"Soy maestra y tengo que volver a Granada tras cinco años en Málaga porque aquí es imposible encontrar casa"

'Málaga Hoy' pone rostro a la dificultad de encontrar alquileres, a pesar de tener trabajo o ayudas en la ciudad

Los malagueños ya destinan más del 50% de sus ingresos a la hipoteca

Cristina Zúñiga, en Granada.
Cristina Zúñiga, en Granada. / M. G.

Cristina Zúñiga atiende al teléfono mientras empaqueta cajas, está de mudanza. Esta maestra granadina, con el curso escolar, como todos los años los últimos cinco, tiene que volver a Granada a casa de sus padres: su casera no le hace contrato durante el verano, sólo de septiembre a junio. Pero este año, si todo va según los planes, no vuelve a Málaga tras las vacaciones, ha pedido el traslado. A sus 33 años entiende que es hora de vivir sola, pero en la ciudad "es imposible".

Llegó a la ciudad de la Costa del Sol en 2019, cuando obtuvo su primera plaza en un colegio público. Tanto le gustaba su piso compartido en calle Pacífico que no había pensado en irse, hasta que, claro, siente que va siendo hora de dar pasos adelante y buscar piso de manera independiente. En Málaga no se puede, ni en compra ni en alquiler, "soy funcionaria, debería tener un sueldo digno, pero estoy soltera y no me puedo dejar la mitad del salario en la vivienda", resopla. En definitiva, Cristina deberá dejar Málaga y volver a su Granada natal, no por una elección plenamente libre, sino por la necesidad de independizarse y la imposibilidad de hacerlo aquí.

Málaga Hoy, coincidiendo con la convocatoria de una manifestación por la vivienda en Málaga este sábado 29 de junio, ha querido poner rostro a la dificultad de encontrar un alojamiento en alquiler en la ciudad, a pesar de contar con un trabajo. Para ello, ha contado con diez testimonios, todos ellos distintos, y que señalan muchas de las aristas de este complejo problema al que desde las administraciones no terminan de encontrar solución.

El alcalde, este jueves en el Pleno, respondió a una ciudadana que le arguía no encontrar un techo para ella y sus tres hijas a cargo que "si trabaja no será tan difícil encontrar un alquiler", arguyendo que existían ayudas municipales a las que podía acceder. Una semana antes, defendiendo la tasa turística, afirmó que esta serviría para hacer más subvenciones al alquiler que permitieran "que los trabajadores de los hoteles accedan a los alquileres que ahora no pueden".

En Málaga, alquilar un piso de 80 metros cuadrados ya vale más que la mitad del salario bruto de sus vecinos, según un informe de Fotocasa e Infojobs. Los últimos datos de Tinsa indican que la hipoteca no ahorran más al bolsillo de los malagueños. Uno de cada cinco alquileres en la capital vuelan en menos de un día tras publicarse. La elección, para muchos, es entre susto y muerte.

Cristina Peña trabajando sobre cerámica
Cristina Peña trabajando sobre cerámica / M. G.

Artista malagueña reconocida en los Grammy, pero se ve "obligada" a mudarse a Jaén

En esas se vio Cristina Peña, conocida artísticamente como Casa Peña, cuando le dijeron que le subían el alquiler del local que usaba como taller artesanal en Churriana. Con el aumento no podía –tampoco quería– permitírselo teniendo en cuenta que seguía viviendo con sus padres a sus 29 años. No es que le vaya mal, sus platos, vasos y otros productos de cerámica se agotan en minutos cada vez que los publica en su web. A sus talleres venía gente de Madrid o las Islas Baleares para aprender su técnica. Incluso colaboró con un stand en los Grammy Latino, donde contó con un photocall con sus platos.

En su slow atelier se ha venían cociendo diseños arraigados en la cultura malagueña que volaban a todo el mundo, pero no ha sido suficiente para quedarse siquiera en la provincia, "por más que he buscado locales, casas en las que pudiera tener un taller, primero en Málaga y luego en la provincia, no he encontrado nada accesible, para mí ha sido duro alejarme de mi familia y de mi espacio, porque intento volcar mucho de Málaga en lo que hago, pero en Jaén sí que me salen las cuentas y me han recibido con los brazos abiertos. Dudo mucho que quede ningún artista autóctono aquí en unos años". Cristina estudió hace casi una década diseño gráfico en San Telmo, "entonces una habitación me costaba menos de 200 euros en el centro, ahora piden una barbaridad incluso en los barrios".

