Un inicio de desescalada a medio gas en Málaga
Actividad en el paso a la fase 1
La actividad comercial y hostelera de la provincia comenzó a despertar de su letargo entre las medidas de seguridad impuestas por los propietarios y la cautela de los clientes
Málaga/En una pelea por el dominio de la PlayStation, los niños se cargaron el cable de sus cascos gamer, esos con los que echan la tarde hablando con sus amigos y una herramienta muy valiosa durante el confinamiento. En abril habría sido una tragedia. Pero ayer, el primer día de la fase 1 en Málaga, ir a repararlos a un establecimiento de la calle Antígona, en Teatinos, estuvo al alcance de un paseo. En esta populosa zona de la ciudad, las terrazas comenzaron a recuperar su espacio en las aceras y los clientes a hacer una de sus actividades favoritas, desayunar en la calle.
A esa misma hora, poco después del horario de apertura comercial, el centro de la ciudad despertaba de su letargo e iba reiniciando con calma su actividad. Había gente esperando para cruzar el semáforo de Puerta del Mar, para comprar en el estanco o en el puesto de Loterías. Otros que se adentraban en la calle Nueva o giraban hacia Larios y subir hasta Especerías o Compañía. Aunque eran muchas las persianas cerradas y los carteles que seguían recomendando la compra on line, la atención presencial en los comercios regresaba después de dos meses de un parón que ha hecho una mella demasiado profunda en sus economías.
Las mascarillas y las viseras, los geles hidroalcohólicos, las distancias de seguridad y las miradas críticas ante acercamientos indebidos daban cuenta de que la realidad no es la misma que antes del 14 de marzo. Pero a medida que avanzaba la mañana, las calles se iban poblando de gente y regresaban esas sensaciones de siempre que se habían quedado confinadas en casa. Se abría un abanico de posibilidades de acción que un día antes había estado prohibidas por el estado de alarma.
En La Malagueña, en el Café Central, en La Recova, en Brunch It, en la cafetería Framil, se volvían a servir cafés en vaso largo, chocolates a la taza, churros y pitufos para celebrar que se estaba un paso más cerca de recuperar una vida que ha sido sostén económico de la ciudad durante décadas. La hostelería, aunque con mesas más separadas, con medidas de protección y con menos personal ya que sólo podían servir en las terrazas, iniciaba ayer su ascenso del hoyo en el que ha estado sepultada dos meses. Y esto era también posible gracias a la simbiosis necesaria con las tiendas colindantes.
“Un negocio cerrado es un saco de pérdida de dinero terrible, porque hay que seguir pagando el alquiler, el mantenimiento, el consumo eléctrico y todo eso sin un euro de ingreso”, apunta Rafael Prado, dueño del Café Central. Por eso volver era una “necesidad económica”. Pero también una “mental”, dice. Para este empresario ha pesado mucho la preocupación, los dolores de cabeza por sus trabajadores, que son “mis compañeros”. El volver a “sentirse útil” y a tener “ganas de trabajar, a tener solidaridad con la situación” le ha devuelto cierta tranquilidad.
También en DK Barber Shop, junto al Museo Carmen Thyssen, estaban contentos de que el resto de negocios comiencen a abrir. Así el efecto llamada atraerá a más clientela. La barbería inició su desescalada el 4 de mayo con cita previa y llevan dos semanas completos, aunque a los siete trabajadores les han tenido que reducir la jornada para que un grupo trabaje de mañana y otro de tarde. “La verdad es que se nota que no hay turistas y que la gente no ha podido venir a pasear al centro”, explica Jesús. “Pero tenemos mucha clientela ya hecha”, comenta aliviado.
En la tienda Nespresso, una cola de cinco o seis personas esperaba para comprar las famosas cápsulas y en la otra esquina de la plaza de la Constitución Stradivarius recibía a sus primeras clientas. En la calle Larios el grupo Inditex y Primor eran las firmas que tiraban principalmente de la actividad durante la primera mañana de la desescalada. Desigual mantuvo el cierre y Springfield, también. En Massimo Dutti un cartel en su fachada avisaba de un aforo de 39 personas y tanto la sección de señoras como la de caballeros se han unificado en la planta baja.
“Hemos calculado mal el personal porque no damos abasto”, decía una de las empleadas y aseguraba que tenían compradores desde primera hora. En la puerta daban la bienvenida, ofrecían gel hidroalcohólico y guantes. “Los probadores tenemos uno abierto y otro cerrado para que se respeten las distancias de seguridad”, apuntaba la dependienta. Las vitrinas también estaban más separadas y el mobiliario adaptado a las demandas actuales de prevención.
