Si huele a huevos podridos es dolomía

Geólogos enseñan mañana al público profano los secretos de El Torcal durante un recorrido sobre el terreno organizado para celebrar la tercera edición de Geolodía, una jornada reivindicativa de la geología

La silueta de una cabra se dibuja en el sinuoso horizonte de rocas de El Torcal, durante un atardecer.
La silueta de una cabra se dibuja en el sinuoso horizonte de rocas de El Torcal, durante un atardecer.
Encarna Maldonado / Málaga

05 de mayo 2012 - 01:00

Los caprichos que ha labrado la naturaleza en El Torcal durante 200 millones de años están conformados por rocas calizas y dolomías. Pero, ¿cómo diferenciar unas de otras? Un buen método es el olfato. Golpee dos fragmentos de roca. Si huele a huevos podridos será una dolomía. Este es uno de los trucos que mañana enseñarán un grupo de geólogos durante un recorrido divulgativo por este paisaje kárstico declarado paraje natural en 1989.

Trece expertos del Departamento de Ecología y Geología y del Centro de Hidrogeología de la Universidad de Málaga, de la Academia Malagueña de las Ciencias y de la fundación Cueva de Nerja, dirigidos por el catedrático Bartolomé Andreo, celebrarán la tercera edición de Geolodía, una jornada reivindicativa de la geología y de sus profesionales, explicando a profanos qué es y cómo se formó El Torcal durante un recorrido organizado en siete etapas, que comenzará a las 9:30 de la mañana para concluir hacia las 15:00.

Los científicos contarán, por ejemplo, que hace 200 millones de años el mar Tethys cubría gran parte de Andalucía y que en su fondo se depositaban fangos carbonatados que pasados millones y millones de años se transformaron en las rocas que hoy constituyen El Torcal. También explicarán que forma parte de la cordillera Bética, originada por el choque de las placas tectónicas Eurasiática y Africana, hace 70 millones de años. Y qué es un karst, denominación que alude al paisaje resultado de un proceso que comienza con la disolución del dióxido de carbono de suelo y la atmósfera al llover. Ese agua ácida corroe los minerales solubles de las rocas, pero no por igual porque las calizas nudolosas se erosionan más fácilmente, creando entrantes y salientes que dan las características formas de platos y tornillos que se encuentran en El Torcal.

A ese fenómeno se suma la gelifracción, que se produce cuando el agua se introduce en las fisuras de las rocas y actúa a modo de cuña cuando se congela.

A lo largo del recorrido, que transcurrirá por el centro del pliegue formado al replegarse las capas horizontales de dolomías y calizas, los expertos mostrarán los diferentes tipos de huellas que el agua ha ido dejando en este paraje. Está el lápiz, arañazos en la superficie de las rocas provocada por la acción disolvente del agua, las torcas o dolinas, depresiones circulares de fondo plano o embudo que suelen funcionar como sumideros, los callejones entre pasillos de paredes verticales excavados por el agua en las grandes fracturas o los kaemnitzas u oquedades en la superficie de las rocas en forma de pileta, donde el agua queda acumulada. También se observarán simas y sumideros, conductos verticales que conectan las aguas de la superficie y las subterráneas, además de cuevas.

Al término de la visita, que es gratuita para los 300 interesados que han reservado plaza, los profanos en geología podrán saber que El Torcal es una gran esponja. El agua de la lluvia se filtra rápidamente a través de sus fracturas y formas kársticas para después volver a la superficie a través de manantiales y fuentes. El más importante es el manantial de La Villa que actualmente abastece a Antequera, aunque las perforaciones practicadas en sus proximidades han provocado que durante algunos periodos el caudal llegue a agotarse.

Tanto conocimiento no debe llevar a engaños, porque, ¡ojo!, el truco del olor a huevos podridos que la dolomía desprende al golpearse dolomía no siempre funciona.

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