"He gastado 1.000 euros en Airbnb hasta que he encontrado un piso, y sólo hasta el verano"

Las cuentas difícilmente le salen a Sergio Serra, un protésico dental almeriense al que le salió un trabajo "con muy buenas condiciones" en Málaga para empezar a mitad de mayo. Una oportunidad laboral difícil de rechazar, pero el mercado habitacional malagueño se lo puso cuesta arriba. "No encontraba nada, me tuve que venir a Airbnbs entre semana", afirma. Hasta que encontró una habitación en la que quedarse temporalmente, había gastado 1.000 euros, "y porque sólo estaba de lunes a viernes, los fines de semana volvía a Almería para ahorrar".

Mientras trabajaba y se quedaba en los distintos alojamientos temporales, Sergio buscaba un piso donde quedarse más o menos definitivamente: "Anuncios hay, pero el 50% directamente son inaccesibles, el otro 20% si podías entrar en junio te hacían una entrevista y te decían que hasta unos días antes estarían buscando enseñándolo, haciendo más entrevistas y luego decidirían, ¿cómo iba a estar hasta el 1 de julio sin ninguna certeza?", se pregunta.

Esa duda se disipó, al menos temporalmente, cuando encontró una habitación en un piso compartido en Cruz del Humilladero. Paga 450 euros al mes, pero sólo puede quedarse hasta septiembre, "los caseros ya no buscan alguien para larga estancia, en verano puedes encontrar de los pisos que dejan los estudiantes para verano, pero a larga estancia tienen miedo de que se queden sin pagar". Al menos, tendrá un par de meses de respiro, aunque no desespera: "Al final quién busca, encuentra".

Juan Cardador.
Juan Cardador. / M. G.

Juan Cardador ha tenido que dejar su piso después de más de una década viviendo en Eugenio Gross. Renovación tras renovación, en la última le dijeron que el precio iba a subir 200 euros. Es decir, de los 500 que pagaba, ascendía a 700 euros. "Era un piso de una habitación, un baño y una cocina, intenté llegar a un acuerdo, pero no pude", comenta. A sus 45 años, ha tenido que abandonar el Centro para mudarse a Campanillas. Era "imposible" vivir solo con un sueldo de 1.500 euros, al alquiler "le sumas otros gastos y al final acabas viviendo para pagar".

Ahora vive en un estudio gracias a una conocida y lamenta que se haya tenido que llegar a esta situación: "Estoy volviendo a cuando empecé a trabajar y cobraba menos, esto explotará de alguna manera tarde o temprano". La mitad del sueldo lo destinaba solo al alquiler, "mucho dinero para una porquería de pisos". También se planteó buscar en otros pueblos de Málaga e incluso dejar el trabajo y volver a su pueblo después de 20 años en la ciudad. "El alcalde de Málaga no sabe la realidad y sólo le interesa el tema de turismo y cruceros, está consiguiendo que los barrios se vacíen de gente de Málaga para fomentar el alquiler turístico", indica.

Entidades que buscan alojamiento a personas extranjeras muestran su preocupación y la dificultad a la hora de conseguir pisos para sus usuarios: "El problema es doble, no solo no hay vivienda a precios asequibles, sino que se trata de personas extranjeras y hay muchos prejuicios". Aseguran que muchos propietarios desconfían de estas personas "por ser de otro color". Por ejemplo, una persona de origen africano, sólo por "ser negras" y muchas de ellas jóvenes, tienen muchos inconvenientes y prejuicios derivados del racismo. "Aunque tengan contrato indefinido y estén trabajando en la obra, cobrando 1.300 euros todos los meses, juzgan sus costumbres y se preocupan por si van a hacer ruido", expresan.

Suelen tratar con personas que no tienen contrato indefinido y que reciben algún tipo de ayuda hasta poder ganarse la vida, por lo que no pueden presentar nóminas de más de un año, ni contratos, ni "otras propiedades que sirvan de garantía", como suelen pedir a la hora de alquilar un piso. De hecho, la mayoría de familias refugiadas de Ucrania han sido derivadas a otros pueblos como Antequera, Cártama o Torremolinos porque, además de las condiciones para conseguir alquilar una vivienda, se suma el precio "desorbitado" de la misma.

