La letra con diversión entra
El CEIP Severo Ochoa está entre los finalistas del Premio Nacional de Acción Magistral por su programa de talleres para la superación del absentismo y la exclusión social

A mitad de los años 70 el colegio Severo Ochoa, en la barriada de Carlinda, era centro de referencia. Tenía cuatro líneas, es decir, sobre un centenar de niños en cada curso. Hoy tan sólo llegan a 200 en total. Hace una década que el asentamiento de La Corta cambió por completo el perfil de su alumnado. Desde 2004 es un centro de compensatoria que ha luchado por hacer ver a las familias la importancia de la educación de sus hijos. Con talleres de lo más variado, el claustro ha conseguido en un par de cursos que el absentismo no sea la normalidad. Su labor ha hecho que queden finalistas del Premio Nacional de Acción Magistral. Se han presentado 441 proyectos y 6 son finalistas. Uno solo de Málaga.
Un taller de cocina para aprender hábitos saludables, que en este centro no sólo significa comer fruta sino también saber usar los cubiertos o lavarse los dientes. Uno de jardinería para asimilar la fotosíntesis y, sobre todo, el respeto que se le debe a la Naturaleza. Actividades de teatro para conocer y amar la música clásica, de cerámica para hacer de barro el pasado de la ciudad. Los niños de este colegio aprenden de la manera más divertida posible.
Maribel Galacho es la directora del Severo Ochoa, la cabeza visible de un equipo docente que ha elegido voluntariamente trabajar en el centro. "El claustro está muy involucrado con la realidad de la zona, llevamos años intentando que el alumnado asista a clase, que esté motivado y así poder subir el nivel", afirma Galacho. Precisamente es la buena sintonía del equipo la que facilita el trabajo diario. "El ambiente es muy bueno porque la gente está porque quiere y eso nos permite sobrellevar lo duro que es y lo decepcionante, a veces. Tenemos muchos problemas con los padres que son inaccesibles y desconfiados, agresivos y muy primarios", confiesa Mónica de Lorenzo, la jefa de estudios.
Un poco padres, un poco trabajadores sociales, un poco médicos, un poco psicólogos y, sobre todo, educadores son los maestros del Severo Ochoa. Con imaginación están supliendo las carencias de niños que "vienen malnutridos, mal vestidos, sucios, sin normas", dice la directora. Antes de enseñarles a leer y escribir, en el colegio se implantan normas de conducta y valores que en otros dan por hecho que llevan aprendidos desde casa.
Bruno Gámez, tutor y maestro de Música, redactó el proyecto por el que podrían obtener 9.000 euros para el centro y 9.000 para el profesorado. "Con esto pretendemos que la labor que hacemos trascienda, conseguir fondos para el colegio y que se impliquen más los padres", dice el profesor que recuerda las horas de trabajo invertidas el curso pasado en montar un Belén viviente o realizar los disfraces para las diversas obras de teatro.
"Ellos viven en la marginalidad absoluta y aquí ven algo diferente, les enseñamos que otra realidad es posible para que luchen por salir de ahí", añade Bruno. Por eso, el trabajo que realizan en los talleres revierte en la mejora del propio centro. Y aunque saben que el proceso de aprendizaje es mucho más lento para ellos, tienen claro que es el camino adecuado ya que "lo que vives lo recuerdas, lo que memorizas se olvida".
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