Málaga y Basilea, dos silos con distinto destino
El del puerto malagueño fue echado abajo, mientras que el suizo ofrece alojamiento, ateliers y espacios de 'coworking'
El Ayuntamiento de Málaga ya tiene el suelo para el Auditorio, pero le falta la financiación
¿Conservar o echar abajo? Ese es el dilema al que se enfrentan las ciudades con el paso del tiempo a la hora de responder a sus necesidades de crecimiento y modernización. Con las decisiones urbanísticas no sólo cae o se mantiene un edificio, sino también se preserva o se pierde un trozo de su identidad y de su historia.
Málaga y Basilea son dos ejemplos. Ciudades que tenían silos, pero que corrieron distinta suerte. Uno, el del puerto malagueño, quedó reducido a escombros hace ya algunos años. Otro, el del municipio suizo, es en la actualidad un moderno alojamiento.
Fue allá por abril de 2006 cuando una gran retroexcavadora, con un brazo de 36 metros, empezó a comer poco a poco los muros del silo que se ubicaba donde ahora se levanta el Palmeral de las Sorpresas. Un par de meses más tarde, el edificio estaba derruido. Así se ponía fin a más de 60 años de historia.
La estructura había comenzado a funcionar en el puerto de Málaga en 1953 y fue el primero de la Red Nacional de Silos. El avance de una Málaga más moderna y especialmente las decisiones urbanísticas lo condenaron a muerte. Hoy, el entorno donde se enclavaba ya no tiene la verja que separaba al puerto de la ciudad y es uno de los sitios más frecuentados del centro.
En cambio, el silo de la Signalstrasse 37, en Basilea, vive. Y no sólo resiste como testimonio de otros tiempos, sino que además está bien lleno de vida. Viajeros de todo el mundo se alojan en un edificio que ha sido rehabilitado con mimo para que cada detalle realce lo antiguo con un toque moderno. Allí funciona ahora el Silo Design & Boutique Hostel Basel, un espacio que combina alojamiento, ateliers y áreas para coworking. Sobre una de las paredes del comedor hay fotografías de los “preparativos para un milagro”, la obra arquitectónica que hizo posible su transformación y conservación.
Las instalaciones tienen esa mezcla vintage que aprovecha lo antiguo en contraposición con lo nuevo para crear un ambiente moderno. La entrada al hostel ofrece la visión más impactante del recinto: una decena de tolvas alineadas por las que años atrás caía el grano.
Además, la iluminación ha sido perfectamente cuidada para destacar su forma de pirámide invertida. En la planta superior, la visión es la inversa. Al caminar por los pasillos del alojamiento se observan los embudos de hormigón por los que se precipitaban los cereales. Perspectivas ambas que invitan a imaginar lo que fue y a disfrutar del presente, pero sin olvidar el pasado.
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