"A muchos usuarios los hemos tenido que ubicar en pueblos donde haya buena conexión de transporte porque los alquileres están imposibles", admiten desde esta ONG. La mayoría se sitúa en la Costa del Sol, entre Benalmádena y Torremolinos, ya que "no están tan lejos del centro" y porque el tren tiene "un bono gratuito". Otra de las alternativas es Rincón de la Victoria porque "tiene muy buena conexión" en autobús hasta la capital.

Camila Monsalve, en la terraza de su antiguo piso.
Camila Monsalve, en la terraza de su antiguo piso. / M. G.

Camila Monsalve estudia Historia del Arte a la vez que trabaja como camarera en un bar del Centro de Málaga que le permitía pagar su parte de un piso compartido en el número 5 de calle Natalia, pleno corazón de La Trinidad. Allí convivía con dos compañeras de su carrera, y pensaba hacerlo, al menos, durante todo el mes de junio. Les hicieron un contrato temporal, pero es lo que ya pedían en el anuncio de la inmobiliaria: sólo estudiantes y que lo ocupasen hasta verano. Un mes antes, a final de mayo, le avisaron de que se tenían que ir, iban a hacer reformas para que, en verano, pudiesen ofertarlo a turistas.

Por su habitación pagaba 350 euros, lo mismo que sus dos compañeras, lo que hace un total de 1.050 euros por un piso de tres habitaciones en una tercera planta sin ascensor. ¿La única vía de escape para ellas? Les ofrecen volver en septiembre, sin pasar por inmobiliaria, pero ahora por 1.200 euros mensuales. Eso sí, ahora se ahorrarían el pago a la intermediaria, que es obligatorio lo abone el casero siempre que sean contratos de larga estancia, pero no para los temporales. Hacer contratos de once meses también es la rendija legal para poder subir sin límite de un año a otro el precio. Camila ha tenido que irse antes a casa de sus padres y dejar ese mes el trabajo que tenía, además de lo que supone mudarse fuera de la capital en plenos exámenes, tampoco ha encontrado ningún alojamiento que pueda permitirse.

"Es como volver a la universidad, parece que en Málaga tengas que vivir siempre con compañeros"

Sara Moreno se separó de su pareja hace unos meses. Desde entonces hace frente ella sola a los 850 euros de alquiler por un piso de tres habitaciones en La Trinidad que se come más del 60% de su salario. Titulada universitaria y con un trabajo estable en una empresa de marketing y comunicación tiene un sueldo "que se considera bueno", pero ya se estña planteando volver a compartir el piso, "es como dar pasos atrás y volver a la etapa de universitaria, parece que en Málaga tienes que vivir siempre con compañeros", casi suspira.

Cuando terminó su relación, Sara se encontró en una encrucijada, "tengo gato, que es un engorro encontrar piso con animales y pensé ¿cuál es la opción, irme a casa de mis padres otra vez o buscar una habitación por 500 euros?". Finalmente, sabiendo que "por ese piso ahora podrían pedir mínimo 1.200 euros", decidió quedarse, "porque mis padres me ayudan, me echan una mano, pero no es una situación que pueda mantenerse en el tiempo". Y si hablamos de alquilar, ni pensar en comprar algo, "¿si no puedo ahorrar, cómo voy a pagar una entrada?" se pregunta, a la vez que, resignada, dice: "Da coraje, porque no te dejan dar pasos hacia delante, no puedes ser 100% independiente, vivir sola".

“Mis padres me tienen que pasar 300 euros al mes” 

Tampoco es fácil para los recién tituladísimos. Con grado, máster y otro curso técnico, Alba Romero recibe ayuda económica de sus padres –“me tienen que pasar 300 euros”– porque no puede llegar a final de mes a pesar de estar trabajando. “Mi salario es el mínimo y pago algo más de 350 euros por una habitación”, explica a Málaga Hoy esta profesional de la comunicación corporativa con un contrato indefinido a jornada completa. 

Sin esa ayuda, no podría tener nada de vida después de pagar gastos y comida”, lamenta. Comparte un piso con otras cuatro personas en la zona de Martínez Maldonado por el que pagan en torno a 1.400 euros, por encima de la media de este distrito. Natural de Ceuta, aterrizó en Málaga a través de la Universidad y se plantea abandonar la ciudad después de ocho años viviendo en ella. “Me gustaría vivir sola, pero eso es imposible”, sentencia esta joven, que se tiene que desplazar en coche a diario hasta su puesto de trabajo, a las afueras de Málaga.

