Un jardín botánico en un patio de vecinos de Carretera de Cádiz en Málaga

Desde hace más de una década cada vivienda se encarga de las plantas de su zona del rellano

Más de 80 vecinos se involucran desde hace 15 años para que su patio interior luzca de esta forma

El edificio Vilda 1 lleva más de una década con este aspecto.
El edificio Vilda 1 lleva más de una década con este aspecto. / Javier Albiñana
María Ramos

20 de mayo 2022 - 06:15

Málaga/En el número 1 de Calle Perdiguera, una perpendicular a la Avenida de Velázquez, se respiran aires tropicales. Todos los que visitan el Edificio Vilda 1 por primera vez, nada más salir del ascensor se llevan una gran sorpresa. No es para menos. El patio central de este vecindario está cargado de plantas colocadas con un gusto exquisito. Un escenario propio de los patios cordobeses que contrasta con el exterior, donde en la calle hay apenas un par de árboles.

Geranios, helechos, buganvillas, aspidistras y trepadoras son algunas de las plantas que lucen en este peculiar vecindario desde hace 15 años. Las barandillas de las zonas comunes están repletas de macetas y en la planta baja se extiende todo un jardín botánico que provoca que la temperatura de dentro sea mucho más agradable que el exterior. “Aquí en un día de terral hace diez grados menos que en la calle”, comenta uno de los vecinos.

Así es el patio 'jardín botánico' de los vecinos del Edificio Vilda 1 / M.H.

La hermosura del patio no es cosa de azar ni de la naturaleza, sino de la implicación de los 80 convivientes. “Aquí cada uno se hace cargo de las plantas de su puerta”, indicaba Noemí, una de las vecinas. Ella vive en el último piso, en el octavo, y en su puerta lucen geranios de color rojo, rosa y naranja. Debido a la ubicación del edificio, únicamente florecen las plantas en la zona más alta, donde los rayos del sol son más generosos.

El silencio se rompe con los ruidos propios de una cocina, en el rellano huele a puchero y algunas de las puertas están abiertas. La amistad y el sentimiento de comunidad es latente. “Mi hermana vive en frente, pero es que a algunas vecinas las quiero como si fueran de mi familia, yo llevo toda la vida aquí”, confesaba Noemí.

A pesar de que sea un trabajo común, el cuidado de este particular jardín tiene dos nombres propios: Mari Serralbo y Alfonso Guerrero. Estos vecinos se hacen cargo, además de su parcela, de algunas macetas más. Su empeño y cariño son necesarios para que el patio luzca así.

Hace 8 años que Alfonso se jubiló, y desde entonces dedica gran parte de su tiempo a cuidar muchas de las plantas de la última planta. “Lo hago porque no creo que haya nadie a quien le guste la naturaleza más que a mi”, indica el vecino que lleva toda su vida dedicada a las plantas, ya que ha trabajado como jardinero en suiza durante 30 años. “Mi vecino que se encargaba antes falleció y entonces fue la mujer la que se hizo cargo, pero desde 2014 lo hago yo porque me gusta”.

Ahora, un par de veces a la semana coge su regadera para alimentar los geranios, los poda y quita las ramas secas. Al acabar esta tarea, vuelve a su casa para cuidar el peculiar arco que recorre el marco de su puerta: una corona de buganvillas florecidas se extiende desde un extremo a otro de esta.

Alfonso riega los geranios todas las semanas.
Alfonso riega los geranios todas las semanas. / Javier Albiñana

El color verde domina la planta baja. Algunos árboles alcanzan dos metros de altura y no queda ni un metro cuadrado sin un ser vivo de este tipo. Aquí se encuentra Mari que, manguera en mano, exclama “a que está bonito mi patio, yo quiero que entre en algún concurso, seguro que ganamos”. Ella es una vecina del tercero, que lleva aproximadamente el mismo tiempo que Alfonso encargándose de todas las macetas desde el primero hasta el cuarto.

“Soy modista, no sé nada de botánica, algunas plantas no sé ni cómo se llaman, pero me encanta dedicarle tiempo”. Ella lleva más de 50 años viviendo en el edificio y ha sido una de las figuras importantes para que esta comunidad apostara por promover y cuidar este jardín. Así, la comunidad se hace cargo de todos los gastos, aunque es ella quien gestiona los sacos de arena, el insecticida y el resto de materiales necesarios.

Mari relata que desde que ella vive aquí ya había algunas plantas en el patio, aunque fue hace 20 cuando se compraron los hierros que sostienen las macetas, todas iguales. “En el confinamiento fueron mi salvación, estaba mínimo tres horas diarias arreglando las plantas”, confiesa la vecina. “Normalmente echo un par de horas a la semana para cuidar todo esto, aunque si hace calor, al día siguiente tengo que regar de nuevo”.

Mari cuida de la planta baja del patio.
Mari cuida de la planta baja del patio. / Javier Albiñana

A eso de las dos y media de la tarde el sol se va alejando de este edificio al que a algunos les ha recordado al barco de Titanic. Los vecinos descansan mientras dejan sus puertas abiertas para que el viento corra. Tienen claro que van a seguir dedicándole tiempo a podar, regar y trasplantar las miles de macetas que rodean este ojo patio “porque es que en este edificio se vive muy bien”.

stats