Las inundaciones de Málaga como reflexión
Tal vez deberíamos reflexionar, de manera serena y no politizada, sobre el modo en que queremos afrontar los retos del cambio climático y los riesgos naturales en el futuro. Desde ya, en realidad. Haber sufrido el peor de los desastres naturales de nuestro país en muchos años tendría que ser un revulsivo para actuar y empezar a hacer las cosas de manera diferente. Algo así pasó con el desastre del camping de Biescas en los años 90. La realidad, no obstante, está siendo otra. En los últimos días se están reabriendo debates que deberían estar ya superados, como recuperar presas, drenar ríos, hacer canalizaciones o poner gobiernos militares para la replanificación del territorio.
En un reciente artículo con otros compañeros del Departamento de Geografía de la Universidad de Málaga, publicado en la revista ‘Investigaciones geográficas’ de la Universidad de Alicante, hemos trabajado con el caso de las inundaciones de Campanillas de 2020, y tras estudiar el modo en que se produjeron se pueden extraer algunas conclusiones que tal vez sería necesario tener en cuenta en este momento:
- El principal flujo de energía y caudal que inundó la barriada de Campanillas no venía del propio río, sino del arroyo Los Pilones. Este arroyo, que cruza el Parque Tecnológico de Andalucía (PTA), está encauzado hasta poco antes de la confluencia con el río Campanillas y la barriada. El encauzamiento produjo un incremento de la velocidad, caudal y energía del flujo, que al ver bruscamente reducida su sección y aumentado su rozamiento, trasladó, de manera agravada, la peligrosidad a la zona urbanizada. Los encauzamientos debieran ser la última de las soluciones a elegir, pues no eliminan un problema, sino que lo trasladan aguas abajo, incrementando notablemente, además, su peligrosidad.
- El mapa de área inundable usado por la Junta de Andalucía, proveniente del Sistema Nacional de Cartografía de Zonas inundables, subestimó notablemente lo acontecido en aquél suceso. Las lluvias fueron equivalentes a un periodo de retorno entre 10 y 25 años, pero la mancha inundable fue equivalente -de hecho, incluso superior- a la prevista para un periodo de retorno de 50 años.
Algo similar ha ocurrido con las recientes inundaciones de Valencia, donde la lámina inundable ha sido superior a la máxima estimada por las cartografías oficiales, al menos atendiendo a lo que se podía esperar para el evento tormentoso acontecido. A ello se suma además que las precipitaciones en los últimos años están superando de largo las estadísticas disponibles, muy probablemente por efecto del cambio climático.
- En la zona afectada se localizaban (se localizan) no solo una zona residencial, sino también un colegio, un centro de enseñanza secundaria, una guardería, un centro de servicios sociales y el edificio de la policía local de Campanillas. Resulta evidente que la planificación urbanística debe ser revisada.
- Los puentes de las carreteras A-7058 y A-7054 se vieron parcialmente colapsados por el transporte de sólidos, fundamentalmente partículas de suelo arrastradas por la intensidad de la precipitación, algo tampoco previsto en los modelos de inundación. La no consideración del arrastre de sólidos en los estudios hidrológico-hidráulicos subestima la capacidad de paso y el represamiento causados por las infraestructuras viales.
No debieran interpretarse estas consideraciones, y otras muchas que compañeros y compañeras de universidades y centros de investigación están exponiendo en los últimos días, como un posicionamiento ideológico, sino como un aporte técnico derivado de estudios concretos de casos, como lo fueron las inundaciones de Campanillas en 2020. La respuesta al importante reto que se nos plantea para los próximos años no debería ser corregir el funcionamiento lógico y sistémico de las cuencas fluviales, sino analizarlo y adaptarnos a él.
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