El laberinto de Elena, una malagueña que no puede volver a España con sus cuatro hijos adoptados en la India
Problemas burocráticos no la reconocen como madre de los pequeños, lo que le impide viajar con ellos a su tierra natal y que conozcan a su abuela, que padece Alzheimer
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La madre de Elena todavía la reconoce, aunque a veces le cambia el nombre cuando hablan a través de una pantalla, a más de 8.000 kilómetros de distancia. El estado de confusión y desorientación de la octogenaria, con principio de Alzhéimer, avanza; mientras, su hija, residente en la India desde hace una década, deambula por un laberinto burocrático -que parece no tener salida- para que España la reconozca como madre legal de los cuatro hermanos que adoptó junto a su marido hace más de dos años y así poder viajar a Málaga. El consulado, explica, les notifica errores que a su juicio son “menores” o “imposibles” de solventar. Mientras, el matrimonio da vueltas en una espiral que les acarrea un gasto económico extraordinario e imposibilita atender a sus hijos como quisieran. Su prioridad, que la abuela materna de los pequeños pueda abrazarlos antes de que su cerebro se apague definitivamente.
Elena (46) tenía 18 años cuando salió de Málaga. Estudió Bellas Artes y vivió en diferentes ciudades españolas. Su etapa anterior a que su vida girase 180 grados la pasó en Madrid. Allí encadenaba trabajos precarios a la par que cursaba Antropología Social en la Universidad Complutense. Ya tenía entonces interés en el yoga, el inglés y el voluntariado. Corría el año 2013 y decidió dar carpetazo. Viajó a Bangalore (India) con la Fundación Vicente Ferrer para ayudar en el campo educativo. Los comienzos no son sencillos. El de Elena no fue la excepción. Pero, al poco tiempo, “las cosas se fueron dando bien”. Encontró trabajo como profesora de español, vivienda y -pasados dos años- hasta el amor, un ciudadano indio y arquitecto de profesión
La relación se consolidó en 2018 cuando, tras varios años de noviazgo, se casaron. También querían niños. Pero, pensaron en adoptar. Y es que India atraviesa una verdadero drama en lo que a menores huérfanos y abandonados se refiere: al menos 30 millones, según los últimos datos aportados por Unicef. Una estimación seguramente inferior a la realidad que aumenta en el estado con mayor población infantil del mundo. Tras esperar dos años, el periodo mínimo que exige la agencia oficial del país para considerar que una pareja puede ofrecer un hogar estable, en junio de 2020, Elena y su marido iniciaron el proceso.
Aunque por momentos el trámite parecía complicarse al ser una pareja mixta, el organismo central del que dispone el país en materia de adopción, el CARA (Central Adoption Resource Authority) los consideró idóneos para tomar la tutela de un menor debido a la nacionalidad del padre y la residencia permanente de la madre. Su idea inicial era acoger a un niño que no superara los cuatro años, pero esta se torció cuando se toparon con un pequeño de cuatro años con tres hermanas de seis, ocho y diez años. Sus padres habían fallecido de manera repentina y con pocos meses de diferencia. Vieron sus fotos. En ellas que podían intuir unas miradas “inteligentes, limpias, alegres y profundas”. “Nos tiramos a la piscina sin calibrar muy bien el agua que había dentro”, manifiesta Elena.
Era noviembre de 2020. El matrimonio cruzó el país para conocerlos en los dos orfanatos donde residían en aquel entonces. Les enseñaron un cuaderno con dibujos elaborados por el que sería su padre. Una de las pequeñas eligió la lámina de una jábega, barca tradicional malagueña. “Pensé: esto ya no tiene vuelta atrás”, recuerda Elena. Escogieron la vía de la adopción local, pues la internacional era imposible debido a la urgencia para que los niños tuvieran un hogar y la imposibilidad de realizar los trámites requeridos en España al no vivir en este país. Los trámites así se agilizaron y los cuatro hermanos llegaron a su nueva casa en mayo de 2021. Era sábado. “El más pequeño me dio un abrazo muy intenso. Fue inolvidable”, recuerda Elena.
De aquel día, la malagueña conserva la sensación de alegría, cariño y ternura. Pero también el miedo, el dolor de barriga y la responsabilidad que le sobrevenía. La casa pasó de la tranquilidad al alboroto en un abrir y cerrar ojos. Los pequeños apenas sabían leer o escribir, tampoco conocían el español ni el inglés y desconocían la lengua de la región de su nuevo hogar. A Elena le negaron durante los primeros meses una baja maternal. Para más inri, el mundo entero, mientras, atravesaba una pandemia sin precedentes. “Todo fue extremadamente difícil”, cuenta.