En todos los establecimientos se recomendaba el uso de mascarillas y el público cumplía la medida. No se vieron locales abarrotados, la afluencia era más bien tímida, pero sí que se realizaron unas primeras ventas que supieron a gloria después de tanto tiempo. “Mamá, es que no tengo pantalones”, decía una chica en la entrada de Mango. Y es que ir de tiendas ya era posible.
Ambiente en el Muelle Uno y el Palmeral de las Sorpresas
Cuando la calle Larios volvía a recuperar su latido y eran muchas las personas que la ocupaban pasadas las 13:00 de ayer, el Palmeral de las Sorpresas se convertía en el lugar ideal para pasear sin miedo a incumplir las distancias de seguridad. Con un sol intenso, las horas centrales del día dejaban casi vacío el espacio. También el Muelle Uno, donde muchos restaurantes y tiendas aún tenían las persianas bajadas o preparaban sus terrazas para recibir a futuros clientes. El Hard Rock Café permanece cerrado, igual que el restaurante de José Carlos García, la Marisquería Godoy y la mayoría de establecimientos de este espacio.
En Kaleido Málaga Port una decena de mesas estaban ocupadas para el aperitivo y a los nuevos clientes que llegaban el jefe de sala les tomaba la temperatura. “Queremos ser punteros en medidas sanitarias, hemos puesto mamparas en las zonas más complicadas de la terraza, se toma la temperatura a los usuarios y después de cada servicio las mesas se van a limpiar con ozono, también la cubertería, la vajilla y la cristalería, que se van a lavar con ozono y a 90 grados”, explicó Jesús Fortes, cofundador de Kaleido.
Hasta el último momento estuvieron barajando abrir o no el primer día permitido, comentaba Fortes. “Hemos considerado que era importante ver cómo funcionaba esto desde el comienzo, hacer un rodaje con una plantilla reducida”, agregó. El cierre por el estado de alarma los pilló en temporada baja y con 15 trabajadores. Ahora han echado a andar con cinco. “Había que abrir, tanto los clientes como los trabajadores estaban deseando volver”, apuntó el hostelero. Y señaló que “de esta crisis solo salimos recuperando los hábitos que teníamos cuanto antes”.
En otros puntos de la provincia, igualmente se reactivaron comercios y negocios de hostelería tras dos meses de parón. En Ronda se pasó de fase con la apertura mayoritaria de los comercios, en especial, aquellos situados en Carrera Espinel, principal calle peatonal de la ciudad del Tajo con casi un kilómetro de longitud.
Mientras, el sector de la restauración rondeño seguía en su gran mayoría cerrado y tan solo algunas cafeterías y bares abrieron ayer con la limitación de poder utilizar el 50% de su capacidad en las terrazas. Con el cartel de “se traspasa” colocado en sus puertas continúan protestando por las medidas adoptadas por el Gobierno central para el sector. Eso sí, aquellos que decidieron abrir con las limitaciones establecidas registraron una importante afluencia de clientes, aunque sus propietarios no quisieron lanzar las campanas al vuelo para esperar a ver la evolución durante los próximos días.
El bullicio regresa Rincón de la Victoria, con la ilusión de los hosteleros por remontar
La entrada de la fase 1 fue palpable en el municipio de Rincón de la Victoria. El bullicio se palpaba en la plaza Al Ándalus, en la avenida del Mediterráneo y en el paseo marítimo donde los hosteleros se afanaban por terminar la limpieza y la desinfección. Otros muchos ya estaban abiertos con mesas ocupadas saboreando la cerveza del aperitivo. Horas antes, los rinconeros recorrían sus calles buscando una cafetería donde desayunar. “Estoy seguro de que vamos a funcionar bien, no tengo dudas. Vamos a trabajar cómo sabemos hacerlo”, comentaba Moisés Gil, propietario de El Cafelito de Moy.
En el paseo marítimo de Rincón de la Victoria se respiraba optimismo con alguna reserva apuntada y con clientes improvisados que ocupaban sus mesas con alguna bebida. La caseta de los espetos se preparaba para las primeras brasas. En Marbella la desescalada arrancó tímidamente, al menos en las zonas más turísticas, donde muchos negocios del centro y el casco antiguo se resistieron a desconfinarse a pesar de que el tráfico rodado y los viandantes empezaron asomarse por la avenida Ricardo Soriano.
Las copas volvieron a brindar ayer en la Plaza Chinorros de Fuengirola
Las copas volvieron a brindar ayer en la Plaza Chinorros de Fuengirola, donde los comensales llenaron las terrazas del céntrico espacio gastronómico. La limitación de aforos y de las distancias de seguridad permitidas hicieron que encontrar una mesa vacía fuese una misión complicada. Y en la mente de los hosteleros planeaba un deseo compartido, que este fuese el comienzo del fin de la época más difícil de su historia.
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