El universitario malagueño graduado en Derecho con 15 matrículas que no pudo ir al instituto por una enfermedad

Un total de 14 operaciones le impidieron estudiar de forma presencial desde 1º de la ESO

Cuando le dieron el alta, lo primero que hizo fue matricularse en bachillerato

Alberto García, un estudiante malagueño con mucho don de palabra

Ignacio Mira en una biblioteca con los enseres que le han acompañado
Ignacio Mira en una biblioteca con los enseres que le han acompañado / Javier Albiñana
Lucía Serrano

26 de julio 2024 - 07:00

“La primera vez que me operé fue un circo, tuvieron que trasladar una mesa de adultos al quirófano infantil para poder intervenirme”. Era un chico muy alto para su edad, cuenta. “Llevo desde los 14 años midiendo lo mismo”, comenta entre risas. 

La vida de Ignacio comenzó como la de cualquier niño, disfrutando del deporte. Sin embargo, a los seis años le diagnosticaron una mutación genética que le afectaba a la regeneración de las células óseas en las piernas

Esta enfermedad, según cuenta él mismo, “provoca que tu hueso no se genere bien o lo haga en forma de chicle”. Su primera operación fue el 2 de febrero de 2011 hasta contar 14 intervenciones y recibir el alta en 2018: “Al principio lo veía divertido porque no tenía que ir a clase, pero con 15 o 16 años fui cogiendo conciencia porque es la edad de salir y quedar con los amigos”. El objetivo, en un principio, era volver al colegio tras dos semanas de reposo por la operación, pero tuvo un problema con el mecanismo de tuercas y se le partió un tornillo. 

El centro había adaptado todos los pupitres y el ascensor para cuando Ignacio volviera del hospital. Esas dos semanas se convirtieron en cuatro años sin poder asistir presencialmente a una clase. Cuando se complicó la enfermedad, fue necesario realizar un informe con la Junta de Andalucía para justificar la ausencia de Ignacio a las clases: “Los profesores se portaron muy bien conmigo y pude recuperar las asignaturas pendientes al curso siguiente”. 

El hospital en el que estaba ingresado contaba con una sala habilitada para la enseñanza de niños hospitalizados y “aunque había niños de todas las edades, daban una atención especial y personal”, narra sobre lo que fue el comienzo de su educación a distancia

Como a todo niño, en varias ocasiones le preguntaron qué quería ser de mayor: “Quería ser médico. Es más, mis padres me regalaron un fonendo de verdad con cuatro años. Operaba a las muñecas de mi hermana”, asegura bromista. 

No todos los recuerdos que guarda de su estancia en el hospital son malos. Allí forjó amistades con niños otros que se encontraban ingresados y encontró en su doctor un referente y amigo para toda la vida: “Cuando él aparecía, se me cambiaba la cara”.

“De pequeño era un niño muy inquieto, no me gustaba estudiar y hablaba por los codos”

Ignacio Mira paseando por la calle
Ignacio Mira paseando por la calle / Javier Albiñana

Su pasión por el Derecho se desarrolló durante un verano en el que vio a un familiar del gremio trabajar: “Ver como mi prima preparaba un caso y el expediente, me llamó mucho la atención”. 

Pronto empezó a interesarse por seguir los casos más mediáticos del país desde el punto de vista jurídico y vio en la instrucción su futuro académico. A Ignacio la vida le ha enseñado que, aunque los comienzos no sean fáciles, con ganas y pasión se pueden superar barras de titanio como las que le ayudaron a recuperarse de la enfermedad: “Me costó empezar bachillerato porque mi último contacto con el colegio fue 2014, estuve cuatro años sin ir a clase y sin tener el hábito de estudiar”.

Cuando le dieron el alta el 18 de agosto de 2018, antes de elegir cualquier otra cosa, decidió empezar por aquello que la enfermedad de había arrebatado, asistir a clase: “Mi doctor me dijo que me veía fenomenal. Fue acabar el verano y el 1 de septiembre me matriculé en bachillerato”. 

Ahora, con 26 años, se ha graduado en Derecho con 15 matrículas de honor, un punto más que el número de operaciones a las que tuvo que someterse.

De la carrera universitaria que realizó en la Universidad de Granada recuerda a los profesores apasionados por su trabajo que le hicieron entender la ley y estudiarla con cariño: “Si en la carrera tuviera que destacar a alguien sería Francisco Pertínez. Él me cambió totalmente la manera de ver el derecho, me hizo entender la ley”.

Junto al lienzo del futuro tiene una paleta con pintura de colores, el doctorado y la docencia se pintan de color verde y realizar una oposición con azul, aunque su entusiasmo siempre ha estado puesto, tal y como confiesa en el Derecho Deportivo Sancionador.

Más allá de los libros y las leyes, Ignacio Mira disfruta de los pequeños placeres que la vida le ha regalado después de ocho años, como son correr por el paseo marítimo de Málaga, tomar una tapa con sus amigos en Granada y dedicarse al arbitraje los fines de semana.

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