Romero está en búsqueda activa de un nuevo empleo que le facilite llegar en mejores condiciones a final de mes, pero las ofertas tampoco son halagüeñas: “El otro día estuve viendo una oferta en pleno Madrid por unos 16.000 euros, ¿así adónde vamos los jóvenes?”, se pregunta. “Te piden muchísimo, pero pagan lo mínimo, es una locura”. Como los ejemplos que pone de otros pisos que ha cotejado para mudarse en Málaga: “Habitaciones que son un pasillo por 500 euros”.

Elena Rivera.
Elena Rivera. / M. G.

"He tenido que rechazar un trabajo por no saber si iba a encontrar habitación"

¿Imaginan tener un trabajo y rechazarlo por no saber si vas a tener dónde dormir cuando salgas? Eso le ha ocurrido a Elena Rivera, oriunda de Algeciras, pero que estudia en la Universidad de Málaga. Pretendía quedarse el verano mientras trabajaba como camarera en un bar del centro que ya le había ofrecido un contrato, pero el piso en el que se queda durante el año terminaba contrato en verano y no encontraba una habitación "por menos de 450 euros". Las cuentas, obviamente, no daban.

Una vez rehusada la oferta de trabajo, pudo encontrar una habitación "que me dejó un amigo, por 350 euros, pero sólo para el verano". Ahora, la joven de 23 años, podrá volver a empezar a buscar un trabajo que le permita pagar parte del coste de vida durante el resto del año como estudiante. Aunque la incertidumbre no se va por mucho tiempo, de cara a septiembre debe volver a buscar piso.

“No sé dónde ni con quién voy a vivir en septiembre, pero sí que será más caro”. 

María González tiene 24 años, una carrera y un trabajo. Paga 300 euros de alquiler por una habitación en la zona de Ciudad de la Justicia. Como todos los veranos, en julio y agosto tiene que irse del piso que comparte con dos amigas. Siempre volvía en septiembre. Sin embargo, este año la propietaria le ha dicho que viene su hija de Madrid y que lo más probable es que no pueda volver a alquilarle

“Estoy angustiada desde que me lo dijo. Hoy ni he comido”, confiesa. Otros años, julio y agosto, como un caracol con la casa a cuestas, lo repartía entre un destino de vacaciones y su pueblo, sabiendo que en septiembre regresaba al piso con sus amigas. Pero ahora el problema ya no son sólo los próximos dos meses, sino dónde vivirá a partir de septiembre

Después de 11 meses trabajando intensamente y a una semana de tomar un vuelo para sus merecidas vacaciones anuales, no disfruta haciendo planes de descanso, sino que se desespera buscando un hueco donde meterse cuando regrese del pueblo. “Es que ahora pago 300 euros mensuales por una habitación y no encuentro nada por menos de 450”, afirma. Un incremento que hará mella en su limitada capacidad de ahorro. Añade un matiz más allá del económico, que también pesa: “Con 18 años me daba igual con quién compartir piso. Pero tengo casi 25, un trabajo, horarios, responsabilidad… Mis compañeras de piso son como mi familia. Me dan estabilidad emocional, teníamos como un hogar. Me veo en septiembre teniendo que meterme en un piso con la gente que sea”.

Por más que busca, el cambio supone un incremento de lo que paga actualmente y cualquier opción se lleva un gran pellizco de su sueldo solo por tener un techo. Y de alquiler… “Más los gastos y comer… No tendré capacidad para ahorrar para ningún proyecto”, afirma estresada por la incertidumbre y la asfixia económica que se le avecina pese tener una carrera y un trabajo muy cualificado. Con esta perspectiva, no puede disfrutar de sus primeros años de vida independiente, ni del viaje de vacaciones con el que tenía tanta ilusión, ni de reencontrarse en su pueblo en agosto con la familia. En la cara y hasta en los movimientos de las manos se advierte su angustia: “Yo me creo que viene su hija de Madrid. Mi padre dice que en realidad es para subir el precio del alquiler. En cualquier caso, estoy desesperada. Ahora en verano me tengo que ir del piso y no sé dónde ni con quién voy a vivir en septiembre, pero sí que será más caro”.

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