Cuentos de la Gran Bretaña Warwick: El secreto de Fulke Greville

El jardín de los monos

Una vez que atravesamos verdes “pastos ondulados de césped aterciopelado” del condado y llegamos a Warwick, buscamos y encontramos un camping

Málaga de mis amores

Ciudadano Cohard

Eastgate y Capilla de San Pedro, en Warwick. / Eastgate And St. Peter`s Chape

24 de diciembre 2023 - 06:30

Málaga/Warwickshire es un condado como su propio nombre indica (ya que “shire significa condado), por tanto no parece correcto hablar del “condado de Warwickshire”, así que nos referiremos a él simplemente por su nombre. Su capital, lógicamente, es Warwick. Dicho esto, hay que destacar que es un condado ilustre dado que Warwickshire es cuna, entre otros, de Shakespeare que nació en Strafford-upon-Avon, de Georgie Eliot más conocida en su casa como Mary Ann Evans, nacida en Nuneaton, del también poeta Rupert Brooke, nacido en Rugby, que tuvo relaciones con los escritores del Círculo de Bloomsbury (no se sabe si por sus escritos o porque estaba considerado el joven más guapo de Inglaterra), o de John R. R. Tolkien que, aunque nacido en Sudáfrica, pasó su infancia en el pueblo de Sarehole.

Una vez que atravesamos los verdes “pastos ondulados de césped aterciopelado” del condado y llegamos a Warwick, buscamos y encontramos un camping donde acampar. El camping, de cuyo nombre quiero acordarme por ser el más aristocrático en el que jamás hayamos estado, ni estaremos, se llamaba “Warwick Racecourse” y estaba situado junto a un hipódromo, en el que las carreras de caballos irradiaban un glamour tal que nada tenían que envidiar a las de Ascot. En sus alrededores también había un campo de rugby y una zona de vuelos para practicar el aeromodelismo. Era lo que se dice un auténtico “country club”, esto es, un club de campo, pero que dicho en inglés parece mucho más glamuroso. Los servicios tenían una grifería con el escudo nobiliario del condado y el guarda del camping iba de uniforme, para mí que iba de levita corta.

Todo muy victoriano. Por momentos no supe si estábamos aposentándonos en un camping o en los jardines del palacio de Buckingham. En el camping reinaba el silencio. El lacayo encargado de aparcar las caravanas nos condujo hasta nuestras parcelas y nos hizo maniobrar hasta dejarlas aparcadas milimétricamente paralelas. La mayor parte de los campistas eran de edad avanzada y contribuían a conformar un ambiente aristocrático de muy rancio abolengo inglés. (Tal nos impresionó, que para no desmerecer diseñamos nuestro escudo heráldico de “Jabugoshire” con dos cuchillos jamoneros, formando una “X”, cruzados en vertical por un afilador, sobre cuartel ocre de tabla jamonera).

Warwick es una antigua ciudad medieval, cargada de monumentos, a orillas del río Avon. Entramos por la West Gate, puerta gótica del siglo XV. Desde ella nos fuimos paseando hasta la Market Place, en la que se encuentra el Market Hall, un mercado del siglo XVII, hoy museo de la historia local, y un hospital del siglo XII, reconstruido en el XVI, llamado Lord Loycester´s Hospital que hoy alberga un museo militar. Desde allí alcanzamos la impresionante iglesia de St. Mary que se divisa a lo lejos por su alta, robusta y bellísima torre.

Data del siglo XI. Inicialmente sajona, fue reconstruida en estilo normando con añadidos de elementos notables de estilo gótico. En el interior destacan algunos elementos de extraordinaria factura como la tumba del conde de Warwick (1369), la Beauchamp Chapel, capilla gótica del siglo XV, la riquísima tumba del conde de Leicester y su esposa de 1590 o de la de su hijo, muerto a los tres años de edad, en la que aparece yacente esculpido en alabastro. La cripta es sobrecogedora y en ella reposan los restos de Sir Fulke Greville, del que más adelante hablaremos.

Por la Castle Street llegamos, como es obvio por el nombre de la calle, al castillo de Warwick. Un castillo que es a la ciudad lo que el diamante al anillo. La simbiosis de Warwick con su castillo la describe Henry James así: “De modo pintoresco, Warwick gana al no estar aislado, según la moda al uso, en medio de hectáreas de parque. La calle del pueblo serpentea alrededor de las tapias del jardín, aunque su murmullo expira antes de tener tiempo de escalarlas”. Sin duda es este uno de los castillos mejor conservados y más misteriosos de Inglaterra. Prueba de ello es que Oscar Wilde se inspiró en su ambiente para escribir “El fantasma de Canterville”, aunque el castillo de Cantervill esté a unas cuantas millas de Ascot, cerca de Londres.

