El hospital vacío
El Prisma
En la Junta andan encantados con que el Consistorio de Cártama no tenga los 2 millones para ejecutar la infraestructura eléctrica. Cuanto más se tarde en descubrir las vergüenzas del SAS al aire, mejor
EL Servicio Andaluz de Salud constituye, posiblemente, el mejor ejemplo de la tendencia de los distintos gobiernos andaluces socialistas a prometer y decir una cosa para hacer exactamente la contraria. Si los voceros itinerantes del PSOE se pasan la mayor parte de su jornada de trabajo, a cargo del erario público, claro, arremetiendo contra la reforma laboral o haciendo campaña contra los recortes sanitarios del PP en sus comunidades, el SAS no ha tenido nunca el más mínimo reparo moral en llevar hasta el extremo la legislación y abusar de su impunidad ante la Inspección de Trabajo. No se trata ya de los sueldos de sus profesionales, los más bajos de España -no está el horno para bollos ni para quejarse de eso-, sino de la forma en que los exprime. Sí, el SAS ha funcionado relativamente bien pero al precio de tener a su plantilla como en una olla a presión. Que ahora va a estallar. Se han hecho muchos contratos por días, que se rescindían los viernes para así no tener que pagar los fines de semana de descanso.
Eso en los años de bonanza, así que no son de extrañar casos como los del odontólogo sustituto que duerme en su coche junto al centro de salud de La Carihuela por la poco flexible forma en que la administración sanitaria concentra bajas de 30 días en 12 jornadas. Luego está la atención, buena pero no tan excelente como sus responsables han pretendido vender. Según sus datos, los plazos máximos de las listas de espera no se han superado. Ni en un caso. Milagro. Con trampas, como ese limbo en el que caen algunos de los pacientes y en el que se interrumpe la cuenta atrás, cualquiera hace uno. Y para rematar, están las promesas de equipamientos, un capítulo especialmente doloroso en Málaga, provincia eternamente a la cola en la clasificación de camas hospitalarias por cada mil habitantes, en la que la Junta se ha beneficiado de la potencia de su sanidad privada para tapar las graves carencias de infraestructuras de la pública.
El Gobierno andaluz no sólo ha sido incapaz de poner la primera piedra del megahospital, su gran farol/compromiso en la provincia de Málaga tras esa tomadura de pelo que fue sacarse de la manga un tercer hospital en los terrenos del Civil en plena campaña electoral de 2007. Tampoco parece muy cercana la apertura del hospitalito de Cártama, que debía haber abierto en 2008, y que está terminado a la espera de que el Ayuntamiento de Cártama acometa el suministro eléctrico y a que, principalmente, la Consejería de Salud tenga la voluntad y el dinero de equiparlo con personal y material. En estos casos, el contenido es siempre muchísimo más caro que el continente.
Pueden apostar tranquilos que este año, por mucho que lo prometan, no lo veremos funcionando. Y a este ritmo tampoco en 2013. En ese hospital del Valle del Guadalhorce, ubicado en Cártama sencillamente porque allí era donde gobernaban los socialistas, la Diputación provincial puso 7,2 millones de euros, una inversión sin sentido desde el punto de vista competencial. Porque corresponde a la Junta la atención sanitaria y ese centro es necesario principalmente para aliviar al saturado Clínico, hospital de referencia para esa comarca y para la Costa del Sol. De momento, en la Junta andan encantados con que el Ayuntamiento no tenga los 2 millones de euros para ejecutar la infraestructura eléctrica. Cuanto más se tarde en descubrir las nuevas vergüenzas del SAS al aire, mejor. Mientras, habría que proponer que ofrezcan el edificio a esos médicos itinerantes, como el de Torremolinos, que no tienen más remedio que aceptar las peonadas sanitarias. Aunque tendrían que dormir en el suelo. Como en el resto de hospitales públicos, no hay camas.
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