Hermosa Sicilia IV: El Etna y Acireale

El jardín de los monos Juan López Cohard

A mitad de la costa jónica, al este de la isla, se encuentra el Etna que con sus 3.350 metros es uno de los volcanes más altos de Europa

Ciudadano Cohard

Deseos y realidades

laza del Duomo. Acireale.
laza del Duomo. Acireale. / M. H.
Juan López Cohard

25 de junio 2023 - 08:00

Málaga/DONDE espumoso el mar siciliano / el pie argenta de plata al Lilibeo / (bóveda o de las fraguas de Vulcano, / o tumba de los huesos de Tifeo)”. Con estos versos describe Góngora, en su Fábula de Polifemo y Galatea, cómo la actividad del Etna cubre de plateada ceniza el cabo Lilibeo. A mitad de la costa jónica, al este de Sicilia, se encuentra el Etna que con sus 3.350 metros es uno de los volcanes más altos de Europa. Junto al cono del cráter principal se abren casi otros 200 que no cesan en su actividad. Actividad que se conoce documentada desde hace más de 1.500 años. De todas sus erupciones es de recordar la de 1669 que formaron ríos de lava que rodearon Catania y se tragaron casi una decena de pueblos.

El Etna forma parte de la mitología greco-romana y ha estado siempre envuelto en misterios y leyendas. Su nombre proviene de una ninfa hija de Urano y Gea. Son las ninfas deidades menores asimiladas a determinados lugares como fuentes, ríos o montañas. Etna era la ninfa responsable del volcán y fue quien resolvió la disputa por la posesión de Sicilia entre Deméter y Hefesto (Vulcano en la mitología romana). Éste, que tenía sus fraguas dentro del volcán y trabajaba con cíclopes y gigantes fabricándole los rayos a Zeus, se casó con Etna y tuvieron dos hijos gemelos, los pálicos, dioses de dos geiseres famosos de Sicilia. Otra leyenda cuenta que Zeus encarceló en el volcán a su hijo Tifón (o Tifeo como lo cita Góngora), un monstruo de 100 cabezas que escupían fuego cuando se enojaba. Otra leyenda identifica al cíclope Polifemo, el que apedreó a Ulises, con el Etna.

Tampoco faltaron las supersticiones. Es popular creer que, al abandonar la casa cuando hay una erupción, hay que dejar una botella de buen vino ya que al Etna le gusta el “pirriaqui” y agradecerá el regalo respetando la casa de su fuego. Pero vayamos al mito homérico que inspiró toda clase de obras de arte. Galatea que significa “blanca como la leche” o como la espuma de las olas, era una hermosa ninfa marina que estaba enamorada de Acis, un pastor siciliano que todas las tardes iba a la orilla del mar para cortejarla. Un día el cíclope Polifemo, también enamorado de Galatea, en un ataque de celos mató a Acis aplastándolo con una roca. Las lágrimas de la hermosa ninfa se mezclaron con la sangren del pastor y los dioses, apiadados de ella, hicieron que fluyeran juntas para toda la vida formando el rio Acis que recorre Sicilia y da nombre a varios pueblos, de los que el más importante es Acireale.

La subida al Etna constituye una de las excursiones verdaderamente apasionantes y arriesgada, ya que el Etna sigue muy vivo y más de una vez se ha tragado a visitantes curiosos, como al filósofo griego Empédocles de Agrigento, en el s. V a.C., cuando contaba con 60 años de edad. “Ciudad especialmente querida por Nos” declaró en 1642 Felipe IV de España a la ciudad que a partir de ahí se llamó Acireale. Se asoma desde una terraza de lava a la “costa de los Cíclopes”, en el mar Jónico, al pie del Etna y rica en formaciones rocosas de lava negra. Un paisaje realmente fascinante. En ella aún se respiran los aromas griegos y los ecos de los poemas homéricos. Según la leyenda, los colosales farallones son las rocas que Polifemo le lanzó a Ulises en un desesperado intento por abortar su astuta huida. Acireale está entre Taormina y Catania; a 40Km de una y 15 Km de la otra, dirección sur. Cuenta con una población de unos 60.000 habitantes.

La antigua Xiphonia griega (Adis, romana) fue famosa como ciudad balneario por sus aguas sulfurosas. Con los bizantinos alcanzó una época de esplendor económico y de ellos procede la fortaleza de Akis. La ciudad ha sufrido numerosos terremotos durante toda su historia. Uno de ellos en 1169, obligó a la población a buscar refugio en los pueblos de los alrededores, la mayoría en uno llamado Aci que, como ya hemos dicho, fue rebautizado Acireale.

