Miguel Berrocal, otro arte es posible

Profundo reformador de la escultura en el siglo XX desde ejes matemáticos y arquitectónicos, el creador, reconocido en medio mundo, es aún un genio por descubrir en Málaga

El artista falleció en 2006 sin ver materializado su museo en Villanueva de Algaidas

Joan Hunt, una luz en la oscuridad

El artista malagueño Miguel Berrocal. / García Vivas

A menudo se preguntaba Andy Warhol qué se podía esperar del hijo de un matrimonio de emigrantes eslovacos nacido en Pittsburgh, pero cabría hacerse la misma pregunta respecto a quien se hubiera atrevido a venir al mundo en Villanueva de Algaidas en 1933. Seguramente abrazó el mismo interrogante Miguel Ortiz Berrocal en más de una ocasión, tal vez al hilo de sus primeras exposiciones en París y en los años 50 y en Nueva York durante la primera mitad de los 60, cuando su obra entró a formar parte de la colección del MoMA. O cuando recibió del entonces ministro de Cultura francés André Malraux la condecoración de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en un año tan significativo como 1968. O cuando el mismo Andy Warhol (quien, como buena parte de aquella vanguardia neoyorquina que se movía entre la abstracción y el pop, cayó rendido ante su obra) decidió inmortalizarlo en un retrato en 1981. Berrocal supo hacer lo que no hizo nadie: con sus esculturas desmontables y sus anatomías imposibles se atrevió a abrir puertas a la forma escultórica después de un letargo clamoroso, ganó la admiración de los artistas, científicos y escritores más notables de su tiempo y condujo al arte a través de senderos inéditos.

Celebró Berrocal su primera exposición a comienzos de los años 50 en la Galería Xagra de Madrid, donde se había matriculado en la Facultad de Ciencias Exactas con la esperanza de dedicarse a la arquitectura, aunque el arte, finalmente, lo reclutó entre sus filas: tras aquella primera muestra recibió una beca que le permitió formarse en Roma, donde descubrió la obra de Picasso, entonces prohibida en España, con consecuencias determinantes. La suerte estaba echada: en 1954 volvió a España para cumplir con el servicio militar y con la intención de terminar sus estudios en Ciencias Exactas, pero, al mismo tiempo, sus dibujos se expusieron en el Pabellón Español de la Bienal de Venecia. En los años siguientes protagonizó diversas exposiciones en otras tantas ciudades españolas y recibió otra beca que le permitió trabajar esta vez en París, donde entabló amistad con Alberto Giacometti. Su vida se resolvió entonces entre París, donde mandó construir su casa-estudio a partir de los planos de Le Corbusier, y Roma, así como Milán y Verona, donde encontró una pequeña fundición dispuesta a realizar sus obras. Semejante hallazgo resultó decisivo: para entonces, Berrocal aplicaba a su creación una abultada complejidad tecnológica e industrial que no cualquier fundidor estaba dispuesto a asumir, pero el sí de Verona a Berrocal contribuyó a hacer de la ciudad italiana un verdadero centro internacional de la escultura, al que acudían artistas de la talla de Mirò, Dalí, Magritte, De Chirico y Lalanne para fundir sus piezas. El malagueño residió así a caballo varios años entre París y Verona, aunque se instaló finalmente en la ciudad italiana.

Mientras sus exposiciones se sucedían con gran éxito en Europa y Estados Unidos, Berrocal trabajaba ya de lleno entre finales de los años 60 y comienzos de los 70 en sus esculturas desmontables, como su legendario Goliath, compuesto por ochenta elementos. Pero su afán en la investigación es inagotable: para sus esculturas más reducidas, como el Mini David, Berrocal incorporó la inyección automática. En 1973 representó a España en la Bienal de Sao Paulo y en 1982, tras adquirir unos viejos yunques en Las Ardenas, firmó tres de sus ciclos más importantes: Desperta Ferro, Almogávares y el inconcluso Las mujeres pasadas por la piedra. Para entonces, sus torsos cambiantes y sus soldados hechos de numerosas piezas se habían hecho harto populares.

En 1976 presentó en París el Monumento a Picasso que puede admirarse hoy día en Málaga. Durante los años 80 se sucedieron sus exposiciones en Europa y EEUU, pero también en Oriente Medio, donde sus esculturas despiertan furor. En España diseñó el busto de Goya (también desmontable) para los Premios del Cine Español. En 1984, en pleno apogeo de su figura en el ambiente artístico internacional, Berrocal tomó una decisión determinante: su regreso a Villanueva de Algaidas. Su presencia en los principales museos del mundo se mantuvo álgida en cualquier caso, aunque el escultor trabajaba ya en la creación de un museo dedicado a su obra en su localidad natal. En 1991 recibió del Ministerio de Cultura el encargo de realizar tres esculturas monumentales para cada uno de los grandes acontecimientos previstos en España para 1992: los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y la Capitalidad Europea de la Cultura en Madrid. En 1993 fue nombrado Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, pero Berrocal tenía ya toda su atención puesta en la creación de su museo. Venecia, Verona y Madrid reclamaban sus obras para nuevas exposiciones mientras la puesta simbólica de la primera piedra tuvo lugar en Villanueva de Algaidas en el año 2000. Finalmente, Berrocal falleció en Antequera en mayo de 2006 sin ver cumplido su principal anhelo. Hoy, la Fundación Escultor Berrocal custodia su asombroso legado en su casa-estudio de Villanueva de Algaidas a la espera de que la reivindicación pendiente se haga efectiva. Su última escultura, Gran desnudo recostado, se asoma cada mañana como una nube blanca al impresionante paisaje del lago de Como, en Lombardía.

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