Imaginar Málaga, mañana

20 AÑOS DE 'MÁLAGA HOY' | TRIBUNA DE OPINIÓN

Dentro de veinte años, la ciudad se acordará del día en que se dio cuenta de su potencial

Pedro Aparicio, en tiempo futuro

Chiquito, la gloria de un torpedo

Turistas en bicicleta por el puerto de Málaga. / Javier Albiñana
Salvador Moreno Peralta | Arquitecto

23 de mayo 2024 - 05:50

MÁLAGA Hoy ha cumplido veinte años registrando uno de los mayores cambios que esta ciudad ha vivido en su historia. No sé si el puntual escrutinio de estas dos décadas nos capacita para predecir lo que va a ocurrir en las próximas, porque predecir el futuro extrapolando el presente sólo puede hacerse con aquello que va a permanecer inmutable, como las arenas del desierto, las aguas del mar o el alcalde de Málaga. El futuro es menester de profetas, hoy muy desvalorados por la Inteligencia Artificial. Pero si no podemos adivinar el futuro sí podemos, al menos, imaginarlo. Y en lo que va de un verbo a otro trocamos la objetividad, que puede ser falsa, por el deseo, que ese sí es auténtico.

Dentro de veinte años Málaga se acordará del día en que empezó todo. Fue ese día en que se miró a sí misma con una mirada inteligente y se dio cuenta de que resultaba ser una ciudad mucho más potente de lo que siempre había creído que era. Ya ni se acordaba de cuando algunas certeras actuaciones urbanísticas compensaron con creces la merma que supuso quitarle el turismo de Torremolinos, pues ello le permitió encontrar en sus entrañas atributos patrimoniales más sólidos que los del sol y playa. Como tampoco se acordará de que esas mismas personas se aventuraron con un Parque Tecnológico cuando aquí se creía que no había más riqueza que la que podía generar el ladrillo. Pero todo eso fue lo que le llevó a apostar por un futuro basado en los tres sectores de mayor acumulación de riqueza como eran el Turismo, la Cultura y las Nuevas Tecnologías. Al mismo tiempo un nuevo Aeropuerto, una Terminal de cruceros, varios trenes de Alta Velocidad y nuevas autopistas convirtieron a una Málaga periférica en un hub central. Mientras tanto la globalización iba desplazando el poder económico desde los Estados-Nación hacia las ciudades, que adquirían así un protagonismo insospechado hasta el punto de ser ellas mismas el producto y no el instrumento de la producción. Y aquí se le abrió a Málaga su futuro como ciudad global con el siguiente panorama:

Cientos de start-ups y spin off, subsidiarias o no de las grandes empresas tecnológicas del Team 10 (el conglomerado de las empresas tecnológicas más importantes del mundo), se han instalado ya a lo largo y ancho de la provincia desde su alma mater en el Málaga Tech Park (PTA). La ciudad y su provincia constituyen un ecosistema tecno-turístico integrado por empresas de nuevo cuño pero, sobre todo, por una red de servicios sumamente avanzados y tecnificados, que es lo que da idea de su posicionamiento excepcional en la economía global del conocimiento. Es cierto que al principio el número de trabajadores era exiguo, dándose la paradoja de que el PIB subía pero también lo hacía el paro. Pero con el tiempo estas empresas, masivamente ubicadas en la metrópoli y su área de influencia, acabaron generando beneficiosas economías de aglomeración que, con sus consecuentes economías de escala, permitían reducir los costes de producción al tiempo de obligarles a alcanzar la excelencia urbana. Y esto es así porque Málaga descubrió algo trascendental para lo que vino después: que el producto requerido por la demanda turística era el mismo que el demandado por los trabajadores del conocimiento. Por eso hablamos de ecosistema tecno-turístico, pues ambas funciones se encontraban y retroalimentaban en el mismo producto, insertando residencia, trabajo y producción en un mismo medio realzado por su propia excelencia.

De esta forma Málaga se ubicó con más diligencia que nadie en el meollo de lo que podíamos llamar “economía postmoderna”, aquella que tiene en el hecho de VIVIR su principal recurso, por ser uno de esos escasos lugares del mundo en el que, en un mismo lugar, coincide la más amplia panoplia de exigencias, funciones y actividades de la población occidental, esto es: la residencia, el ocio, el trabajo, la asistencia sanitaria, la seguridad jurídica, la cultura, la enseñanza universitaria y la formación permanente… y todo ello, claro está sobre la base de una completa red de comunicaciones y un clima excepcional. Pero ese paisaje se nutre, no sólo de las fortalezas que la metrópoli está aportando a su provincia sino de las que la provincia está aportando a la ciudad. Y es así, como Málaga exportó un nuevo modelo urbano compuesto–en un todo armónico y complementario– por la metrópoli y su provincia: una extensa ciudad cuyos barrios eran sus bien interconectados pueblos y el campo… las zonas verdes en su doble dimensión, paisajística y productiva, mediante la revalorización del sector primario, que este país despreció durante tanto tiempo apostando por recursos más débiles y azarosos. . Así fue como Málaga, en una simbiosis de naturaleza, producción y ciudad acabó siendo realmente un lugar de atracción para ciudadanos de todo el mundo, y no sólo para los fondos de inversión que la asolaron en el ya lejano 2024.

Pero cuando sonó el despertador vi, como Monterroso, que los dinosaurios todavía seguían allí, mientras miles de malagueños pululaban por calles y barrios buscando una casa donde vivir.

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