No es lugar para tiesos
OPINIÓN | TERRITORIO COMANCHE
Es inaudito que sean nuestros propios gestores, los que se permitan el lujo de segregar un espacio público a sus administrados ¿en función de qué?
¿De poder adquisitivo acaso?
Málaga/Y coincidiendo con la 25 edición del Festival de Cine de Málaga se han sucedido una serie de acontecimientos dignos de alfombra roja, que han dejado bastante en evidencia el por qué del desapego de la ciudadanía respecto a la clase política que teóricamente la representa. Como preámbulo, la semana pasada la Dirección General de Patrimonio Cultural y Bellas Artes del Ministerio de Cultura, concluyó que el proyecto de la Torre del Puerto no producía expolio en el paisaje del Centro Histórico de Málaga. De la misma manera que varios meses atrás, fue el mismo organismo quien emitió un informe negativo, contra el hotel de cerca de 130 metros de altura proyectado junto al dique de Levante, al considerar que su construcción tendría un impacto severo sobre el Centro Histórico de la ciudad. Se conoce que estos informes tienen unos días mejores que otros, y ahora es contundente al concluir que faltan evidencias probadas para determinar la existencia de expoliación en el proyecto de la Torre del Puerto de Málaga, con lo que el mamotreto, ubicado en mitad de la bahía en el dique de levante, no tendría afección paisajística. Se archivan las causas previas, y a otra cosa mariposa. Solo le ha faltado decir que especialmente el impacto paisajístico es inexistente si el ciudadano se pone mirando para Cuenca, nunca mejor dicho. Es decir, el Ministerio se pasa por el arco del triunfo, el propio concepto de paisaje cultural, como el resultado de la impronta en un territorio natural específico, que es valioso por su riqueza natural y por el desarrollo cultural a lo largo de la historia, el propio concepto generado por la Unesco al que se agarró meses atrás. Así que se ha convertido en cómplice de semejante desaguisado. Todo un papelón, por cierto. Ya podían haber hecho extensivo el informe para declarar patrimonio de la humanidad a la pérgola que están haciendo justo en la explanada de la iglesia de Santo Domingo, obra maestra del mal gusto.
No repuestos tras semejante tropelía, nos encontramos con que otra actuación prácticamente en el mismo lugar, a unos 200 metros, para ser exactos, pretende colocar una valla que delimite bien la zona de los ciudadanos malagueños que pagan sus impuestos de la de los propietarios de megayates en los muelles uno y dos, no vaya a ser que las criaturitas se molesten porque son vistos por gente normal. La Autoridad Portuaria aseguró la pasada semana que dicho cerramiento en concreto era obligatorio por seguridad y está sujeto a los códigos internacionales ISPS de seguridad. La valla en cuestión, por sus características, dificultaba sobremanera las vistas de la zona marítima, mientras, por el contrario, desde los megayates esta era mas que factible. Como habrá sido la indignación popular trasladada tanto en redes sociales como en los medios de comunicación, para que se haya conseguido algo insólito en la reciente historia de Málaga: la unanimidad. La Autoridad Portuaria previa intervención del alcalde, que aquí tampoco sabía nada, ha decidido cambiar la obligatoria valla de metal, por otra de cristal. Vaya valla; que parece que ahora ya ha debido cambiar la norma de seguridad, o simplemente la autoridad ha sido desautorizada por el alcalde, que parece ser es bastante mejor conocedor de la normativa portuaria. Con lo edificante que habría sido ver a los propietarios de semejantes fortunas flotantes lanzar cacahuetes a los malagueños, o miguitas de pan, ¡y que nos peleásemos por el disfrute de semejante atracción!
Las polémicas vallas en el fútbol fueron erradicadas hace muchos años y, hoy día, en cualquier país civilizado se puede ir a un campo de fútbol, en donde se desatan profundas pasiones, salvo si es del Málaga en cuyo caso tiene garantizado el mal rato, y poder ver dicho deporte sin que medie ningún tipo de separación artificial que impida su visión. Una baranda sin más, por razonas lógicas. Pues en el puerto de Málaga se necesita tener una separación que quede bien clara la línea que marca la diferencia entre tener billetes, el taco, o ser un tieso. Y si existe la menor confusión, no se preocupe que la Autoridad Portuaria, se va a encargar de recordárselo cada vez que vaya allí.
No debe ser difícil deducir que del mismo modo que asumimos que el genero humano procede del mono, en ciertos casos, va hacia él, en lo que es una autentica involución. Y es que la apertura del espacio portuario y su integración en la ciudad ya costó en su día numerosos manifiestos, acción popular, por parte de los ciudadanos que la asumimos como una victoria, hasta el punto de que se ha convertido en un espacio de referencia de los malagueños que no dudamos de llevar allí a nuestros visitantes para mostrarles dicho logro, y por qué no, también para que nos regalen el oído cuando enfatizan la bondad de dicho entorno. Pues ahora viene un señor político, al que, por cierto, le estamos pagando el sueldo entre todos, para recordarnos cuál es exactamente nuestro sitio, que es al otro lado de la valla, donde los cacahuetes y las miguitas de pan. Ha sido necesaria la movilización de la ciudadanía, la unanimidad de los medios de comunicación… para hacerle comprender al gestor de dicho espacio que la actuación era una barbaridad, que excedía cualquier tipo de argumento basado en el sentido común.
Ante esta serie de actuaciones, se hace necesario recordar que en una democracia representativa es el pueblo quien ejerce su soberanía a través de los órganos representativos que elige por votación, lo que supone que los ciudadanos delegan las funciones de gobierno en personas elegidas por ellos mismos. Es inaudito que sean nuestros propios gestores, los que se permitan el lujo de segregar un espacio público a sus administrados ¿en función de qué? ¿De poder adquisitivo acaso? Porque aquí lo que queda claro para el que acceda al recinto portuario, es que a un lado se encuentra con establecimientos comerciales y servicios de hostelería, naturalmente privados, y hacia el otro, una valla que impide ver la lámina de agua, con lo que definitivamente hemos de convenir en que ese, no es lugar para tiesos. Es pa quererlos…
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