Málaga: aquí no hay quien viva
Calle Larios
Advierte la NASA de que Málaga podría ser un territorio inhabitable en 2050 merced a la sequía y las altas temperaturas, así que habrá que pertrechar las viviendas turísticas de suficientes cubitos de hielo
Si esto fuera una carta a los Reyes Magos
Corresponde empezar este artículo con la afirmación de que la NASA es una de las instituciones que más admiro en todo el mundo. La información que nos viene proporcionando desde 1990 gracias al telescopio Hubble no ya sobre el Sistema Solar, sino sobre el mismo origen del universo, es tan amplia y a la vez detallada que necesitaremos todavía algunas generaciones más para terminar de digerirla. Yo fui uno de los frikis que vieron en directo la presentación de la primera imagen tomada de un agujero negro, aquella especie de huevo frito inverso que resultaba ser aquel horizonte de sucesos tras el que la realidad se transforma en algo completamente distinto. Y, bueno, la exploración de Marte no deja de depararnos sorpresas e imágenes alucinantes. A menudo, cuando me canso de este mundo, lo que sucede cada vez con más frecuencia, exploro la aplicación de la NASA y me deleito con las últimas imágenes de estrellas y nebulosas tomadas a años luz de distancia, imagino los planetas que rondarán por allí y me acuerdo de Giordano Bruno y su afirmación solemne, tan costosa para él, de que todo aquello tendrá que estar bullendo de vida. Pero la NASA también destina sus recursos a la investigación de la Tierra, su estado de su salud y sus riesgos más urgentes. Y, en este sentido, recientemente ha emitido una lista de ciudades que podrían ser inhabitables en el año 2050, entre ellas Málaga, al igual que otras del sur de la Península Ibérica. Los motivos de esta coyuntura son bien conocidos: la generalización estacional de la sequía y las altas temperaturas, de manera que cada verano, si nadie lo remedia, pasarán a ser muchos más los días en los que sobrepasaremos con holgura los cuarenta grados. En realidad, tal y como habían apuntado otras fuentes autorizadas en el estudio del cambio climático, lo que cabe esperar es una confluencia climática con el norte de África, donde las condiciones son más parecidas a este nuevo panorama. Quizá, por tanto, no correspondería hablar tanto de inhabitabilidad (a todo el mundo le gusta un buen titular catastrofista) como de condiciones más difíciles para la supervivencia, lo que tendrá seguro consecuencias decisivas a nivel social y económico. Remedio, en realidad, hay muy poco a estas alturas: veinticinco años, como casi decía el tango, no son nada. Ya estamos aquí.
A uno le gusta también la ciencia-ficción, así que la tentación de ubicar la ciudad de Málaga en el planeta Arrakis imaginado por Frank Herbert en su novela Dune es difícil de rechazar. Sería interesante ver a los técnicos de Emasa extrayendo la última gota de agua extraída de cada cadáver. Y, ya puestos, Francisco de la Torre podría dar el pego como Barón Harkonnen. Por no hablar de Teresa Porras como Reverenda Madre de las Bene Gesserit. Pero, perdón, vamos a lo que vamos: lo que pase en 2050, o lo que la NASA aventura para 2050, se manifiesta ya con rasgos bien identificables. Las últimas olas de calor en los meses de julio y agosto han desplazado a buena parte del turismo que optaba por venir a Málaga en verano a otros meses del año, como mayo y octubre, en los que los rigores del termómetro no son tan severos. El año 2024 ha vuelto a entrañar un éxito indiscutible para el sector, con un nuevo récord de visitantes, aunque algunas tendencias, como la menor afluencia del turismo nacional precisamente en verano, invitan a una reflexión sobre las medidas que habría que tomar en la Costa del Sol, sobre todo en lo que tiene que ver con infraestructuras hídricas claramente insuficientes. Todo apunta a que esta primavera volveremos a estar barruntando si podremos llenar las piscinas o no, pero mientras tanto los destinos competidores del mismo norte de África empiezan a asomar la patita después de un paréntesis de varios años con precios mucho más asequibles. Esto, en cuanto a lo importante. Luego está la población, ya saben, los malagueños y sus manías raras; pero si la reacción ante la imposibilidad de acceder a una vivienda ha sido la que ha sido por parte de las administraciones municipales y provinciales, podemos contar con que el encogimiento de hombros será similar cuando los vecinos se enfrenten a cortes en el suministro de agua y temperaturas insoportables. Que no cunda el pánico: algún responsable público saldrá a decir que tampoco es tan grave trasladarse a Orense, Gijón, San Vicente de la Barquera u otros destinos con mayores garantías hídricas y climáticas. Lo importante será que las viviendas turísticas estén suficientemente pertrechadas de cubitos de hielo. Total, un fin de semana lo aguanta cualquiera en la Ciudad del Paraíso.
No sé ustedes, pero un servidor tiene la impresión de que nos dirigimos alegre y despreocupadamente a una encrucijada que ya nos está reclamando soluciones materiales, cuantificables e indudables sin haber adoptado una sola. Todo sigue pasando por explotar los recursos que nos quedan tal y como se ha hecho siempre, hasta que duren. Pero, eso sí, desde una determinación mucho mayor, con más rascacielos, menos refugios climáticos, menos capacidad de respuesta y un consumo energético progresivamente acelerado. La situación se parece a la de una novela de Beckett: se supone que habría que hacer algo con eso que hay ahí enfrente, pero aquí estamos, con los brazos cruzados. Las administraciones se inspiran a su vez en Bartleby, el escribiente de Melville: tienen algo que hacer, pero preferirían no hacerlo. Supongo que todo pasa, como siempre, por confiar en que los recursos duren y en que, cuando se agoten, salga algún conejo de alguna chistera. La cuestión es que, si habláramos del futuro, bueno, pues estaría bien, el ser humano es así de tozudo. Pero resulta que esto que cuenta la NASA se da ya, en tiempo presente. Y aquí estamos, a la espera de comprobar cuál será la próxima convocatoria internacional de la que nos apeen por incompetentes y con la esperanza de que el próximo Festival de las Linternas sí sea todo un éxito. No creo que nuestra historia pueda resultar modélica para otras ciudades y provincias, pero sí que daría para una comedia de las buenas. Aunque habría que plantearse lo de ir aprendiendo a cabalgar a lomos de un Shai-Hulud. Si no han leído Dune, ya tienen la excusa perfecta para hacerlo. Verán qué risa.
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