El castillo fue construido en el siglo XI por Guillermo el Conquistador. Después fue reformado varias veces hasta adquirir la forma actual que data del siglo XIV. En 1604 le fue concedido por el rey Jacobo I a Sir Fulke Greville, quien lo convirtió en casa de campo. Fue propiedad de la familia Greville (que en 1759 se convirtieron en condes de Warwick) hasta 1978. Está rodeado por un foso y, en parte, por el río Avon que corre a sus pies. La barbacana de la entrada está formada por dos robustas torres, una cilíndrica (la Caesar´s Tower) y otra poligonal (la Guy´s Tower).

Pero son numerosas las torres almenadas, enclavadas en pequeños patios ajardinados, que evocan extraordinariamente la época feudal a la que pertenecen. El edificio central conserva las estructuras medievales y una gran colección de pinturas. Desde sus ventanas se puede contemplar el Avon dándole la espalda a un Van Dyck o un Rembrandt. El interior muestra escenificada con figuras de cera la vida del castillo desde el medievo hasta tiempos modernos ya que el castillo ha estado habitado permanentemente. Las mazmorras impresionan por su aspecto lúgubre, y porque corre la leyenda de que todas las noches se pasea por ellas un prisionero que murió allí en extrañas circunstancias. Se conservan las salas de torturas y en ellas los terroríficos instrumentos apropiados de la época.

En la torre Watergate, popularmente llamada la “Torre del fantasma”, es en la que, según la leyenda oficial, de vez en cuando se aparece el espíritu de Fulke Greville que fue asesinado por Ralph Heywood, uno de sus servidores. Según se cuenta, éste al conocer el testamento que había hecho su señor (que no tenía herederos directos) dejándole in albis, se cabreó tanto que lo mató a puñaladas, suicidándose después con el mismo puñal. Fulke Greville fue el Primer Barón de Brooke y Canciller del Tesoro con el rey Jacobo I. También fue un estadista, poeta y dramaturgo que se llevó un secreto a la tumba a la vez que dejaba a la posteridad un misterioso mensaje. Y, aparte de todo ello, fue, es y será eternamente el “fantasma de la Torre”.

En una capilla de la iglesia de St. Mary, hay un rico monumento funerario de considerables dimensiones dedicado a Fulke Greville. Es un cenotafio (un monumento sin tumba) que él mismo mandó construir. Como ya hemos señalado anteriormente, los restos del dramaturgo descansan en la cripta. Curiosamente, el actor, poeta y dramaturgo Ben Jhonson, amigo común de Fulke y Shakespeare, se refería siempre a éste último como “un monumento sin tumba”. El misterio de Fulke Greville surge cuando dejó escrito que fue “el maestro de Shakespeare” y también que fue quién escribió la tragedia “Antonio y Cleopatra” de Shakespeare, señalando que al manuscrito le había dado “una sepultura más honorable de la que jamás se hubiera pensado”.

Las incógnitas fluyen de inmediato: ¿Dónde “sepultó” el manuscrito? ¿Está, junto con otros manuscritos, en el “monumento sin tumba” de St. Mary de Warwick? Además de ello, sabemos que ambos, Fulke y William, vivieron en Straffor upon Avon y que fueron amigos de Christopher Marlowe, Francis Bacon y otros muchos ilustres que tuvieron las mismas aficiones y se movieron en los mismos círculos literarios. La paternidad de las obras de Shakespeare viene poniéndose en duda desde mediados del siglo XIX. Sus obras muestran unos conocimientos jurídicos, históricos y matemáticos poco probables en un plebeyo. Los citados Marlowe y Bacon, han sido siempre señalados como posibles autores de las obras firmadas por William Shakespeare, pero junto a ellos, según algunos investigadores, habría que añadir también a Fulke Greville.

Es por eso que ésta historia tiene un especial interés. Quizá algún día no muy lejano sepamos cuál es el secreto que Greville se llevó a la tumba (o al cenotafio) de St. Mary. En fin, que no sabemos qué fue lo que se llevó Fulke Greville, pero Nani y Conchi, cuando fuimos a visitar el impresionante complejo donde se fabrica la famosa cerámica de Wedgwood, que está muy cerca de Warwick, se llevaron para casa sendos juegos de té. Por si acaso -pensé- algún día nos daba por seguir la británica costumbre de usarlo a las cinco.

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