elevará cuando la revivamos. / Si se duerme tan fuerte y durante tanto tiempo, se fortalecerá; / si es tan pequeño mientras duerme, se expandirá. / ¡Hurra!’ ¡Que resuene, hablado en croata!».
Aquí cerramos el capítulo de la historia de Croacia. El siglo XX fue tan convulso o más que toda la historia pasada, pero el objetivo de entender y conocer a un pueblo, forjado en una encrucijada de civilizaciones, que atrae toda nuestra admiración y todo nuestro afecto, que nos subyuga tanto por su historia como por su patrimonio y su naturaleza, queda alcanzado sin entrar en la época contemporánea que, por su complejidad, es preferible obviarla y celebrar solamente, junto a los croatas, que el día 1 de julio del año 2013 Croacia se convirtió en el 28º Estado miembro de la Unión Europea y en 2023 adoptó el euro como moneda.
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