El Gobierno no calma la indignación de los vecinos de Campanillas
Inundaciones Málaga
La ministra portavoz únicamente alcanza a asegurar que los pagos del Consorcio de Seguros comenzarán el viernes y aboga por una colaboración conjunta entre las administraciones
Mientras tanto, la rabia se apodera de los vecinos que critican que los políticos se acercan a "hacerse la foto"
Málaga/Después de 105 horas, en Campanillas, todo sigue siendo barro. Los daños que la borrasca Gloria dejó en el extrarradio malagueño se perciben nada más poner un pie en el distrito. Y no solo en las calles y en las viviendas bañadas aún por el lodo, también en los rostros de los vecinos. "Esto lo sabía todo el mundo, hasta el más pequeño del pueblo esperaba que pasara a la primera oportunidad", conversaban dos señores en su mientras viajaban en el 25, la línea de autobús que conecta el distrito con el centro de la capital.
Las lluvias torrenciales del pasado fin de semana, dicen, no destrozó casas sino muchas vidas que ahora ven complicado recuperar. Es imposible caminar unos metros sin escuchar alguna conversación que giré sobre este tema aunque, entre daños personales y las últimas indicaciones de Junta Municipal de Distrito para solicitar unas u otras ayudas, esta mañana había otro murmullo: "Ahora vendrá la señorita ministra a arreglarlo todo. A hacerse la foto e irse, porque el sábado por la mañana aquí no vino nadie".
María Jesús Montero, titular de Hacienda y portavoz del Gobierno, había citado a los medios de comunicación 15 minutos después de que su AVE llegara a la capital, en la esquina entre las calles Van Gogh y Varsovia. De primeras, parecía una revelación. El bulevar, perpendicular al colegio público que aún permanece cerrado, tiene el mismo tono arenisco que el centro de la capital de Polonia y que el lienzo Camposanto en la lluvia del pintor neerlandés.
Una hora antes de la visita institucional, justo en ese punto, delante del conjunto residencial Ronda, los camiones continuaban achicando barro de los garajes y los vecinos, con la ropa empapada en lodo. En el interior, en uno de los 24 porches, una mujer limpiaba a gachas una cubertería y otra aparecía con una caja repleta de fotos, aunque el barro no dejaba ver las imágenes. "A ver si podemos salvar algún recuerdo", comentaban.
En esa vivienda, el sábado de madrugada, Juan Francisco Pérez dormía en lo que era su habitación, el garaje. Allí tenía la cama y los armarios con ropa, todos sus objetos personales y, para más inri, los preparativos para mudarse, a principios de febrero, a su nuevo hogar. Ahora, en ese mismo espacio solo se identifica un coche con un cúmulo de trapos empapados en barro apilados encima. "No me ahogué por suerte. Un vecino golpeó la puerta y cuando me incorporé el agua me cubría los pies. Subí rápidamente a la primera planta para despertar a mis padre y a mi abuela y cuando regresé, a los pocos segundos, la nevera ya estaba flotando", rememora.
El joven, que trabaja de enfermero en un hospital de la capital, ha tenido que pedir la baja laboral porque "psicológicamente no estoy en condiciones". ¿El plan ahora? "Seguir viviendo, no podemos hacer otra cosa". Comenta con su tía, que ha llegado de Melilla a echar una mano, que las ayudas no terminan de concretarse entre reuniones con la Junta Municipal de Distrito y declaraciones de las distintas administraciones. "Ha venido el seguro pero, realmente, el peritaje que vale es el del Consorcio. Sin su informe, no tienes nada", lamenta.
Todos los vecinos de la zona se quejan de la falta de ayudas, "para limpieza, para ropa", e insisten en que el motivante fue la apertura de una de las presas porque "en 20 minutos es imposible que se desate todo". "Parece que ha habido una guerra, pero dónde está el ejército", espetan.
La tensión ya se palpaba antes de que Montero llegara. Media hora antes de la fijada, a las 12:00, llegaron al emplazamiento una nutrida comitiva de socialistas con el secretario provincial del partido, José Luis Ruiz Espejo, el diputado Ignacio López, el senador Miguel Ángel Heredia o el portavoz del grupo municipal, Daniel Pérez, a la cabeza. "A ti te tenía que haber pasado lo que nos ha pasado a nosotros", les llegó a gritar un señor desde la acera de enfrente. "Os pasáis la patata caliente de unos otros y ahora venís a haceros la foto".
A la llegada de María Jesús Montero, dos vecinas la recibieron sonrientes. "Estas son las mujeres valientes de mi pueblo", les dijo la portavoz al tiempo de prometerles que el Gobierno tramitará "pronto" las ayudas para "que todo vuelva a la normalidad". Juntas caminaron hasta que la ministra clavó sus botas de tacón en el barro y se escuchó el murmullo de otras espectadoras: "No pasa nada, ella tiene dinero para comprarse otros".
Montero visitó junto al delegado del Gobierno en Andalucía, Lucrecio Fernández, una de las viviendas de la urbanización Ronda. A su paso, la pregunta de todos los vecinos era la misma: "¿Y la declaración de zona catastrófica?". "Eso irá, pero lo más importante son las ayudas que se pueden tramitar ya sin la necesidad de zona, eso es lo que vamos a intentar articular ya", comentó a uno de ellos Fernández.
La prerrogativa no fue a más. Ante los medios, la ministra de Hacienda constató lo que ya sabían los vecinos de primera mano, que "el retraso en la llegada de las ayudas agrava la situación", pero no dio más detalles de los planes del Ejecutivo para reparar la tesitura ni reveló cuál es la evaluación de los daños en la provincia.
Únicamente, abogó por una actuación conjunta de las administraciones para dar una respuesta "lo más rápida posible" a los afectados. El primer objetivo, dijo, es trabajar "codo con codo" con la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga y así se lo hizo saber, después, en una conversación, al propio regidor, Francisco de la Torre, también presente. "Aquí estamos, alcalde, sabes dónde estamos", le espetó. "Sí, gracias por venir", contestó él.
Según la ministra, el Consorcio tiene previsto comenzar a abonar las ayudas este viernes y, en el plazo de cuatro meses, tenerlas "casi todas" cubiertas. Los vecinos la escucharon vigilantes y llegaron a interrumpirla en dos ocasiones. La primera, para preguntar por la declaración de zona catastrófica y la segunda, para reprocharle que hablara de Cataluña, preguntada por los periodistas. "Aquí eso no nos importa, ¿no ve cómo estamos? ¿Qué es más importante?", le gritaron.
La tensión fue in crescendo, incluso después de su partida. "Lo que teníais que haber hecho es venir el primer día, con las botas puestas y la pala en mano, canallas, no ahora, enchaquetados y para una foto. En una semana no os acordaréis de esto, como ha pasado en otros sitios, y mira que os pagamos bien".
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