Medio año después, Ómicron, una nueva variante del Covid-19, cerró de nuevo las aulas en India. “Mi marido seguía con su empleo, yo trabajaba desde casa y los cuatro niños tenían también clase por internet. Era todo insostenible y estresante”, explica Elena. En España, en cambio, continuó la educación presencial y la malagueña se planteó mudarse a su ciudad natal. La agencia de adopción no les puso impedimento para ello, pero el consulado español en el país -situado en la ciudad de Mumbai -a 800 kilómetros de su hogar- fue diferente: “Nadie nos explicaba claramente los pasos a seguir ni había seguimiento de nuestro caso”, asegura al tiempo que reconoce que el reto era mayúsculo para todos, pues Elena y su marido son la primera pareja
en adoptar a cuatro menores a la vez en aquel país, con lo que supone la consiguiente falta de precedentes.
El principal problema es que España no reconoce aún a Elena como madre de los cuatro pequeños porque les piden subsanar una serie de errores u omisiones de los documentos de adopción. Algunos, son relativamente fáciles de corregir; otros, les obligarían a llevar el caso hasta el Tribunal Supremo porque las adopciones en India son de naturaleza no impugnable. “Algunas son sencillamente imposibles de conseguir, como que India deje de priorizar la filiación por la vía paterna frente a la materna e incluya mi nacionalidad en los documentos”, relata Elena.
Además, detalla que todos los escritos están en hindi -idioma mayoritario en India- teniendo que ser traducidos primero al inglés y después al español. “Evidentemente va a haber errores de interpretación porque no todas las palabras tienen una transcripción uniforme”. Considera que la mayoría de fallos son “menores”, que “cada vez sacan más” y que se los comunican “a cuenta gotas”. Pide agilidad, mayor flexibilidad y, sobre todo, comprensión. Entiende que el Ministerio de Asuntos Exteriores -del que depende el consulado- está "saturado de trabajo". También que la documentación se haya de mirar con lupa debido a otro de los grandes problemas que acarrea el país con el tráfico de menores. Si bien, defiende que su caso está probado. “Soy profesora desde hace 25 años y los niños están escolarizados. ¿Se está priorizando aquí el interés de mis hijos? A ellos les gustaría poder ir ya a España, conocer a su familia y establecernos allí eventualmente”, expresa.
Contactar con el consulado tampoco es tarea sencilla para Elena y su marido. No pueden acceder por vía telefónica y sin cita previa. Para hacer cualquier gestión han de desplazarse a la ciudad de Mumbai. Si deciden viajar en coche, el trayecto -sin descanso- de 18 horas. Normalmente, cogen hasta dos medios de transporte. Les preocupa el gasto económico que les está suponiendo el proceso; también el desgaste emocional. “En vez del cuidado y atención de los niños, nos encontramos centrados en una frustrante espiral burocrática que no nos me permite atender a nuestros hijos con la atención que se merecen y que nos gustaría poder ofrecer”, dice Elena, que añade: “En nuestros respectivos trabajos ya nos han dado toques de atención por las reiteradas ausencias para resolver estos trámites. No le vemos fin, estamos desesperados y con miedo de quedarnos sin trabajo y medios de sustento para los niños”.
Este taponamiento imposibilita que se les concedan los pasaportes españoles a los pequeños. "Tampoco los dejan viajar como turistas conmigo al ser yo española. Todas las vías parecen muertas”, lamenta la malagueña.
Desde Asuntos Exteriores explican que la única forma de que se le reconozcan como suyos es seguir los trámites legales exigidos desde el consulado, que reconocen desbordado ante el mucho trabajo que tienen los diplomáticos españoles en Mumbai. Destacan que la normativa va siempre “en interés de los pequeños” y busca evitar el tráfico de menores. “Esta familia debe seguir bien los pasos que le indican y poner los esfuerzos ahí: una vez lo consiga, el resto ya vendrá poco a poco”.
Los pequeños ya hablan inglés con soltura y empiezan a dominar el español. Las niñas hasta se visten de flamenca en el día multicultural de su colegio. En la convivencia sigue habiendo días difíciles, pero han conseguido entenderse. La mayor de sus hijas lee muchísimo y dibuja muy bien, a las medianas les gusta el baile y el deporte, el pequeño es muy observador y le encanta preguntar. “Son niños fuera de lo común, con una fortaleza increíble y que disfrutan muchísimo de la vida”, enfatiza. Asegura estar “cansada” de que las administraciones les den “palmaditas” por adoptar a cuatro hermanos huérfanos mientras le niegan -asegura- cualquier tipo de ayuda desde que se embarcaron en el proceso.
Aunque confiesa estar “desesperada”, no desiste, pues pocos sufrimientos se acercan siquiera al del debilitamiento de la mente. Más aún si es la de un ser querido. Las pérdidas de memoria se cobran el precio de la longevidad y entonces el deseo de robarle tiempo se convierte en un asunto urgente. Elena no puede posponer que sus pequeños conozcan a su abuela y paseen por las playas de su ciudad, donde las jábegas del dibujo de su padre salen cada día a navegar por el Mediterráneo.
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