Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Jóvenes voluntarios armados de paciencia siguen desenterrando este verano el mayor conjunto de fosas comunes de la Guerra Civil y el franquismo, en el antiguo cementerio de San Rafael, que da una idea de la magnitud de lo que los familiares de los fusilados llaman "el holocausto de Málaga". Existe constancia documental de que hubo fusilamientos en el lugar desde febrero de 1937, fecha de entrada de las tropas nacionales en Málaga, hasta 1951, según explicó Sebastián Fernández, profesor de la UMA y director técnico del proyecto de exhumación de los restos.
Por ello, se puede hablar de una "represión muy programada y sistemática de los republicanos y de personas que probablemente no tenían vinculación política". El trabajo de archivo revela una cifra de unos 4.400 fusilados en San Rafael, de los que hasta ahora se han exhumado los restos de la mitad, por lo que la "masacre" en esta ciudad tuvo "una importancia bastante grande", y es que no hay "constancia de ninguna exhumación de esta magnitud", según Fernández.
Además de los restos óseos, se hallan botones de la ropa y objetos personales como monedas, crucifijos o medallas religiosas, los únicos materiales que resistieron la acción de la cal viva que se arrojó a los cuerpos y de la que da fe el aspecto blanquecino de la tierra, señaló el arqueólogo Andrés Fernández.
A la antigua necrópolis acude con asiduidad Francisca Córdoba Serrano, de 76 años, para depositar flores a su padre, uno de los 4.400 fusilados cuyos restos reposaban en el recinto. "Mis padres vivían como novios, con cuatro hijos y sin casarse, pero cuando mi padre se dio cuenta de que lo iban a matar, pidió un cura para que sus hijos fueran legítimos, y se casaron en la cárcel con nosotros", recuerda Francisca sin poder evitar la emoción. Su hija, Paqui Rando , venía desde niña con sus padres para poner flores y rememora el miedo a las represalias durante el franquismo. "No nos han criado con rencor, al revés, nos contaban la historia de nuestro abuelo como un cuento, pero al hacernos mayores vimos la triste realidad. Hace un año y pico vine aquí y cuando vi el horror comprendí lo que había sido el holocausto de Málaga", añade Paqui, que desea que "las generaciones venideras sepan que esto existió".
También están en San Rafael los restos del padre de Gertrudis Rey Muñoz, quien junto a su madre llegó desde su pueblo, Cútar, a la capital malagueña en busca de su padre y la única respuesta que recibieron fue "que se lo habían llevado de paseo".
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