El insufrible graznido de las gaviotas toca a su fin
Medio Ambiente
El periodo de nidificación de este ave termina esta semana cuando los pollos empiecen a volar, por lo que se reducirá la agresividad de los padres.
Resulta molesto, en muchos casos insufrible, el graznido de las gaviotas cuando resuena como un prolongado eco antes incluso de que despunte el alba. Todo aquel que tenga un nido de este ave cerca lo sabe bien porque la lucha que mantienen en estos meses por garantizar la supervivencia de sus polluelos llega a ser incompatible con el descanso de cualquiera que tenga la mala suerte de vivir a alrededor.
Pero para consuelo de quienes sufren su característico sonido, le agradará saber que la época de reproducción y nidificación de las prolíficas gaviotas está a punto de llegar a su fin. Probablemente esta misma semana, ya que los pollos ya pueden casi volar lo que rebajará la agresividad de sus padres que poco a poco se irán alejando de los nidos.
Pero desde finales de marzo hasta ahora han sido meses en los que sus graznidos han retumbado por doquier como una tortura para los oídos, sin contar con la suciedad y el deterioro que producen estas aves en los edificios donde se asientan durante este periodo. Es en el inicio de la primavera cuando las gaviotas comienzan a explorar en busca del lugar más idóneo y seguro para hacer sus nidos.
En ese afán de protección, la gaviota patiamarilla, la especie más abundante en Málaga capital, ha hecho ya suyos algunos distritos como el Centro, Este y Carretera de Cádiz donde dispone de edificios de gran altura en los que poder anidar y tiene garantizado alimento en el puerto y el vertedero. Es lo más parecido que encuentra a los acantilados de su hábitat natural en una ciudad tan densamente urbanizada y que ha ido colonizando a pasos agigantados a pesar de los intentos del Ayuntamiento de Málaga por contenerla.
Prueba de ello es que de los 21 nidos que fueron retirados por el área de Sostenibilidad Medioambiental del Consistorio malagueño en el año 2002, se ha pasado este año a 137 tras la queja recibida por parte de algún vecino o una comunidad de propietarios. El año pasado fueron 122, aunque el servicio municipal de Vigilancia Sanitario-Ambiental asegura que prácticamente todos los años las cifras se mueven en márgenes muy parecidos y que su población en la capital malagueña "está estabilizada".
Aún así, se han retirado este año 173 huevos y 46 pollos habían aprendido aún a volar y que suponían un riesgo para las personas que vivían cerca por la agresividad que muestran los padres. La empresa a la que el Ayuntamiento tiene adjudicado este servicio interviene a requerimiento de cualquier persona siempre y cuando los nidos estén accesibles. Otros años incluso ha sido necesaria la intervención de los bomberos para poder acceder hasta ellos.
Pero no sólo en edificios privados, también se suelen retirar nidos en lugares tan variopintos como La Catedral y colegios.
Los huevos son pinchados y vaciados, mientras que los pollos son sacrificados según los métodos permitidos por la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía que es quien tiene realmente la competencia sobre estas aves pero que autoriza cada año al Ayuntamiento para el control de gaviotas, cotorras argentinas y tórtolas turcas.
Retirado el nido, los huevos o los pollos desaparece la agresividad de las gaviotas y con ella parte del problema, que en ocasiones han terminado incluso en intentos de ataques a personas que se encontraban cerca de los nidos en su afán de tratar de proteger a su descendencia.
Es la única forma que existe de intentar atajar su rápida expansión porque con los ejemplares adultos poco se puede hacer debido a que "disminuir su número es difícil con alimento disponible", según el Área de Sostenibilidad Medioambiental.
Si su población pudiera determinarse por la intensidad y la constancia de los graznidos que se oyen desde varias zonas de la capital casi a cualquier hora del día, las gaviotas se contarían con toda seguridad por miles. El Ayuntamiento de Málaga no sabe a ciencia cierta cuál es la población asentada en la capital porque resulta prácticamente imposible cuantificarlas a estas alturas.
Su control empezó hace años por parte del Consistorio, que dispone de un servicio especializado desde 2002 a pesar de que no es una plaga de incidencia pública. Pero por aquella época se limitaban a revolotear por los alrededores del vertedero y de la zona del puerto en busca de alimento. Ahora, en cambio, ya forman parte de la fisonomía de cualquier rincón de la ciudad.
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