La tribuna
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Málaga/Facilidad para conseguir créditos rápidos y juego on line al alcance de cualquiera. Es la combinación perfecta que está contribuyendo a la entrada de personas a edades cada vez más tempranas en la ludopatía. Tan pronto que incluso hay menores. Ese es el perfil de los nuevos jugadores de azar en Málaga: jóvenes y ya con deudas por su adicción.
El presidente de la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer), Francisco Abad, que lleva tres décadas en esta organización, es testigo del cambio. Cuenta que antes las personas que pedían ayuda para desengancharse eran adultos de entre 45 y cincuenta y tantos años, que tenían un trabajo estable y habían acumulado alguna deuda a causa del juego. "Ahora llegan chavales de entre 20 y 32 endeudados con créditos rápidos"; de esos que prestan 600 euros y en dos meses doblan la cantidad a devolver. En algunos casos son universitarios que se han "fundido" la beca en el juego. Según Abad, de los alrededor de 400 usuarios en rehabilitación de Amalajer, la mayoría tiene menos de 45 años.
El problema es doble. Por un lado, la adicción. Por otro, el endeudamiento. Los préstamos se los conceden entidades "que se anuncian en prensa, radio y televisión", sostiene Abad. Y que en algunos casos, al no poder cobrar, "venden la deuda a fondos buitres". Así que los jóvenes acaban algunas veces acorralados por cobradores que intentan recuperar mucho más de lo que se les prestó. "Son intereses abusivos. No sufren extorsión, pero sí acoso", afirma el presidente de la asociación.
Es esta persecución que soportan muchos de los afectados, lo que hace que los padres se enteren del problema que tienen sus hijos con el juego. "Muchas familias no están acostumbradas a estas situaciones y acaban desbordadas", cuenta Abad. "Cada vez más, llegan chavales con deudas importantes para la edad y los ingresos que tienen", explica.
Mientras que hace un par de décadas los ludópatas eran sobre todo hombres adultos que se podían dejar el sueldo en las tragaperras, ahora son jóvenes que hacen apuestas on line o que se gastan un dinero que no tienen en la ruleta de salones de juego. Aunque es un terreno vedado para los menores, lo cierto es que también estos entran en el mundo de las apuestas. Bien suplantando la identidad con el carné de otra persona o pidiendo a un cómplice de pocos años más que ellos, pero mayor de 18, se las apañan para jugar.
De hecho, en Amalajer constatan que hay adolescentes de 14 años que han tenido contacto con el juego y otros de 16 que ya han desarrollado el hábito "aún no patológico, pero sí preocupante" de apostar con frecuencia.
Desde esta organización se reclama mucho rigor en el cumplimiento de las restricciones normativas, como que los menores no pueden jugar o que no se permita la entrada a mayores que -precisamente por su ludopatía- se han autoexcluido de establecimientos de juego. Abad cuenta el caso de un hombre de unos 40 años en rehabilitación en Amalajer que debido a su adicción había comunicado la decisión de autoexcluirse de estos locales. Sin embargo, tuvo una recaída y, aunque no le dejaron acceder en varios salones de juego, finalmente en su recorrido logró entrar en uno y apostar.
Para Abad, debería haber más recursos para vigilar el cumplimiento de la legislación vigente. Recuerda que hace un par de años, en Rincón de la Victoria, la Guardia Civil intervino en un salón de juegos en el que encontró a una quincena de menores. En la actualidad, la mayor parte del peso del control recae sobre la Policía Autonómica. Pero el presidente de Amalajer entiende que debería haber también más vigilancia por parte la Policía Local. "Hay adolescentes que en el recreo salen de su instituto y se van a un salón de juegos cercano", asegura.
Hacen falta unos tres años para superar la adicción al juego. Dos de tratamiento y otro más de seguimiento. Pero se supera. Cuatro de cada cinco logran rehabilitarse, según las estimaciones de Amalajer. Eso sí, al igual que los ex alcohólicos no pueden beber, tampoco los jugadores rehabilitados pueden tener contacto con el juego. Una vez reencaminados, no deber ir a un bingo, ni a un casino, ni comprar lotería y ni siquiera adquirir una rifa benéfica. Amalajer lleva más de tres décadas ayudando a personas a recuperar su vida. Pero cumplir su meta no le está resultando nada fácil. Antes de la pandemia tenía cinco trabajadores. Debido a la caída de ingresos, ahora sólo cuenta con tres. Además de este personal, dispone de 14 voluntarios -jugadores rehabilitados y familiares- que trabajan día a día para que otros puedan seguir sus pasos. Su presidente, Francisco Abad, explica que subsisten gracias a las aportaciones de los socios -20 euros mensuales- y las subvenciones. Como centro de tratamiento, tiene un concierto con la Junta de Andalucía por el que percibe unos 3.100 euros al mes. Pero sus gastos de alquiler, luz, agua, impuestos y personal ascienden a unos 12.000. "El Ayuntamiento nos da entre 6.000 y 7.000 euros anuales. La Diputación no nos da nada", explica Abad. Cuando no tienen más remedio, deben pedir ayuda económica a los socios. "Nosotros no podemos hacer rifas benéficas", aclara. Así que, a trancas y barrancas, esta ONG malagueña va sobreviviendo de ese modo y realizando una labor social que comenzó hace más de 30 años y que ya ha logrado salvar a miles de personas de la ludopatía.
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