El ladrón indiscreto que se compró un Tesla de 120.000 euros tras robar en un banco de Málaga
Con un Ferrari en venta y otros cuatro vehículos de lujo en su poder, confundió a los policías que iban a colocarle las esposas con unos 'malos' que querían asaltarle
Así desenmascaró el Grupo de Atracos y Delitos Violentos al principal sospechoso de sustraer 110.000 euros de la caja fuerte de la entidad para la que antes había trabajado
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Cuando escuchó los gritos de ¡Policía, policía!, su reacción fue la de tratar de encontrar refugio en el salón del lujoso chalet de tres plantas en el que reside en Mijas. Con un Ferrari en venta, dos Audi y dos Tesla en su poder, pensó que quien venía a buscarle eran unos delincuentes dispuestos a apoderarse de sus bienes. “Hay tantos fraudes que hasta que no supo que éramos nosotros no se echó al suelo. Ya estamos acostumbrados a que no crean que somos policías”, asegura en una entrevista con este periódico un responsable del Grupo de Atracos y Delitos Violentos de la Policía Nacional de Málaga. Habían atrapado al presunto ladrón de la caja fuerte.
Para su arresto, los investigadores habían seguido al pie de la letra uno de los 10 mandamientos a cumplir en todo registro policial autorizado por un juez: irrumpir en la vivienda del detenido a horas intempestivas para sorprenderlo "en horas bajas" o incluso durmiendo. Aquel día, E.K.V., de 38 años, seguía despierto bajo una luz que mantenía encendida en una de las habitaciones del sofisticado inmueble que hasta entonces compartía con su pareja y sus perros en la zona de El Higuerón. "Vivía bastante bien en una casa gigante que ninguno podemos permitirnos, con jardín y una finca enorme", reconoce uno de los mandos del grupo que se ocupó de la operación Abanico, bautizada así por el clásico logo del banco en el que habían sustraído el dinero.
El golpe perpetrado había sido, a priori, perfecto. El principal sospechoso, un técnico de seguridad con un historial criminal limpio, atesoraba sobrada capacidad y formación para abrir la caja fuerte. Pero, además, contaba con acceso a una zona restringida de la entidad bancaria, para la que había trabajado anteriormente. Y una oportunidad sobrevenida que le facilitó aún más el robo: en plena transformación de sus sistemas de seguridad, las cámaras del banco habían sido inhabilitadas de forma temporal durante el proceso de "migración de nivel de seguridad". Cinco meses después de la denuncia por un descuadre de la caja desmesurado, la Policía desenmascaró al presunto ladrón, un tipo poco discreto sin antecedentes ni herederos que, tras hacerse con el botín, había adquirido un Tesla de 120.000 euros y tenía a su nombre propiedades incompatible con los ingresos que declaraba.
En el registro de la vivienda, los agentes descubrieron, además de potentes equipos de sonido informáticos en lo que parecía "una discoteca", cajas de Vega Sicilia y un armario repleto de botellas de Moët & Chandon. Un tren de vida que el individuo trató, sin éxito, de justificar espontáneamente ante los efectivos. "Decía que trabaja mucho y que ingresa entre 50 y 60.000 euros al año, pero ese dinero no da para tener cuatro coches", atestigua a Málaga Hoy el investigador.
Un conocedor perfecto del escenario
E.K.V., no había sido, ni mucho menos, el único sospechoso de la Policía. Como si de un auténtico Quién es quién se tratara, los investigadores escudriñaron las características de todo aquel que tuvo la oportunidad de manejar el dinero. "Nos fuimos dando cuenta de que hacían falta conocimientos técnicos para acceder a la caja fuerte, con una claves lícitas pero cogidas sin permiso y haciendo un uso indebido de ella", apostilla el responsable policial de Atracos. A medida que avanzaba la investigación, los policías descartaron de su lista a otros trabajadores del banco. Con todos los indicios probatorios, estrecharon el cerco sobre un técnico vinculado a una empresa subcontratada por el banco que, tiempo atrás, había desarrollado trabajos similares, a nivel de sistemas de seguridad, en las mismas oficinas. Y ello lo hacía un perfecto conocedor del escenario.
La premisa del ladrón parecía clara: esperaba que los responsables de la entidad, que suele manejar grandes sumas de capital, no echara cuenta del descuadre de la caja. Mientras los investigadores continuaban con las pesquisas, paralelamente la Brigada Provincial de Policía Científica emprendía una inspección ocular en el centro de control de la entidad que le llevó a descubrir "manipulaciones en los equipos de grabación y en la colocación de las cámaras". "Nos llamó la atención que un trabajador tuviera la frialdad de llevarse el dinero. Es curioso que le echara ese valor", admite el policía del Grupo de Atracos y Delitos Violentos.
A partir de ahí establecieron un dispositivo orientado a la localización y detención del empleado como presunto autor de un delito de robo con fuerza y otro de blanqueo de capitales. El Grupo de Localización de Activos, por su parte, se ocupó de embargarle los bienes identificados. “Muy bien se le tenía que dar para que no supiéramos que era él”, sentencia el jefe policial.
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