La inspectora de policía que desentraña el 'crimen' de una joven influencer mutilada en Málaga

Ana Covadonga lanza un órdago a favor de un cambio legislativo que impida que los "malos, que tienen cero moralidad, hagan y deshagan"

'La muda', la primera novela de su trilogía, refleja los entresijos de cualquier investigación contrarreloj condicionada por la presión mediática

Un tiroteo en Málaga capital esta madrugada se salda con un herido de bala de 37 años muy crítico

La inspectora de policía Ana Covadonga
La inspectora de policía Ana Covadonga

Una llamada que la despoja –a ella y a los suyos– de la serenidad de la madrugada, el cadáver mutilado de una joven influencer en Málaga y cero pistas. Así es el latigazo emocional al que Julieta Collado, jefa del grupo de Homicidios, se enfrenta junto a sus policías de éxito fulgurante para resolver un nuevo homicidio.

Todos ellos acaban manchándose los zapatos con los bajos fondos de la ciudad hasta acabar desenmascarando al asesino, uno de los seres más sádicos de la criminología española que busca venganza. Ana Covadonga (Oviedo, 1990) es la inspectora de Policía Judicial de carne y hueso que está detrás de La muda, la primera de su trilogía, una novela que, aun sin basarse en hechos reales, refleja los entresijos de cualquier investigación contrarreloj condicionada por la presión mediática. Sin dar, huelga decir, demasiadas pistas a aquellos contrarios a las reglas y de gatillo fácil. “Los malos nos llevan ventaja y, si exponemos todo lo que usamos, esto se nos complicaría aún más”, explica la agente en una entrevista con este periódico.

En plena oleada de tiroteos, con más de una decena de episodios en apenas unos meses (uno de ellos, con armas de guerra), reconoce que sería una “locura” perpetrar en la Costa del Sol un crimen de tintes similares al de la influencer que protagoniza su obra. Aquí, “no es lo que se lleva”. “Ahora están de moda los tiroteos, las mafias y los sicarios. Nos han comido mucho terreno y hay que trabajar”, advierte Covadonga. Y en esa lucha, con frecuencia descompensada, los investigadores no pueden más que “jugar con los medios reales” que Interior pone a su alcance. “Todos colaboramos y todos aportamos nuestro granito de arena”, resalta.

Y, entre tanto, lanza un órdago a favor de un “cambio legislativo que evite que los malos hagan y deshagan” a su antojo. Así las cosas, recuerda que no sería “la primera vez” que la ley “no respalda el trabajo policial”. “Tenemos las manos atadas. Hacemos perfectamente nuestro trabajo, encontramos a los malos, que tienen cero moralidad, y los pasamos a disposición judicial”, subraya Covadonga, que en su novela, disponible en Amazon, pretende ensalzar la actuación policial: “Una operación tiene muchísimo trabajo como para que luego se caiga”.

“Una operación tiene muchísimo trabajo como para que luego se caiga”

La inspectora es consciente de que “un caso mediático “se resuelve mucho antes que uno que pasa desapercibido”. Su difusión ayuda “a que se haga justicia”, pero denuncia el “acoso” a las familias de las víctimas. Va más allá y se pronuncia sobre la moda de los true crime, como el del caso Asunta. Al respecto, reconoce cómo “la gente necesita entender qué lleva a una persona a hacer algo que parece tan increíble”, pero aboga por preservar el respeto a los fallecidos.

Un caso que le marcó especialmente fue el del asesinato del pequeño Gabriel en 2018, con su madre abanderando ahora la lucha de otras familias que también se resisten a convertir su tragedia en entretenimiento o a ser pasto de un regodeo mediático. “Me dio un vuelco el corazón porque tenía la esperanza de que siguiera vivo”, recuerda la agente.

Pero no hay “crimen perfecto”. Y eso quiere reflejar en La Muda, donde el asesino de una joven, cuyo cadáver es hallado en condiciones “que le pondrían los pelos de punta al más duro de los policías”, no lo pone fácil. “Deja una escena en la que no hay de donde tirar. El del cazador parece un crimen perfecto pero tenemos muchos recursos”, presume.

No será hasta la página 179, cuando Ana Covadonga, desde la “perspectiva real de una madre que es inspectora de policía y que no llega a todo”, desvele el leitmotiv del thriller, con desenlace inesperado. “Voy dando pistas, pero es inverosímil. Si alguien sabe antes lo que está pasando le debo una cerveza; me parecería imposible. Si lo descubre es porque está igual de perturbado que yo”, bromea.

Su narrativa envolvente, preñada de guiños a la Málaga “del gazpachuelo, el pescaíto y la Torre Mónica”, provocará que el lector llegue incluso a empatizar con el criminal, “que lo ha perdido todo”, y hasta desee “que no lo coja la Policía”. Porque la ficción lo romantiza. Gonzalo y Elena, inspirados en dos compañeros policías, son otros de los personajes de la trama, en la que también juegan un papel relevante Campos, el “típico guaperas”, y Eusebio, fiel reflejo de los “policías veteranos con picardía, de los antes, los de verdad”, además de la infatigable inspectora Julieta.

En la novela, que escribe en persona y aúna la investigación con la crítica a las redes sociales, la autora se siente al descubierto. Transmite a las claras su eterno propósito de “atar todos los cabos”. “Me siento expuesta porque es una visión muy personal”, confiesa la policía, acostumbrada a “devorar la novela negra”. Para sacar a la luz la suya, ha tenido, reconoce, que robarle infinitas horas al sueño y, con un pie en la BabyBjörn de su bebé, de 6 meses, aprovechar cada siesta. “Una vez empecé a escribir ya no era capaz de parar. La historia la sabía de principio a fin”, recalca.

“Algo no funciona si siguen matando a mujeres”

Con 22 años se enfundó por vez primera en el uniforme policial. Desde niña supo que lo haría. Lo había mamado de su padre, a quien recuerda en los años del plomo, destinado en Bilbao, “mirando debajo de su coche para ver si tenía una bomba”. A ella le ha tocado vivir mejores tiempos. Estuvo destinada en Madrid, hizo prácticas en Málaga y pasó por Marbella como coordinadora de servicios Zeta y jefa en la Unidad de Familia y Mujer (UFAM). “No soy dirigente política, pero algo no está funcionando si siguen matando a mujeres”, denuncia al rememorar su labor. La inspectora Covadonga se define como una“auténtica feminista” a la que le “enerva” el fenómeno de la prostitución.

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