En 1693, la ciudad fue totalmente destruida por otro terremoto, pero sus habitantes con tesón y cariño volvieron a reconstruirla conformando la hermosa ciudad barroca que hoy podemos contemplar. La centralidad monumental de Acireale está en la Piazza del Duomo. La catedral, dedicada a la Anunciación y Santa Venera, que es la patrona de Acireale, data de comienzos del s. XVII y muestra una fachada del s.XX construida sobre un portal original con estatuas de las advocaciones titulares del templo. Curioso es esta advocación a Santa Venera, también conocida como Verena, porque nació en Tebas, Egipto (s.II-III), pero vivió en una cueva dedicada a la oración en Suiza. Cuando falleció, en el año 350, según su hagiografía, apareció la Virgen María junto a otras vírgenes y se la llevaron al cielo. Venera fue sepultada en el cementerio junto a la calzada romana. En el siglo V se construyó una iglesia sobre su tumba y, en el siglo VIII, un monasterio benedictino se anexó a la misma. Otra versión sitúa su nacimiento en Aci Xiphonia, lo que hace más lógica su advocación. La catedral consta de tres naves y tiene la capilla dedicada a la santa, con sus reliquias recuperadas en la Edad Media, a la derecha del transepto. Los campanarios simétricos tienen la cubierta cónica de cerámica policromada.

En la misma plaza del Duomo se halla la iglesia de San Pedro y San Pablo del s. XVIII a la que le falta un campanario, no porque se dejó sin terminar, sino porque ni siquiera se inició. Por lo visto se dieron cuenta de que podía hacerle sombra a la catedral, lo que tenía bastante malasombra. Al otro extremo de la plaza está el ayuntamiento (palacio comunale), barroco también, y la iglesia de San Sebastiano de la que destaca su balaustrada formada con figuras de personajes del Antiguo Testamento. Desde la plaza emergen dos vías, una hacia Catania que es el Corso Vittorio Enmanuele y otra, hacia Mesina, que es el Corso Umberto I. Ambos cuajados de grandes y lujosos palacios. Frente a la catedral sale la Vía Cavour que nos lleva a la Plaza de San Domenico donde se encuentra la iglesia, también barroca, que le da nombre a la plaza. Junto a la iglesia está el palacio Musmeci de estilo rococó.

Al final del Corso Umberto I nos encontraremos con Villa Belvedere, un precioso jardín público con excelentes vistas al mar, la costa y el Etna. Una escultura de buena factura representa una escena del mito de Acis y Galatea. Y al final del Corso Vittorio Enmanuele, ya en la carretera hacia Catania, se encuentran las Termas de Santa Venera. Unas modernas instalaciones en un edificio del s. XIX, precedidas de un bello parque, acogen unas termas conocidas desde la antigüedad. Las aguas sulfurosas y radioactivas bajan desde el Etna y, según reza la propaganda, son buenas para curar afecciones dermatológicas, respiratorias y reumáticas.

Típica de Acireale es La Ópera dei Pupi, declarada por la Unesco “Obras Maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad”, que se remonta a la tercera década del s. XIX. En ella, los titiriteros o “puparis”, que dan vida a los “pupi”, representan episodios de la literatura épica-caballeresca medieval, con particular referencia al ciclo carolingio o al renacimiento italiano, como Orlando enamorado, Orlando furioso y Jerusalén liberada de Matteo M. Bolardo, Ludovico Ariosto y Torcuato Tasso, respectivamente. O se adaptan obras como las de William Shakespeare, Romeo y Julieta o Macbeth.

También es famoso, el más de Sicilia, su carnaval. Constituye, con sus carrozas alegórico-grotescas, un espectáculo artístico único. Y, dentro de su gastronomía, sepamos que son verdaderamente extraordinarios los helados. Las heladerías en Acireale son tan famosas como el carnaval. Pero si de comer se trata, y hemos ido a disfrutar el carnaval, lo recomendado es tomar el plato por excelencia para comer en la calle mientras se ven los desfiles: Las “crispelle”; pequeñas albóndigas rellenas de queso ricota y anchoas. En los alrededores merece la pena visitar Aci Castello con las ruinas del castillo normando de lava negra construido en el 1076, que sirvió de base militar a Roger de Lauria en 1299 y que fue destruido, tras un largo asedio, por Federico II de Aragón. Contiene un pequeño Museo Cívico y hay un, también pequeño, jardín botánico. En este pueblecito comienza la Riviera dei Ciclopi.

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