La huella que dejó ETA en Málaga

El final del terrorismo vasco

La disolución de la última banda terrorista de Europa deja un sabor agridulce en los supervivientes, que afirman que el Estado ya la anuló y piden que se cumplan las penas

Momento de la explosión del artefacto colocado en una arqueta de Puerto Marina, en agosto de 2008.
Momento de la explosión del artefacto colocado en una arqueta de Puerto Marina, en agosto de 2008. / Migue Fernández
Celina Clavijo

06 de mayo 2018 - 02:00

La banda terrorista ETA ha cerrado una de las páginas más desoladoras de la historia de Euskadi, con un reguero de más de 800 víctimas durante sus 60 años de actividad, cerca de 300 asesinatos sin resolver y una disculpa selectiva a través de un comunicado. Los supervivientes que en Málaga sufrieron el terror en primera persona asumen con escepticismo la disolución y critican que se pretenda poner el contador a cero pese a los crímenes, extorsiones y secuestros que han jalonado su trayectoria.

“No me creo nada de ellos. Es verdad que están abatidos, pero no porque sean muy buenos y quieran acabar con esto, sino porque las fuerzas de seguridad lo han conseguido. De democráticos no tienen nada. Son unos verdaderos asesinos”, asevera José María Gómez (PP), que habla con la dureza propia de alguien que se cruzó con la muerte y pudo salir ileso. ETA se empeñó en acabar con su vida. “Intentaron secuestrarme y no pudieron. Después, pusieron una bomba en mi coche y tuvimos la suerte de no cogerlo aquel día. Aparecimos en varias listas más. Había que quitar de en medio a José María Gómez, había que eliminarlo”, recuerda.

Pese a que la organización haya anunciado su final, ésta –denuncia– “no ha reconocido sus errores ni pedido perdón”. “No van en serio. Que empiecen por cantar sobre los 300 muertos que no se sabe quiénes son y paguen su culpa. A las víctimas no nos parece bien que acaben así porque ellos lo decidan. ¿Quiénes son para imponer su desaparición cuando existe la ley de estado? Hay delitos y penas que deben cumplir”, asevera el popular.

El 8 de septiembre se cumplirán 21 años desde que volviera a nacer, pero la banda ya arruinó aquel día su vida. Desde entonces reclama una indemnización que, subraya, le corresponde. “He tenido ya cuatro sentencias en contra. Yo no soy el etarra, vinieron a por mí. Hemos tenido que perder nuestro patrimonio para subsistir. Hay familias enfermas psicológicamente. Más vale que me hubieran cortado una pierna, estamos enterrados en vida”, apostilla.

En julio del año 2000, ETA volvía a sembrar el terror colocando una bomba lapa en el vehículo del que entonces era el secretario provincial del PSOE, José Asenjo. El fallido atentado se producía cuatro días después de la muerte a tiros del edil del PP José María Martín Carpena.

La banda deja atrás, en palabras de Asenjo, “un programa de devastación mortal y unas heridas sin curar”. “Basta con ver los homenajes que se hacen a los asesinos cuando cumplen condena y vuelven a sus pueblos. Los reciben como héroes”, se lamenta. Y ello evidencia “un síntoma de apología social”. “Lo trágico es que tanto sufrimiento haya sido en vano. No han conseguido sus objetivos. Han perdido, el Estado los ha anulado”, destaca.

También Celia Villalobos fue objetivo de ETA, que intentó, relata, acabar con ella en dos ocasiones. “Pusieron un coche bomba la noche anterior y, cuando fueron a conectarla, alguien le había robado –una pieza– y no me pudieron matar. La segunda vez fue el día en que me hicieron ministra de Sanidad”, detalla.

Según su testimonio, los etarras confesaron al ser detenidos que habían decidido “pegarle un tiro en la plaza del Obispo”, donde ella vivía. “Salía todos los sábados a las 8:00 a ver cómo había quedado la ciudad con los botellones. Juré el cargo un viernes pero por desgracia mataron a mi gran amigo Martín Carpena”, señala la diputada del PP. Todavía recuerda la llamada del ministro del Interior, que le advertía de que habían intentado asesinarla. “Recuerdo que salí del despacho para respirar, me tomé un café en calle Larios y pensé: ‘Se acabó’. Si vives con miedo, no vives. El miedo paraliza”, sentencia.

Los atentados en la provincia de málaga

1979

Primera aparición en la provincia

Tras actuar por vez primera en la provincia, la banda terrorista ETA cometió o intentó perpetrar una treintena de atentados. El turismo y la repercusión internacional de la Costa del Sol han estado en el centro de su diana. El 29 de junio de 1979 hizo estallar en una playa de Marbella una bomba y colocó otro artefacto que no llegó a accionarse en un club del municipio. Al día siguiente, y también en el citado municipio, estalló un paquete explosivo en el club La Siesta, donde hirió a dos turistas extranjeros. Al año siguiente, también en verano, colocó otra bomba en un hotel de Estepona. En 1978, murió el guardia civil Juan Jiménez, natural de Benaoján, en un atentado en Guipúzcoa, donde era jefe de la Policía Municipal. El año de más actividad fue 1986, cuando la organización colocó distintos paquetes bomba en hoteles de Torremolinos, Fuengirola, Málaga, Estepona, Marbella.

1991

Un nuevo golpe de efecto

Un coche alquilado poco antes en un rent a car y cargado con 40 kilos de amonal explosionó junto a la cárcel de Málaga. Doce personas sufrieron heridas, la mayoría leves, y la onda expansiva ocasionó desperfectos importantes en las viviendas del entorno. Sólo dos meses después, el 15 de abril de 1991 estalló un coche bomba con 35 kilos de explosivos aparcado junto al cuartel de la Guardia Civil de Torremolinos.

1996

Otra ola de atentados para llamar la atención

En 1996, la banda volvía a actuar para proyectar sombras sobre la Costa como destino turístico. En julio explosionaron artefactos de escasa consideración, uno de ellos en el recinto musical Eduardo Ocón y otro en La Malagueta.

1997

Los cargos públicos ya son un objetivo

En el verano de 1997 ETA trató por primera vez de acabar con la vida de cargos públicos en Málaga. En septiembre se produjeron los atentados frustrados contra el alcalde y el concejal de Rincón de la Victoria. Tres años después, ETA asesinó al edil José María Martín Carpena, lo que se erigió en la acción terrorista que causó más conmoción en la provincia, seguida del ataque frustrado al entonces secretario provincial del PSOE, José Asenjo.

2001

Más explosivos y un extranjero herido

En julio de 2001 el objetivo fue el aeropuerto. Los artificieros retiraron un vehículo cargado con cerca de 50 kilos de explosivos que no llegó a detonar a la hora prevista por la banda. La Costa del Sol volvió a ser de esta forma objetivo terrorista el verano siguiente con la colocación de varias bombas en el mes de junio en hoteles de Mijas, Marbella y Fuengirola, donde resultó herido de gravedad un turista británico.

2004

Nueva alarma en el puente de diciembre

El 7 de diciembre de 2004, las fuerzas de seguridad del Estado desalojaron el Parque de Málaga tras el aviso de la colocación de un explosivo de escasa importancia que había sido enterrado junto a un árbol.

2008

Reaparición con atentados en varias playas

Cuatro años después, ETA volvió a hacer su aparición en Málaga, en esta ocasión con una bomba que estalló de madrugada en la playa de La Carihuela, en Torremolinos. Días después fue hallada una mochila con explosivos en una cantera. El 17 de agosto, la banda reapareció con la explosión de dos bombas en la playa de Guadalmar y Benalmádena, mientras que un tercer artefacto colocado bajo un puente de la A-7 fue desactivado.

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